Es posible comer nuestras propias heces, y deberíamos hacerlo. Desde una perspectiva ética y medioambiental, la autocoprofagia es la opción más sensata a largo plazo. La variedad alimentaria resulta muy poco eficiente y es un problema interminable para nuestro planeta y sus habitantes.
El único plan de acción responsable es hacer que el origen de nuestra dieta proceda directamente de nuestro propio recto. La dieta moderna definitiva no son ni los insectos, ni el Soylent, como algunos tecnócratas quieren hacernos creer, porque todos esos ingredientes siguen procediendo de alguna parte que, tarde o temprano, acabará destruida por la explotación.
¿Por qué ser reformistas cuando podemos ser revolucionarios? ¿Por qué esperar al fin del mundo cuando podríamos tomar las riendas de nuestro destino? Amigos, el sueño de la autosuficiencia está al alcance de nuestras manos y empieza, ineludiblemente, en nuestros anos.