Como nunca antes en la historia, en los últimos meses la palabra China se leyó y escuchó en noticias ligadas al fútbol. Pero el gigante asiático no pretende quedarse solo con el rejunte de estrellas internacionales que su Superliga acapara a fuerza de billetes. Por ello, este año están proyectadas alrededor de un 50% más de “escuelas especiales de fútbol”.
Según informó la agencia Nueva China, el país más poblado del mundo tiene proyectado contar este año con 20 mil de estas escuelas, cuando, actualmente, hay algo más de 13 mil. De esta manera, se alcanzará el número previsto para 2020, lo que equivale a tener 30 millones de alumnos de fútbol. Para 2025 están proyectados 50 mil de estos establecimientos, los cuales, por lo general, están ligados a alguna escuela primaria o secundaria.
El crecimiento de la práctica del fútbol no es casualidad, sino que está impulsada desde el gobierno. De hecho, el presidente Xi Jinping, fanático del fútbol, busca ganar legitimidad política mediante el deporte más popular. El dirigente aspira a que un día su país logre organizar y hasta ganar un Mundial. El año pasado el país anunció una estrategia que busca ser parte de la élite del fútbol en el 2050.
Las ambiciones del país contrastan con su historia y con su presente. China participó de un solo Mundial, en 2002, cuando se despidió en primera ronda sin puntos ni goles. Y, ahora, llegar a Rusia 2018 es una tarea complicada: China marcha última en su grupo de clasificación.
A su vez, esta política condujo a grandes empresas chinas a invertir sumas colosales en los clubes del campeonato nacional, que a su vez ficharon últimamente a estrellas internacionales. Para contrarrestar el diluvio de dinero se emplearon medidas como establecer límite en los salarios y en el número de jugadores extranjeros. Así, se busca combatir las ´´inversiones irracionales crecientes´´ y la falta de financiación de los estadios y de las infraestructuras de entrenamiento, anunció el mes pasado la Federación China de Fútbol (CFA).
