Parapetado en una desvencijada casa familiar en Caen, el soldado Willy Tolder, revisaba el estado de su rifle garand. Cascotes de ladrillo y cemento caían con persistencia. A su lado el sargento Maccoin trasegaba whisky antirreglamentario mientras de una herida de bala en el pecho fluía sangre parda.
Tolder, con veinte años, recordaba una y otra vez el firme y abundante busto de su novia Fanny, y cuántas veces jugara con sus pechos, sosteniéndolos, apretujándolos. Una erección luchaba contra los escombros del suelo, apostado en posición de tiro.
Maccoin soltó un fuerte gemido, su respiración se aloco y luego se quedó rígido. Qué panadero se había perdido Chutuwa, Minessota.
Intenso fuego de ametralladora cruzo el espacio por encima de la cabeza de Tolder quien miró en rededor buscando un aliado. En frente, el ayuntamiento, permanecía fuertemente defendido por una división de elite Nazi. Si no llegaban refrescos mañana, los desperdigados miembros de la decimosegunda aereotransportada moririan inexorablemente.
Tolder no era un dechado de heroísmo. Al enlistarse pensaba únicamente en conseguir una beca militar para estudiar Humanidades. Sentía que podía ser un gran poeta o un filosofo medio. Agarró la petaca de su difunto sargento y bebió. Carajo, pensó, esto no es whisky, y cogió su mechero asocando la llama para no ser visto, vertió en la mano el contenido del recipiente, el cual se revelo verde. ¿Absenta?
Algo se movió cerca de él, pero no como un derrumbe, sino intencionado, algo se arrastraba. Una cara caprina, con fuerte cornamenta rizada, pero con rasgos humanoides, se incorporó a su lado.
"¿Me has invocado, soldado de leche?" dijo una voz demoniaca, pero de andar por casa, sin ínfulas.
"He leído el Fausto, de Goethe, ¿eres Mefistofeles?"
"Asi que eres un soldado leído, eh caramelo de miel?"
Una ráfaga retumbó. Era horripilante escuchar las balas trazadoras.
"Le he hecho un buen lió al ángel querubín encargado del mapa de Caen, no vendrán refuerzos y al Capitán de las SS, el Hauptsturmführer, lo he incitado a limpiar el pueblo en un ratito, la luna les va a echar un buen cable..."
"Entonces estoy muerto..."
"En efecto..."
"¿No podemos hacer un pacto?"
"He sondeado tu alma, con mucho esfuerzo llegarás a ser un erudito, pero es muy posible que te inclines al lado de los Beré y hagas de tu sistema una balsa para los hombres perdidos..."
"Ya veo..."
"De todas formas me gusta esa manera que tienes de aceptar que estás jodido..."
"Soy de Texas..."
"A mi jefe le gustan los Tejanos..." dijo el Demonio. "Si te marchas ahora cruzando esa zanja y corres hacia el este sin desviarte un grado estarás en la carretera que lleva a la playa mañana, eso te dará opciones de...."
Una voz alemana, sufrida y colérica bramó desde el altavoz del ayuntamiento. El sonido fue tan insoportable que Willy Tolder se incorporó. Nuevos disparos. Se escuchó un quejido cercano.
"Esta guerra no tiene mucha guasa, y yo debería estar en casa con una cerveza fría y mi novia encima de mi..."
"El encuentro con el ser se da en un camino de espinas...joven..."
"De verás que encuentro insoportable ese capitán de las SS..."
"Pero es letal, ya lo verás".
Tolder apuró el contenido de la petaca y todo se tornó luminoso, de alguna forma el espíritu de la botella lo poseyó dándole una claridad de miras sorprendente. Agarró la ametralladora thompson de su sargento caído y un par de granadas. Para sorpresa del Demonio, avanzó ocultándose entre las zanjas, y sin que Tolder lo supiera un malherido Capitán de su brigada lo observaba boquiabierto.
Llegó hasta la trinchera inmediata ante el ayuntamiento, y sin que Tolder lo supiera un par de soldados habían dispuesto sus armas al ver al temerario soldado de leche correr, y tras cebar dos granadas y arrojarlas contra la balconada, hundió su hombro contra la puerta lateral del ayuntamiento.
Y ya todo el mundo sabe como suena una thompson con cargador ampliado.