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[15:26, 3/7/2021] confeso: ¿Conoces estos escritos de la Edad Media como Milagros de Nuestra Señora?
[15:27, 3/7/2021] confeso: Pues imagínate escribir algo así en los que aparezcan figuras bíblicas, particularmente Jesucristo, pero sean entidades dimeltriptamínicas, lovecraftianas, inentendibles o moralmente neutras para el sujeto de la experiencia mística.
[15:30, 3/7/2021] confeso: Por ejemplo, ¿conoces la historia sobre el origen del nombre Cristóbal? Un niño quiere atravesar un río, pero nadie le ayuda a hacerlo, hasta que llega el sujeto ejemplar de turno y lo carga en sus brazos. Tras dejarlo en el otro lado de la orilla, el niño desvela su verdadera identidad: es Cristo, que ha vuelto a la tierra a ver quién se apiada de él. De ahí «portador de Cristo».
[15:32, 3/7/2021] confeso: Pues imagínate la misma historia, pero con un niño que acude a múltiples pediatras, psicólogos infantiles, etc. buscando reasignación genital, tratamiento endocrino... para convertirse en niña, lógicamente; pero todos los especialistas a los que consulta se muestran contrarios a cumplir sus propósitos, hasta que llega uno que da su visto bueno, uno que le explica en profundidad los procedimientos a seguir y los efectos que tendrá su determinación.
[15:32, 3/7/2021] confeso: El niño le confiesa entonces que es Cristo. Y el doctor sabe que es una verdad absoluta, innegable.
[15:32, 3/7/2021] confeso: Y ahí acaba todo.
[15:38, 3/7/2021] confeso: O, por ejemplo, una mujer tiene una vida infernal, siempre agobiada por las exigencias del trabajo y la familia, siente que sus escasos días en esta tierra se le agotan sin remedio yendo de una parte a otra, atrapada trágicamente en la reinterpretación de las mismas escenas, en la mugre de la cotidianidad. Un día de lluvia va conduciendo por un puente y de pronto le sobreviene la certeza de que va a sufrir un accidente, sabe a ciencia cierta que no hay forma de evitarlo, aunque sus ojos no registran la causa, puede sentir sus propios neumáticos rugir y su vehículo estremecerse, pese a que siempre ha sido escéptica, mira al asiento del conductor y observa que Jesucristo está ahí sentado, indiferente, ella intenta gritarle, pero es como si su voz emergiera de algún punto debajo del agua, vocifera desesperada a Jesucristo: señor, sálvame, sálvame, señor, me arrepiento de mis pecados, etc. Pero Jesucristo únicamente mira al frente, imperturbable.
[15:40, 3/7/2021] confeso: Y toda esta serie de relatos está ideada con el solo propósito de llevarlo todo a su conclusión final: Kiko Narváez. En el último relato se cuenta la vida de Kiko Narváez, en ningún momento se dice ni se insinúa que Kiko Narváez sea Jesucristo, pero es evidente por el contexto. Kiko tiene una familia feliz, trabaja como entrenador de un equipo juvenil femenino, como asesor de diferentes entidades y como comentarista.
[15:54, 3/7/2021] confeso: La historia la cuenta una de sus futbolistas, que confunde admiración con deseo, y acaba, sin poder explicarse cómo, acostándose con Kiko. Pero Kiko es un ser de una malignidad sin límites. Es un ser tan vano y superficial, casi un autómata, que ni siquiera tiene la entidad de ser humano. Le hace el amor mecánicamente con una polla que es el doble de ancha de lo normal, pero sólo en el axis x, por lo que da la impresión de ser plana. Está circuncidado y su capullo parece una enorme seta ovalada. No hace ni un solo comentario de admiración o satisfacción, es un ser desapasionado, ella se siente desnuda, fría, traicionada por lo que está haciendo, ella intenta conectar con él, hablarle, preguntarle si está disfrutando, se coloca encima de él e intenta generarle el mayor placer con las caderas, se entrega por completo a Kiko Narváez, pero él sólo contesta cosas como: «booh, así se las ponían a Felipe II, ¿eh moro?», tal cual si estuviera comentado un partido de fútbol. Ella empieza a recordar todas las veces que lo ha visto. Todos sus comentarios intrascendentes, toda palabra que acuñó para unos espectadores ficticios, su cabeza impasible como un yunque arrostrando los diferentes devenires de la vida. Se siente tan fría, tan desnuda, le sobreviene tal impresión de malestar, de desagrado, de repugnancia hacia su propio cuerpo, que querría arrancarse la piel a dentelladas, pero a la vez en esa degradación encuentra la satisfacción más íntima que haya hallado jamás a su procacidad, un dulce castigo paternal que abona y castiga los sentimientos de inadecuación que siempre ha sentido. Kiko llega al clímax, saca su extraño pene ancho y plano de su vagina y ella observa que tiene una foto en la mano, es una foto de él mismo con su familia y su esposa, todos parecen felices, salvo Kiko, con su mirada de teleósteo y su sonrisa que comunica nada. Kiko eyacula sobre la fotografía muy profusamente, eyacula una y otra vez, con una mirada de profunda tristeza, retorciéndose, contoneándose como un trapo mojado que se escurre. Ella lo mira con un horror creciente, mientras la eyaculación no deja de manar, mientras la bayeta húmeda no deja de retorcerse y retorcerse ella pide perdón, suplica perdón, se muerde las manos, pero no puede detener lo que sucede, Kiko Narváez se vacía por completo, sólo queda de él una masa de piel rugosa sin músculo, sin órganos, sin huesos, sólo queda la cara de yunke, la cara impasible de una crueldad sin límites. Kiko Narváez dice: «boh».
[18:01, 3/7/2021] J: Qué
[18:01, 3/7/2021] J: Cojones
[18:25, 3/7/2021] confeso: ¿Te has parado a pensar en cuáles son las implicaciones de que mis palabras conduzcan a una experiencia dimetiltriptamínica-lovecraftiana?
[19:36, 3/7/2021] J: Una de ellas es ser un dios?
[23:02, 3/7/2021] confeso: No, peor aún: Kiko Narváez.