Como mido 1,95 m y peso ciento cuarenta kilos no me fue difícil colocarme como escolta. Estaba paseando al perro cuando recibí un encargo de la agencia: “ Calle xxx, 17:00 h, acompañamiento influencer xxx, susceptible, no hablar con ella, sin amenaza, no necesario equipamiento”. Supongo que como mi jefe sabe que soy bastante circunspecto y mi tamaño tranquiliza me endilgó la insoportable misión de niñera.
Llegué con el coche negro de la empresa a un chalet modernista con amplísimo jardín y garita privada. Tras indentificarme, uno del servicio, por cierto ataviados según la antigua mayordomia, me condujeron a un hall de mármol con columnatas.
Se oyeron unos grititos histéricos y un grupo de chicas en chándal bajaron las escaleras con maletines, escapando de las ordenes de un dragón. Me miraron y se fueron. Al momento bajó el target, una esbelta mujer, la influencer, con unas tetas de vigoroso tamaño, agasajadas de abundante carne, para una complexión liviana de brazos muy delgados y manos finas.
“No…a ver, con esa ropa no puedes venir…” me dijo XXX. Yo llevaba vaqueros negros y chaqueta de cuero negro. “Si, sí que puedo.” Sorprendida al verse contrariada guardó silencio. La llamaron por teléfono, su novio, y gracias al altavoz pude darme cuenta de que era un pijo débil y maltratador.
Ya en el coche al ver que tenía varios libros en el asiento del copiloto dijo que esperaba que no fuera de esos que se distraen.
El evento era un cocktail para presentar una nueva gama de cosméticos. Ella era la estrella conductora. Cuando le abrí la puerta se me ocurrió preguntarle: “¿Hay algo que te preocupe hoy, sobre tu seguridad?” Me devolvió una mirada triste pero no dijo nada, al bajarse su cara se transfiguró y ofreció una sonrisa de espectáculo.
Hice mis rondas, vigile posibles miradas o sospechosos, pero no vi nada, era un ámbito tan seguro como cualquier otro. Y más cuando no sabes de que debes protegerla.
Acabó el evento, fui a por ella, la monté en el coche, iba algo colocada de champán y empezó a llorar, amargamente. No dije nada.
Llegamos a su casa, mi deber era dejarla en la puerta y hasta siempre. Un bmw esperaba arrancado por fuera, me detengo antes de la garita y se baja un guaperas con traje de noche. Percibo en seguida la mirada del cocainómano y viene alterado hasta el coche, ella da un respingo, dice el guaperas: “No te dije que hoy nos veíamos, puta de mierda, para un día que estoy en la ciudad y te vas de diva…..” Realmente ella está anulada. Sometida. Me bajo el coche y saltándome todos los protocolos le tiro un codazo en la quijada y cae como caen los títeres sin titiritero.
Ella se baja apurada del coche para asistir a su novio, nerviosa, y por la celeridad de los movimientos se le sale una teta. ¡que fastuosa visión, me acompañará hasta mis últimos días! Refreno un atávico impulso de agarrar sus senos y fundirme con ellos. Respiro, ella se da cuenta de que la deseo como un primate. Se rie y se saca la otra teta, mientras su novio permanece inconsciente, ella se soba los pechos y me mira lujuriosa, se pellizca los pezones y se estruja las gemelas con fruición.
Se detiene, saca el móvil y dice: “¿policia nacional, hemos sido agredidos, si, si, calle xxx”