Joe Fatriano, vendedor especialista en tornillos para pladur en Home Depot, se arrastró por la hedionda alfombra emulando a una foca marina. Su barriga se desparramaba en torno a su cuerpo, como una condena, como una maldición. Decenas de cajas de MCrib, cadáveres de su impenitente gula, gritaban mofándose de Joe Fatriano.
Sus supervisores llevan meses advirtiéndolo, y todo saltó de un "estás perdiendo la linea Joe" a "en estas condiciones no puedes seguir trabajando aquí".
Pero las Mcrib o "Sindies" como en la las llamaba, tapaban los agujeros de su alma. Las palizas de su padre, los constates fracasos para entrar en el equipo de Fútbol, su reciente divorcio, su frustrada vocación de caricaturista...
Continuó arrastrándose mientras sentía sus arterias sucumbir, derretidas por la mala grasa de sus amigas. Allá, en el filo de la puerta podía quedar media Mcrib intacta, la alcanzaría y luego se tiraría por la ventana del complejo "Happy Sun" decimo piso.
En Salamis Tercero la gran Coronación había comenzado. Un hecho que venía a poner fin a la Tercera Edad, algo que ocurría cada siete mil billones de años. Los Salamis eran una raza ancestral cuyo origen era dificil de rastrear.
Las grandes Trompetas de Eter tronaron en el firmamento y en los siete planetas se escuchó la Gran Llamada.
Las Brujas de Agrimonte salían de sus cuevas, amarradas con cintas negras y vigiladas de cerca por el Tetragramón Inmortal, jefe de los Tecnosacros. Portaban la esfera de los pensamientos primeros, roja, fatal.
El último emperador Salamis III sentado en su trono de Brillante Jaspe original esperaba la confirmación para pasar el cetro y derretirse ante el nuevo regente de los Salamis, una raza que habitaba más de cien planetas y cuya población, muy avanzada, era incontable.
Ellos eran los artifices de las Galaxias de Ensayo, los Creadores de la comunicación transmutada y codificadores del Gen.
Las tres Brujas de Agrimonte se postraron ante el Emperador. El jefe de la Guardia Rauxo, qué tenia seis brazos y portaba seis pistolas de plasma, advirtió algo raro en una de las brujas, la más anciana: Claudiominestefosferene. Su cinta negra sagrada estaba ligeramente más suelta de lo que el Códice estipulaba. Y una perla de sudor gransiento corrió por su espalda.
"Hemos alcanzado al nuevo elegido....." dijo la más jovén de las brujas, Filfinedianmedianoda.
"Su nombre es....." gritó Claudiominestefosferene.
Era demasiado tarde para el Emperador y para todos los Salamis.
"Joeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee Fatriaaaaaaaanooooo" gritó Joe Fatriano mientras saltaba, o se dejaba caer, del alfeizar de su ventana, hacia abajo, hacia su liberación. Y mientras caía pensaba en lo mucho que podía haber hecho si se hubiera decidido y le hubiera metido mano a la vida con ganas. Ya era tarde, no había para el esperanza.
A menos que, se dijo, a menos que ahora se abriera un portal debajo de mi y yo acabara siendo Emperador de los Salamis.
¿Por qué demonios pienso esto? Algo va a pasar lo sé.
Pero no, no pasó. Joe Fatriano destrozó un monovolumen y acabó con la vida de Francis, padre de siete niños australianos.
La bruja Claudiominestefosferene se reía y sus carcajadas anegaron el fin de los Salamis.
Una sombra negra engulló toda la dimensión.