AAR Dwarf Fortress: la leyenda del dominio

McDruid

Versión de Dwarf Fortress: 0.42.06
Set gráfico: Phoebus

Este AAR será una narración en diferido. Dado que no conservo partidas guardadas de todos los años intentaré reproducir la historia tal cual ha sucedido, introduciendo algunos capítulos de introducción. Posteriormente continuaré su desarrollo ya que es una partida que aún sigo jugando.

Nota: los enlaces de música acompañarán al texto como complemento de ambientación.

Índice:

Licevaelathu: La leyenda del dominio
Capítulo I: El inicio de una aventura.
Capítulo II: Llegada y partida.
Capítulo III: Fundación.
Capítulo IV: Paz enana.

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bloodclaw

Bieeen!! Habla con un mod para que te inserte las imagenes. Y yo aqui sin poder hacer ni un cave-in

Hipnos

Va a parecer que nos hemos puesto de acuerdo xD

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McDruid

He editado los primeros post para poder insertar correctamente las imágenes. Siento las molestias.

2 1 respuesta
bloodclaw

La screenshot no se puede ver, por todo lo demas, como te lo has currao :D :D

1 1 respuesta
Birras_cs

#4 #5 Aunque no podais insertarlas si usais http://www.mediavida.com/foro/mediavida/mv-power-tools-scroll-infinito-live-preview-etc-487327 , podreis verlas igualmente.

1 respuesta
bloodclaw

#6 Yo uso power tools, pero aun asi me dice acces forbiden

1 respuesta
Birras_cs

#7 Puede ser, lo mejor es usar imgur.

1 respuesta
bloodclaw

#8 Tinypic tambien va bien o solo imgur?, que tengo todas las screenshots en tinypic. Ontopic: deberias poner algunas mas screenshots para que quede mejor y la musica es una gran adicion

1 respuesta
McDruid

#9 Los primeros capítulos serán retrospectivos. Ya llegarán los pantallazos del fuerte :wink:

2 respuestas
bloodclaw

#10 Eres el diablo en persona :cry: :cry: . No nos dejes asi

Birras_cs

#10 Por mi perfect, los estoy dejando para tener entre semana algo que mirar desde el chollo.

McDruid

Post editado.

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McDruid

Licevaelathu: la leyenda del dominio

Música: https://www.youtube.com/watch?v=CukIc8pfmXI


(...)

En el año 5 de la Era del Roc y del Titán “Cepillo”, tras un lustro de guerras entre enanos y goblins, la paz parece haber llegado para quedarse. Sakzul Mebzuth, la orden de la Trompeta de los Remos, domina la mayor parte del continente y hasta el más altivo de esos abraza árboles rinde pleitesía a nuestro reino. La influencia de nuestros enemigos se limita a las Colinas de la Crucifixión, una estrecha franja de tierra cerca del Océano de la Fortuna, en la costa oriental del continente.

Recientemente nuestro rey, su majestad majestuosa Ubbul Zondostob, ha puesto su mirada fija en la región del suroeste más allá de las montañas. Anhela extender sus dominios de costa a costa y emplazar un asentamiento en dicha región como única forma de controlarla. De esta forma las tierras de los enanos cruzarían el continente de norte a sur, de costa a costa, dominando a su vez el centro.

Sea como sea, la futura hegemonía de nuestro industrioso aunque avaricioso pueblo dependerá de nuestro monarca y de nuestra determinación. Por ello mi amigo Goden Gravelthundered parece haberse ofrecido voluntario en cuanto su grande, magnífica y majestuosa magnificencia le ha otorgado la posibilidad de prestarle sus servicios. Según me ha hecho saber, desea formar una compañía para atravesar las montañas del sur y establecer un puesto avanzado antes de que llegue el invierno.

Por lo que a mi respecta mi precaria situación me ha llevado a disponer únicamente de unos pobres ropajes y un pico, que ya es bastante. Tal vez podriamos mejorar nuestra situación si nos uniésemos a la compañía. Tus habilidades como armero nos serían de gran ayuda, por ello te pido que te reunas conmigo cuanto antes en Shinzuglar, la fortaleza de los barcos brillantes, en el interior de las montañas.

Atentamente, Erush Edimdomas.

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McDruid

Capítulo I: El inicio de una aventura.

Música: https://www.youtube.com/watch?v=XS1wywGmQjk

Hacia una semana que Athel Ùshrirmatzang, el herrero de Lolokzaneg, había recibido la carta de su amigo. Llevaba todo el día reflexionando y no paraba de darle vueltas a la idea que llevaba reconcomiéndole por dentro. Había llegado a la conclusión de que si Erush con ochenta años de edad se había decidido a emprender semejante viaje, él con sesenta y cuatro inviernos no podía rechazar su invitación. Después de todo los dos no tenían familia.

Aun estaba dando un paseo alrededor de su hogar mientras observaba aquellas altas moles de piedra que se erigían hacia el sur. El comienzo de la primavera había marcado el final del tenaz frío invernal del que eran pasto aquellas montañas. Sin embargo, a pesar de la fecha, un viento helado azotaba todavía la piel de su rostro al tiempo que mecía las copas de los robles, arces, fresnos y sauces.

La sombra de los manzanos y el sonido de un arroyo cercano no parecían animar su marcha. Se acerco a la orilla y lleno el odre de alpaca que había traido consigo. Antes de saciar su sed echo una mirada al horizonte y otra a los montículos que se alzaban entre la espesura de aquel valle. No sabía cuantos años habían pasado desde que llegó allí pero habían sido demasiados. Echo un trago, cogió su martillo, que como si formara parte de el siempre llevaba a todos sitios, y empezó a caminar.

Nuestro amigo dejó la forja de su tierra natal atrás, tras años de fragua. Hechando un vistazo al camino recorrido ya era imposible divisar en la lejanía nada más allá de un paisaje petreo de diorita y mármol. La rojiza y fértil arcilla de los campos había quedado relegada a la mínima expresión mientras que el blanco lo había inundado todo a su alrededor. No solía rezar a su dios pero aquel lugar, su supuesta morada, era lo único que lo reconfortaba.

-Que Onget nos asista.

Había caido la noche en Licevaelathu y las sombras parecían tomar formas fantasmagóricas. A veces la montaña parece que nos de la bienvenida pero en otras ocasiones se muentra salvaje, hostil. La escasa luz impedía ver apenas el pedregoso suelo por lo que Athel se dispuso a pasar la noche al raso, con la única ayuda de su capa de lana de oveja. El sonido del viento y el crepitar de una pequeña fogata eran su compañía.

Un hormigueo le recorría el espinazo debido al temor a ser sorprendido por alguna de esas criaturas de la noche de las que siempre había oido hablar. Historias de niños, mujeres y hombres descuartizados le hacían ver con buenos ojos a los escasos bandidos que poblaban las tierras altas. En otros años multitud de ataques habían causado innumerables muertes, provocando epidemias de suicidios y casos de locura, muchos de los cuales se tradujeron en asesinatos.

Dificil era abstraerse de esos pensamientos en esas condiciones, sobre todo teniendo en cuenta la travesía que les aguardaba. Más aún cuando no tenía la seguridad siquiera de lo que le depararía el azar a su llegada a Shinzuglar. Tomó un sorbo de agua y se quedo absorto observando las sombras que la luz de la fogata dibujaba en el extenso pedregal. Por un momento el cielo parecía tan encapotado como su mente.

Muchos pensamientos pasaron por su cabeza: su juventud, sus padres que ya casi no recordaba, su amistad con Erush, la Guerra de los Cinco Años... Había perdido a sus padres hacia ya décadas y estaba tan sólo en el mundo que la amistad con Erush era de las pocas relaciones que mantenía. Desde luego no tenía intención de dejar sólo a su amigo tras la guerra que habían vivido juntos, por muy largo que fuese el viaje. Al fin y al cabo el tiempo parecía pasar deprisa después de todo.

Tras un buen rato el chisporroteo de las llamas le saco de sus ensoñaciones. Instintivamente echo algunas hierbas secas que había amontonado a su derecha y cerro los ojos por unos instantes. El sosiego de la noche parecía empezar a hacer ya efecto. Antes de dormir, y para distraer sus pensamientos, sacó unas capuchinas que había recogido por el camino y se puso a comerlas. Cuando hubo terminado se recostó y pronto el sueño le venció.

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McDruid

Capítulo II: Llegada y partida.

Música: https://www.youtube.com/watch?v=uEjw2veKLMw

Las sombras de las rocas empezaban a alargarse debido al Sol de la mañana, el cual ya se apreciaba en el horizonte tras las blancas montañas. El cielo estaba despejado, el viento había amainado y el frescor matinal se respiraba en el ambiente. Aquel enano con el cuerpo encogido por el frío de la noche se incorporó sobre el suelo. Tras recobrar el sentido por unos segundos apartó su manta y se puso de pie. Decidido a llegar cuanto antes a su destino recogió sus cosas y emprendió la marcha.

Poco tiempo después, trás terminar de atravesar el enorme macizo que delimita el norte de las montañas Danakes, ya se podían observar los escarpados muros de Shinzuglar. Los alrededores de la celebre fortaleza enana que mora en aquellos picos, a pesar de su aspecto desolado, poseían cierto encanto. Un riachuelo de agua helada procedente de aquellas cumbres atravesaba el relativamente estrecho barranco. Allí Athel sació su sed y tras alcanzar su meta se interno en las profundidas de la tierra.

La fortaleza de los barcos brillantes, así llamada por la apariencia de las cimas nevadas sobre el mar de nubes que solía apreciarse al atardecer, era el hogar del rey de los enanos. Hacia años que no visitaba aquel lugar y, aunque le era familiar, no lo recordaba muy bien. Bajo aquella montaña habitaban alrededor de doscientos compatriotas y no sabía bien a quién recurrir. Después de preguntar a uno de los guardias acerca de Erush “Gremio del Rayo” se dirigió a los almacenes.

Música: https://www.youtube.com/watch?v=2VE29dteQjI

Tras descender por las escaleras del primer y segundo nivel encontró a su amigo apilando grandes bloques de microclina. Dos jarras de cerveza y una larga charla siguieron a la efusiva bienvenida que ambos se brindaron. Casualmente era ya hora de almorzar y Goden Asënamud se dirigía al comedor. Cuando pasaba por delante de la taberna las fuertes carcajadas de Erush llamaron su atención. Aquel que estaba sentado a su lado era, sin duda, el armero del que tanto le había hablado.

Cuando Goden entró a la taberna y se acerco a la mesa donde se encontraban aquellos dos enanos alguno de los presentes hizo lo mismo. Mestthos Cattennòm, uno de los herreros de la fortaleza y fabricante de armaduras, ya se había percatado de la presencia de Athel, al cual ya conocía de años atrás. La presencia de su amigo Goden no había hecho sino alimentar su curiosidad. Tras sentarse los cuatro comenzaron a tratar acerca de la tarea que los había reunido allí.

Erush había tomado la palabra, y estaba explicando al recién llegado la situación con la ayuda de su compañero, el futuro líder de la expedición. Debían cruzar las montañas en dirección sur con el objetivo establecer un asentamiento en los Pantanos Coincidentes. Informaciones acerca de la región habían permito establecer un claro perfil de la localización. No sería un lugar fácil de colonizar pero desde luego era la mejor de las opciones que tenían. Al menos un río cercano les permitiría no morir de sed en aquel infierno.

El material para la travesía estaba ya preparado: una carreta equipada con víveres de sobra y un yunque de hierro. Dos yaks, dos perros, dos gatos y dos pavos eran los animales que llevarían consigo. Faltaban tres cosas: tres enanos. Un silencio se hizo en la mesa pues ninguno de ellos conocía a nadie dispuesto a realizar semejante viaje. De pronto uno de los trabajadores de aquella taberna, que en ese momento salía para tomar un descanso y almorzar, reparo en aquel grupo y se acerco.

Dastot Mörulïdath era cocinero y cervecero. Había conocido a Athel hacía décadas cuando aún no peinaba canas. Aquel encuentro había caido como agua de mayo pues, después de explicarle la razón de su estancia en aquel lugar, se mostró presto a realizar semejante viaje. El aburrimiento de la rutina habia hecho el resto del trabajo pues era improbable que un enano acomodado como aquel se prestara a tribulaciones como aquellas.

Feb Litastusen, un trabajador de la madera que hasta entonces no se había acercado por su enemistad con Mestthos, siendo consciente de la situación alzó la mano y saludó a Athel. Este tras un vistazo lo reconoció pues había sido vecino suyo en su pueblo natal. El pobre leñador había emigrado buscando una vida mejor y se encontraba ahora desocupado por la escasez de árboles. Tras un intercambio de palabras se unió al grupo y se sumó a la compañía.

No tenían más tiempo que perder y se decidieron a partir en aquel momento. Mientras salían de la fortaleza se dieron cuenta que Melbil Omerdodók, un mecánico mudo famoso en la fortaleza, los había seguido de cerca. Tras preguntarle en voz alta si se quería unir a ellos se acerco y se subió al carro sin gesto alguno. Así fue como Erush, Goden, Athel, Dastot, Mestthos, Feb y Melbil emprendieron el viaje hacia los pantanos del sur.

Tiempo más tarde, cuando el más delgado de los guardias enanos apenas de vislumbraba en las puertas de Shinzuglar, una voz rompió el silencio.

Dastot Mörulïdath: ¿Alguno de vosotros ha pensando en cómo nos llamarán?, ¡ni siquiera tenemos nombre!
Goden Asënamud: Seremos la compañía del Paso de la Montaña.
Erush Edimdomas: ¡Qué original!

dranreb

Así me gusta, que te han insertado las fotos. A ver cómo continúa.

McDruid

Capítulo III: Fundación.

Música: https://www.youtube.com/watch?v=kuKGEy4ZrN0

Al atardecer de aquel día la compañía del Paso de la Montaña ya había recorrido la mitad del camino y se encontraba en los límites de la tierra firme. Más allá de las montañas Danakes, hacia el sur, se extendía una basta ciénaga hasta el océano. La humedad condensada en forma de niebla impedía ver con claridad, siendo imposible distinguir nada por debajo de las escarpadas y grises laderas. Mientras, el debate acerca de pasar la noche o continuar el viaje no acababa de dirimirse.

El líder de la expedición, Goden Asenamud, estaba decidido a continuar para llegar cuanto antes a su destino. Todo seguía según lo previsto y nada hacía esperar que las cosas se fueran a torcer, pues apenas quedaba medio día de camino. Lo más probable es que llegaran a la mañana siguiente y entonces, una vez asentados, ya podrían descansar con relativa tranquilidad. De esta forma los enanos continuaron ya caída la noche a la luz de la luna, sin deternerse para siquiera cenar.

Uspraslexsmul, como conocían los enanos aquel lugar, era lúgubre y caluroso. El olor fuerte proveniente de las aguas estancadas se unía al bochorno causado por la humedad y la lluvia. Sin embargo gracias a estas condiciones había prosperado una densa cubierta vegetal compuesta de árboles de clima templado y tropical. Palmeras, cocoteros, aguacateros, guayaberos, papayeros, limas, pomelos, naranjeros, granados, olivos, cafetos, árboles del té y algún tipo de sauce de hoja estrecha eran sólo algunos.

Sin mayor trascendencia había trascurrido la noche y ya estaba amaneciendo. El cielo se había despejado y ya empezaba a distinguirse lo que parecía el margen de un río que serpenteaba en su descenso de las altas colinas del noroeste. Los enanos habían continuado la marcha y después de varias horas se adentraron en una vaguada que parecía dar a un estrecho valle encajado. Cansados, algunos de ellos se acercaron al río a beber y, tras una exclamación, un suspiro resonó en la caravana.

-¡Nos detendremos aquí!

Los miembros de la compañía mostraban en sus rostros la sombra de la duda y se preguntaban si aquello era un descanso temporal o la parada definitiva. Goden había echado una ojeada a los alrededores y había determinado que aquel era el mejor lugar. Sin embargo, debía elegir un buen nombre para el nuevo asentamiento. Al observar como un gran águila real volaba por encima de los roquedos que se alzaban majestuosos en aquellas pendientes llegó a la conclusión de que ya lo tenía. Un gesto afirmativo fue suficiente.

Todos sin excepcion saltaron de la caravana a descargar los víveres. Cuando hubieron terminado algunos de ellos creyeron observar una expresión de codicia en los ojos de Erush. Este, con su herramienta al hombro, se había dirigido presto a golpear las entrañas de la tierra. Al mismo tiempo Feb Litastusen con su enorme hacha ya estaba seleccionando los árboles que iba a cortar mientras Melbil Omerdodók desmontaba la carreta.

Aquel día, el décimo quinto del mes de Granito, se fundó en la región de los Pantanos Coincidentes el puesto avanzado del Águila Mayor, cococido por los enanos como Töraslorsïth. Pocos días después el mismo Erush Edimdomas logró perforar el acuífero con la única ayuda de su pico. Tras algunas labores de acondicionamiento aquel lugar se convirtió en el hogar de aquellos siete enanos y poco tiempo después se convertiría en una ciudad capaz de pugnar por ser la capital del Imperio.

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McDruid

Capítulo IV: Paz enana.

Música: https://www.youtube.com/watch?v=tUtEZEm1do8

Los años pasaron fugazmente como la flecha de un elfo. Töraslorsïth se había convertido ya en una ciudad rica y algunos de sus fundadores ya eran conocidos por ser legendarios artesanos. Aquellos cinco años de paz fueron un periodo de trabajo arduo y de gran desarrollo. Tras atravesar arena, arcilla, fangolita, diorita, cuarcita y mármol, la ingente cantidad de material lítico obtenido había resultado más que suficiente para la elaboración de mobiliario y enseres.

Las infraestructuras creadas eran variadas pero sin duda quedaba mucho por hacer. En la superficie, se había construido una larga muralla de mármol rodeada de un foso. Para la construcción de este último se había aprovechado la existencia de múltiples lagunas y de un río cercano cuyo caudal era canalizado bajo tierra para evitar la evaporación. Las elevadas temperaturas alcanzadas en los calurosos veranos de estas latitudes retraso mucho su creación.

El complejo de trampas situado al norte a modo de aliviadero era, junto con las anteriores defensas mencionadas, lo único que separaba a los kobolds de las valiosas gemas enanas. En más de una ocasión alguno de esos degraciados fue atrapado entre los dos puentes elevadizos que delimitan la línea de trampas. Los perros del foso, cerca del vertedero del sur, daban buena cuenta hasta entonces de todo el que se atrevía a adentrarse desde la superficie.

Más abajo, aprovechando el entramado de canales del foso, se había construido un depósito subterráneo de agua. El pozo, en un nivel superior, fue imposible situarlo en lugar más profundo debido al acuífero. A algún ingeniero loco se le había ocurrido un plan para llevar ese agua a las profundidades e inundar la ciudad de cascadas pero fue desestimado por el riesgo que implicaba.

Al descender a través de las escalinatas principales se encontraba el gran comedor y las habitaciones personales de cada uno de los habitantes de la ciudad del Águila Mayor. El comedor, enteramente marmoleo y digno de un rey, era capaz de albergar a doscientos enanos. La construcción de ambas salas se había demorado años pero el esfuerzo habia valido la pena. En lo que respecta a las habitaciones, aunque algo modestas, estaban lejos de ser precarias.

Justo debajo se encontraban el hospital, las oficinas y las salas de entrenamiento. Aunque se disponía de equipo para formar un ejército no había sido necesario debido a los pocos altercados que se habían producido. Un tal Ubbul Okangurdim, leñador profesional, resolvía los problemas ocasionales con un golpe de su hacha de acero. Ningún otro enano había cogido un arma hasta el momento obviando la temporada de caza.

Continuando el descenso la mazmorra y los seis templos. En la primera moraban criaturas de las profundidades y de la superficie como trogloditas, trolls, ratas gigantes, serpientes y algunos de esos odiosos goblins. En los segundos moraban el alma de los cinco grandes dioses: Onget el dios de las montañas, Kadol el dios de la tierra, Id el dios de las joyas. Lol el dios de las fortalezas, e Idrath el dios del comercio y la riqueza.

El cementerio aunque no estaba terminado constituía el final de la ciudad. Había sido ideado y creado por el legendario Erush Edimdomas en un arrebato de creatividad. Ninguno de los habitantes de aquel lugar, salvo él, sabían la razón de aquella extraña red de túneles. Y desde luego, ninguno tenía ganas de ser el primero en formar parte de el. Quién sabe si haría falta ampliarlo más adelante.

Por último la entrada subterránea a la caverna, descubierta algunos años antes, poseía un complejo sistema defensivo que permitía no sólo capturar piezas “menores” sino también “mayores”. La intención inicial era utilizar estas megabestias en un futuro para fines más o menos útiles. La industria textil era pujante y la posibilidad de usar a algunas de estas criaturas como armas de combate a distancia era evidente.

Por supuesto esto podía ahorrar sudor y lágrimas a todo el pueblo enano pero algunas de estas criaturas no servían absolutamente para nada. Aquel ingeniero loco al que se le habían ocurrido las cascadas también sugirió construir una arena para enfrentar a este tipo de criaturas entre sí. No le dieron gran importancia por no ser una cuestión apremiente pero la opción seguía ahí.

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