Actualmente me gano la vida como comercial de televisivo infantil/ infantil-adulto. Es sencillo, buscamos en las redes pequeñas empresas de desarrollo artístico de animación , viajo para conocerlos, veo sus proyectos y trato de colocarlos en alguna productora. Hace poco me traslade hasta Basilea para conocer a dos chavales ( pareja) estudiante de filosofía uno y ella programadora, que tenían entre manos un piloto muy potente; incluso contaban con el apoyo financiero del Semicantón de Basilea, y el argumento, básicamente, era una nueva historia de la filosofía pero narrada por botitos de mermelada y otras conservas. Todo comienza con Harry ( bote de albaricoque) que por un accidente que no se explica en el opening, se encuentra vacío de su sustancia, es solo un frasco de cristal. Trata de conectar con su fábrica, pero ha perdido además toda referencia a lote y origen, incluso lo han lavado a fondo. Esta colocado en la penumbra de un armarito, en un piso de estudiante, y un día, por un casual, Tohmen, el propietario del cuartucho, se deja en el estante unos apuntes de filosofía clásica.
Harry conoce a los presocráticos, sintetiza ( si esto es posible claro, lo ignoro, solo entiendo que hay una moraleja a favor del aprendizaje) y en cuanto capta su enseñanza recupera una parte de su contenido. Entonces aparece Sulfurus, un bote de espárragos en conserva y empieza a refutarle su discurso apelando a la realidad material, a las cadenas de montaje, a la mala alimentación, y desnaturaliza así todo su bagaje. Luego interviene ( todo es muy sistemático como un capitulo de House m.d) Galatea, un bote de mermelada de fresa, y lo seduce para ahondar sus esfuerzos y conseguir que lo vuelvan a llenar de mermelada de albaricoque, ya por último, en el summun del amor, Galatea le ofrece la mitad de su contenido. Harry rechaza y se abre un pequeño telón para el siguiente episodio, con un nuevo legajo de apuntes de historia de la filosofía.
Total que llego al estudio de Irina y Jakob, que es un pequeño ático cerca de, curiosamente, Sankt Jakob, y me encuentro con unos niños de mamá, con conciencia ecológica de los noventa y tantos, y que van todo el día fumados. Empiezo a indagar, pues no les veo el empuje para sacar adelante todo, si les veo el discurso, pero es un discurso de entreclases universitarias, y tras presionarles con varias preguntas trampa, descubro que la serie la está sacando a delante un emigrante Argelino llamado Shabi. Como tengo cierta libertad de movimientos en mi empresa, accedo a pagarles allí mismo en efectivo el piloto, unos tres mil dólares, con tal de que me contacten con Shabi.
Irina pone ojos de gata en celo y tras coger el dinero, les hago firmar unos contratos estándares, me piden que vuelva esa noche al piso y podre conocer a Shabi. Ante mis ojos, este argelino extravagante se va erigiendo como un futuro gurú de la animación, capaz de acabar con una etapa periclitada y contentadiza.
Hago tiempo hasta la noche, recuerdo dar un paseo hasta la Universidad de Basilea, me tomé unas cuantas carísimas cervezas, llamé a mi ex mujer para preguntarle por nuestro sobrino de siete años y si tendría la amabilidad de visionar una nueva serie, junto con ella, mi ex mujer, para calibrar las reacciones. Me mandó a la mierda.
Anochece, llego al piso, hay un montón de botellas de vino, y un nutrido grupo de chicas rubias y de imberbes y flacos “holandeses”, veo setas en un plato y luego le veo la cara desencajada a Irina, que parece estar cachonda cual Cleopatra y que lleva un batín de seda que le deja ocasionalmente un pezón a la descubierta. Yo estaba dispuesto a dar un pollazo en abtracto, pero ya de viejo me sucede que soy incapaz de excitarme si el contexto de la otra persona me parece fútil, o tedioso.
Le pregunto por Shabi y me dice que está avisado pero que él es como el viento y que lo mismo aparece como que no. Me enfado bastante, pero lo disimulo, voy hasta una de las mesas de bebida y me sirvo una mierda de vino de estos que están pensados solo para la resaca y compadezco a estos pobres europeos del meridiano de arriba. Hay un cambio en la música, de un rollo indie alt, se pasa a una cosa como mucho bombo y caja antiguo, de esa época de Nas, o quizá posterior, Roc Marciano, el tema es que no me acuerdo.
Entonces veo a un tipo de casi ciento treinta kilos y metro noventa, con una poderosa barriga y unos brazos hinchados, negro como la noche, caminando hasta mi.
En mal inglés, plagado de acento árabe, me dice: - ¿quieres conocer a Shabi?
La verdad, que me asuste, el sonrió para aflojar la tensión, pero su sonrisa no estaba pensada para ayudar a nadie.
- Mañana a medio día en la Catedral.
Y bueno, intenté tomarme unos vinos y meterle ficha a Irina pero esas dos cosas no estaban para mi.