Hielo: veis algo aprovechable en este proyecto novelita?

Altoresso

I.

“Después de abandonar una secta, digo, tras haber cobrado consciencia del engaño en el que se permanece y se toman las voluntades para salirse, aún, consagrado el divorcio con la antigua creencia, vienen los recuerdos y los arraigados mecanismos a atormentar la enclenque paz del en ciernes apostata”.

Dijo Altoresso en el tono de un dictado.

“La sombra de una estima personal favorable es larga y refrigerante pero todavía no se conoce un efecto meyorativo ulterior, es decir, la sombra cobija y remansa, pero no impide que lo atraviesen a uno con la espada o lo aten con grilletes de pesado hierro”.

Continuó mientras daba minúsculos paseos por la concurrida celda. Alguien comenzó a molestarse. Algunos.

“Suelen festejarse demasiado pronto algunas mejoras o libertades, ignorando que el devenir natural e histórico en el que nadamos, tiene con frecuencia, policromías inesperadas...”

  • ¿Y a éste que le pasa? – preguntó un hombrecillo flaco al que sin embargo parecían respetar el resto de presos.

  • Creo que es uno de esos, un scatto, de los del acta XXI…

  • Sé de sobras que es un scatto…

  • Lo siento Bhont.

  • Se supone que están todos alojados en los palacios del Alto templo…- dijo un tipo agorilado.

  • Pues más o menos como aquí. – dijo Bhont.

Todos rieron, algunos se esforzaron en hacerlo bien.

“En definitiva, esto últimos ciclos me han demostrado lo que ya intuía…”.

Continuó recitando Altoresso, algunos buscaban con desespero al otro interlocutor, como si hubiera un diminuto escriba en alguna parte del recinto patibulario, atento a su disertación.

“Que cada cual nace con la espada sobre la testa y una llaga supurante, llamada sino, y es poco más o menos tardío cualquier intento de cerrarla o apartarse…”

  • Oye, deberías estarte calladito, scatto… - dijo otro de los reclusos.

Altoresso se paró en seco y volteó su mirada hacia el que había hablado, parecía haberse dado cuenta de su situación justo en ese momento.

  • Aquí mando a callar yo, nadie más…- dijo Bhont.

Silencio.

  • Scatto, me ha llamado Scatto, a mi…, el príncipe de los herejes…jajajaja…- .

    Altoresso se agarró el vientre con ambas manos, sin duda haciendo un gran esfuerzo para no rodar de la risa.

Se escucharon multitud de pasos desde el angosto pasillo que conducía hasta el calabozo común. Pasos de hierro y prisa. Todos los presos se irguieron tensos y se pegaron al extremo opuesto de la celda, de húmedos ladrillos negros. Incluso Bhont dio unos pasos atrás. Altoresso por el contrario continuó pugnando contra su ataque de risa, con resultados ampliamente insatisfactorios.

Dos hombres muy altos y muy bien alimentados irrumpieron en la entrada del calabozo. En contraste con los nervudos y algo macilentos miembros de los allí apresados daban la impresión de pertenecer a otra especie, mucho más afortunada. Vestían de negro y llevaban embozado el rostro. Detrás de ellos emergió un hombrecillo barrigón, con el mentón cruzado de cicatrices, como si tuviera por hábito apoyar la barbilla sobre cristales. Un crujir de rodillas y un helar los corazones ocupó a cada preso al verlo entrar, serio y plantado. Mientras, la risa de Altoresso era odiosamente audible.

  • Se me ponen en fila los reclusos…- dijo el hombrecillo con los ojos entrecerrados…- . – Vinto de Bhont...Elud Marcolatia y el honorabilísimo señor Altoresso Laport.

  • Tengo inmunidad del conclave, asisto a la cámara, no puedo ser enjuiciado en este lugar…- dijo una voz achacosa y desesperada que pertenecía, por descarte, a Elud Marcolatia.

El carcelero barrigón hizo una seña con el hombro, muy sutil y como se vio después muy ensayada, y al momento uno de los hombres vestidos de negro extrajo de su cinto un cilindro que por una suerte de secreto interior se extendió dando lugar a una larga lanza que ensartó y dejó suspenso sobre la pared de piedra negra a Elud Marcolatia. Bhont dejó escapar un quejido. Altoresso había recobrado la esperanza y prometía acabar con la risa.

  • Se me ponen en fila Vinto de Bhont y el honorabilísimo señor Altoresso Laport. – dijo el carcelero sin abrir los ojos.

Bhont se colocó recto como el mástil de un barco junto a la puerta de la celda. Detrás de él, con el paso de uno que camina ebrio por la cubierta de un barco en plena tormenta lo siguió Altoresso.

“Y no siempre es el destino el que fataliza, hmmm, fatalizar, qué verbo, al hombre, no, históricamente hablando se ha tenido muy poco en cuenta el poder de abismar a los hombres que posee el licor de mora de Augencort”. Aún se le escapaba alguna risotada a Altoresso.

Los dos reclusos se perdieron en la oscura esquina del pasillo.

Allí, en el calabozo común, el silencio sepulcral se quebró por el lloro inconsolable de algunos hombres curtidos, fatalizados y abismados.

II

Merced al largo camino que anduvieron, intrincado de escaleras imposibles y pasillos abovedados Altoresso adquirió la semblanza de lo que suponía una concesión penitenciaria. Una sonata de aullidos y gemidos colapsaba el ya enrarecido aire subterráneo y la luz en permanente destierro veía su omnipotencia constantemente rapiñada por una arquitectura de la derrota.

El hombrecillo gordinflón encabezaba la tétrica comitiva e iba mascullando unas hoscas palabras de fastidio. Alcanzaron un hermético pasadizo, como si el mismo hubiese sido horadado por dedos desesperados durante siglos, que desembocó en una escalinata en espiral, de estrechísimos peldaños e incierto final. El hombrecillo gordiflón suspiró. Se giró y escrutó de pies a cabeza a Altoresso, luego miró por encima a Bhont.

  • Cuando lleguemos arriba, nos reciba quien nos reciba, las repuestas admitidas son: “Si, su excelencia.” O “No, su excelencia.” Si su Excelencia demandase una respuesta más alargada deberá tenerse en cuenta que: su Excelencia es mucho más inteligente que nosotros y también, muy celosa de su tiempo-.

Después de quince sudorosos minutos de ascenso Altoresso recibió una reprimenda en el costillar derecho por un comentario jocoso sobre las virtudes del elevador de poleas y contrapesos.

A la media hora de escaleras tomaron pie en una planicie alfombrada que anunciaba un pasillo lujoso, insospechado a tenor de lo visto en el entramado carcelario. Al inicio del rellano había colocadas unas jofainas con agua limpia y unas toallas. El hombrecillo se limpió el sudor de la subida y se acicaló, no así los hombres embozados quienes parecían no haber empleado esfuerzo alguno. El hombrecillo señaló un cubilete de madera en el suelo que contenía el agua de mil fregados. Impelió a los prisioneros al aseo, contando con la rápida disposición de Bhont mientras que para Altoresso fue necesario la ayuda de uno de los subalternos quien con mecánica fuerza introdujo la cabeza de rizos elaborados del scatto.

Se concedieron una pausa breve para el resuello y ahogando la respiración, el gordinflón se adelantó unos metros para comunicarse con un guardia, que custodiaba una imponente puerta labrada hasta la exasperación con simbología de protección.

  • Pasé diez días persiguiendo a los regulares del Archiduque, seis meses bajo las murallas de Donkthon, crucé junto al Bastardo los tres mares para recuperar a la princesa Dossa, sufriendo graves heridas y la perdida de amigos, extravíe la cordura junto a los demonios del Allende y volví con las manos vacías, preso y sin princesa…y me van a colgar junto a un scatto…- dijo Bhont.
  • Estas cosas son así, no se las puede uno explicar, jajaja.- dijo Altoresso.

El hombrecillo gordinflón regresó con la cara bañada en sudor y el gesto descompuesto, como si la larga ascensión hubiera sido una tarea sencilla frente a lo que ahora debía arrostrar.

Se acercó a sus secuaces y los despachó con un par de señas confusas. Se retiraron marchando coordinadamente.

  • Con suerte alguno sale vivo hoy. – dijo el hombrecillo.

Al acercarse al portón, el guardia empujó la pesada puerta y de inmediato un ceremonista los anunció:

  • Se presenta el alguacil comisionado Pryte con los tres presos requeridos... –

El vocero, que había mantenido la mirada hacia el infinito, los miró por el rabillo del ojo y carraspeó nervioso.

  • Junto a dos presos de los tres requeridos, su magnificencia. –

Un imponente salón abovedado daba cobijo a una mesa de varios pasos de largo, detrás de la cual se erguían solemnes tres sillas altísimas, despuntando sobre las demás, la central, dónde se mantenía cuasi petrificado un joven, de semblante casi adolescente, lampiño y blanquecino, coronado por una mirada que traspasaba todas las cosas y las contemplaba desnudas en su esencia. Susurró unas palabras a un hombre canento y barbilongo , ataviado con un traje de hombreras en punta. Al momento el anciano se irguió:

  • Que bella estampa, un scatto, y no cualquiera…Altoresso el maestro sutil, un consumado oficial de la guardia imperial….

Su magnificiencia juvenil tocó al anciano con un dedo, éste se agachó colocando su oído cerca de sus labios.

  • Un soldado raso con una hoja de servicios que abarca casi todos los enfrentamientos de nuestra historia reciente y un nervioso comisionado, lo más granado de la gestión carcelaria.

Hubo una pausa, Pryet palideció hasta el desvanecimiento.

  • Echamos en falta a Elud Marcolatia, inestimable escriba de la Cámara del Libro, uno de los escasos eruditos del manuscrito 1.1.1 y para muchos él más docto de la materia…

Pryet se arrodilló y agachó la cabeza, solicitó permiso para hablar. El anciano retornó su oreja para escuchar la voz de su magnificiencia. Instantes después dijo:

  • Si va a decir que en su expediente constaba que era un escribano de tercera de la ciudad de Hyk, y que una posible insubordinación mereció un correctivo fatal; prefiere nuestra Magnificiencia que conteste a…¿Considera que su hijo se encuentra capacitado para ocupar su posición de comisionado penitenciario?

  • Si, su excelencia. – Pryet contestó rápido y su cara denotaba que sabía las consecuencias de cualquier respuesta.

El anciano volvió por enésima vez a acercarse a la confidencia de su excelencia, optando por último por mantenerse semierguido.

  • ¿Ve usted Pryet cuáles son los requisitos previos a la hora de aplicar un correctivo final? Uno debe asegurarse de que tras la sanación de la insubordinación podrá cubrirse para la gloria del Imperio la baja que la justicia exige. La falta de inteligencia en el servicio es una flagrante ruptura de los deberes de lealtad.

Dos guardias se acercaron de ambos extremos de la cámara y agarraron de los brazos a Pryet, quien, parándose un momento en seco mostró a los guardias que iba de buena gana y que no toleraría ser arrastrado.

El anciano se dirigió a un funcionario ataviado con un sayo negro, y una cuidadosa tonsura en su cabeza. – Auxiliar Vondyk confiera a uno de los espléndidos agentes de Pryet la dignidad de servir a su Magnificencia y conceda el otro al hijo de Pryet, deberá entrar en el servicio esta misma tarde.

  • Si, su excelencia.

El anciano ordenó a todos los funcionarios y guardias que se retiraran. Entonces volvió a acercarse al oído de su excelencia y tras un segundo de vacilación se marchó del salón.

Cuando el supremo magistrado se aseguró de estar a solas con los dos reclusos, se relajó. Abrió su túnica y rebuscó en su interior, sacó una petaca ornamentada y le dio un largo sorbo.

  • La gente piensa que sé es más libre cuando no se depende de sustancias, en mi caso, el vino rubí de Aldo y las píldoras mágicas de Urin Botica. Esa es una ilusión que yo ya he desterrado. Pero tampoco puedo conducirme a la ligera.-

Rebuscó en otro de los bolsillos interiores y se llevó a la boca dos pequeñas bolitas negras, conforme se iba acercando a Altoresso y a Bhont y les hacía señas para que se sentaran.

  • He oído que en otras personas, aún aquellas dotadas de una puntuación alta en la escala Sentinel, acaban invirtiendo su inteligencia hasta prescindir de ella, no son capaces de gestionar el estímulo y se tornan estimulodependientes; acaba uno al servicio del vino de rubí de Aldo en lugar de servirse de él…Pero habemos otros casos, a los que únicamente nos funciona como mejora, como perfeccionamiento de una alta capacidad, la razón radica por supuesto en una clara superioridad estructural.

  • Creo que os equivocáis en todo, jovenzuelo.-

La cara de Bhont al escuchar a Altoresso hablarle así al magistrado experimentó una indescriptible confusión.

  • ¿Ah, sí?

  • Sí, yo mismo estuve tres años consumiendo polvo de Fho, o como lo llaman los acomodados: Escaldo angelino. Sentí que mis sentidos se arremolinaban con la potencia de mil tormentas en torno a los sacros misterios, que mis manos arrancaban de sus goznes las puertas áureas de la verdad…. Pero sólo era euforia, física, el cuerpo es muy perro. Tardé en darme cuenta, mucho tiempo, de que no sólo entorpecía mi foco, me estaba convirtiendo en alguien sumamente aburrido, y el aburrimiento es peor que la deslealtad….jajaja. Las capacidades solo crecen con su ejercicio.-

Altoreso amenazó con sufrir otro rapto hilarante.

  • Eso es sin duda muestra de baja capacidad volitiva, hay quien puede sobrellevarlo y ser excelente, mire si no a la ínclita figura del abuelo de nuestro emperador, ¿sabía usted que consumía tres buenos litros de rubí de Aldo al día? ¿Durante toda su edad adulta?-

  • Precisamente pone usted buen ejemplo…- dijo irónico Altoresso.

  • ¿Habríamos resistido el asedio durante décadas de las tribus sin el vino que bebía? ¿podría haber desembrollado las intrincadas traiciones que asolaban aún el seno de su familia sin el vino?

  • A decir verdad, nunca he visto un buen soldado, ni siquiera un hombre que merezca confianza que no tomase vino con asiduidad…- intervino Bhont.

  • ¿Le he dado permiso para hablar?- dijo airado su Excelencia.

  • El asunto es que no sabemos cómo habría sido todo sin vino, y mucho menos podemos adjudicar todo el éxito a los hábitos alcoholicos del antiguo emperador…poco se dice sobre la perfecta organización militar que le había legado su padre, y el rédito que le produjo el incremento de comercio de esclavos bárbaros con la Nación del sol. – dijo Altoresso.

  • Me parece que sostiene usted una posición moralizante en cuánto a las adicciones, además de ser estrecha de miras, apesta a consciencia de lo bueno y lo recomendable para un perfecto padre de familia, ordenado y responsable…luego fíjese usted que corta es la vida y cuan llena de sinsabores y debacles…uno necesita cierto consuelo…

  • Vaya tiene que haber aprendido usted a argumentar con algún viejo heptogramático…sin duda…¿quiere beber vino y tomar píldoras? Hágalo jovenzuelo, hágalo…si eso le ayuda a sentirse mejor y más confortable en este paseo hacia los infiernos, muy bien, yo sólo le hablo de que la merma mental es ostensible cuando uno permanece esperando con ansias la siguiente dosis, se vuelve uno un…ser muy aburrido, le vuelvo a decir…-

  • A mi no me pasara lo que a usted, le recuerdo que soy Sentinel 1 y sólo tengo diecisiete años, no hay otro precedente como el mío, aúno en torno a mi gestiones imperiales de tal magnitud que no es alcanzada ni por la de los otros once magistrados juntos…un adicto mermado no sabría cómo…-

  • ¿Comienza a ver usted las señales de aburrimiento, verdad? – dijo Altoresso mirando a Bhont.

El magistrado dio otro sorbo a su petaca.

  • Esto me pasa por enfrascarme en disputas con un scatto, pero está bien, le he cogido la medida.

  • Una de ellas…-

  • Suficiente, por favor acompáñenme a la mesa…-

Altoresso y Bhont, que tenían sus manos aún engrilletadas y éstas a su vez a la cintura por una pesada cadena, siguieron al juvenil magistrado. Desenrolló un pergamino y abrió un pequeño códice que parecía funcionar como un cuaderno de notas personales. De escritura apretada y atestado de ilustraciones.

  • Sus compañeros scattos, como es sabido, se encuentran distribuidos por los siete templos de la ciudad, según el último censo, son setenta con usted…-

  • Si, bueno, Daryo de Munso está temporalmente vivo, y a Coso Pico de Oro le cuesta remontar los días…pero sí…

  • En breve serán convocados ante el Sublime para entregar su parte de la profecía, para exponer al Emperador los caminos de los próximos cincuenta años, el gran Júbilo…-

  • Si, yo aún estoy perfilando mi parte, jajaja….-

  • Lo he mandado apresar, para escándalo de la Orden, con la sola razón de encomendarle una gran tarea,

  • Bueno, se lo he puesto fácil, he abjurado, apostatado, y todo eso, ya no soy más un scatto…-

  • Si, esa es la coyuntura sí…-

Mientras tanto Bhont se mantenía silente, salvedad hecha del lenguaje autónomo de sus cejas y de las comisuras de labios y ojos que no cesaban de gritar auxilio pero aparentando interés. Por el contrario Altoresso estaba inclinado sobre el pergamino, con un costado descansando en la mesa.

  • Quiero hacerme con el control de todos los scatto. Nuestro imperio necesita reconducir la Orden, no habéis servido para nada en los pasados cinco siglos, solo basta leer las actas…pero yo os voy a dar utilidad…

  • Bueno, en defensa de la Orden, antes teníamos el apoyo de la Corona para hacer coincidir las predicciones con el futuro en sí, ese celo sin condiciones que mostraban por los scatto…era nuestra mejor arma…plegaban la historia a nuestros requerimentos.

  • Fue el primer día de la Orden el único que tuvo algo de sentido, y me apoyo en fuentes diversas, incluso historiadores de naciones rivales….allí en aquellos remotos tiempos cuando solo había tres scatto…se habla incluso de profetizaban a viva voz ante multitudes, y que sus cuerdas vocales tronaban todos los rincones del imperio….el gran Filox , el insuperable Magnaco, el tormentoso Bheló… y ahora , mirese….

  • Tendría que verme borracho en una taberna, no se oye más voz que la mía…

  • Bueno, entiendo que vas a obedecerme, es eso o subirte a la Grandiosa y lanzarte varias millas hacia las montañas Despeñadas…

  • Esa maldita catapulta…

  • Voy a iniciar una campaña de descrédito, tengo multitud de agentes trabajando en ello, no va a salir indemne ni un solo scatto, solo usted…

  • ¿y ese honor?-

  • Digamos que admiro su obra, ¿nunca se ha hecho la prueba? Creo usted y yo somos los últimos inteligentes…, estuvo soberbio con su libelo Contra la Profecía o ¿Se ha olvidado Dios de nosotros?

  • Es ánonimo…

  • Ya…

  • En paralelo, le haré viajar hacia dos recónditos lugares acompañado de ese señor soldado de ahí… y de los matones que él personalmente elija,

  • ¿Hacia dónde?

  • La torre negra de Kajste y una pequeña aldea a varias semanas al sudeste….

  • El conclave de los astrónomos…¿y?-

  • Una esposa para nuestro emperador….

  • ¿Sangre Féntica?

  • Ve ahora por qué es usted el idóneo…el conocimiento….qué placer.-

  • Deberías dejar ya el vino rubí…semejante locura…¿quieres que capture al Hechicero de Kajste y que traiga a una princesa Féntica hasta aquí con la ayuda de mi amigo el cabreado y diez espadachines borrachos…

  • Y con tu cabeza.

  • Yo me encargaré de promulgar tus profecías, imitaré personalmente tu estilo…

  • ¿Y si me niego?

  • Cómo intuyo que no le tienes gran cuidado a tu existencia tengo como huésped a tu sobrina Dala y de nuestro soldado a sus hijos…

Altoresso y Bhont se miraron.

  • Tomad este pergamino, es un detallado mapa por una cara y un útil salvoconducto por la otra, firmado, claro está por otro magistrado, no por mí, esta bolsa de monedas de oro de siete y mi bendición en forma de…ya podéis marchar…empezad por el hechicero, hay un códice muy bueno en la biblioteca del Rial sobre la persona del Hechicero….

  • De benedicta nocte.

  • Ah, maravilloso. Hay un detalle a suplir, la muerte de nuestro amigo Elud Marcolatia, necesitareis algún docto entendido en el manuscrito 1.1.1-

  • Fíjese que no veo la conexión.-

  • La verá, la verá.-

                                                                ***

Caminaron por la polvorienta arteria que segmentaba en dos la Ciudad Elevada. No intercambiaron palabra alguna. Ya sin los grilletes, esquivaban ora un carromato ora un puesto de mercaderías, o una turba de harapientos ciudadanos. Altoresso un paso por detrás de Bhont y éste sin la menor idea de hacia dónde andaba.

“Inimaginables acontecimientos cercan ahora mi vida, del yugo de la justicia véome ahora liberto, en dudosa compañía y con aciagos pensamientos, debo comenzar a mover mi mente superior por la subrealidad, para allanar mi camino, el gran Señor estará a mi diestra y a mi siniestra, pero…¿desde cuándo tengo yo una sobrina siendo ciertísimo que jamás tuve hermana? ¿Dala? ¿Lo habré olvidado?”.

  • Oiga, señor Bhont…¿tiene usted hijos?

Bhont se paró súbitamente. En su cara volvió a circular la sangre.

  • Coño, claro, eso es lo que me tenía ensimismado. Verá, mi gente y yo teníamos ya por cierta la horca, fulminante sentencia por insubordinación en el frente….y se me ha pasado, al verme libre, que no tengo hijos, ni mujer, bueno, he hecho mis cosas pero nunca ha llegado a mis oídos eso…que yo sea padre.-

  • Es casi hasta una injusticia, otra.

  • ¿Va usted a llevar adelante la encomienda del magistrado?

  • En la bolsa hay doscientas mil estrellas imperiales, en monedas de oro de siete, no sé si se hace una idea de cuánto dinero es…

  • Una estrella imperial es el sueldo de un capitán durante un año en el frente, sí, sé….da vértigo…

  • Al ver tal cantidad de dinero, ilógicamente superior al necesario, mucho menos colocado en nuestras manos, me he parado a pensar en que el magistrado nos está utilizando como mecanismos de evasión de fondos…

  • Debería haber muerto en el Allende.

  • Vamos a tratar de divertirnos, ¿conoce alguna posada de mediano buen gusto?

  • Si, cerca de aquí, La Buffa…

  • ¿Le quedan aún buenos conocidos, hombres de armas?

  • Algo hay, si….

  • Cite en la posada a los tres mejores, no tenga miedo en que sean mejores que usted, estamos atados por un hilo rojo, lo vi desde que estábamos en la celda…

  • Con que gusto le atravesaría el cuello con mis manos, scatto.

  • Ese es el hilo.

  • Nos veremos a media tarde, en la Buffa. Deme la bolsa.

  • ¿Perdón?

  • No conozco ninguna posada, ningún comerciante que pueda aceptar una moneda de oro de siete, y tampoco creo que esté preparado para defenderla…

  • Cierto, bueno, cambie algunas monedas en otras de más bajo valor….

  • Hasta luego.

Altoresso se condujo hasta la Biblioteca del Rial, deambulando erráticamente por la deshecha calzada antigua, hasta que casi por casualidad arribó hasta la imponente fachada de columnas del Rial, una biblioteca y una selecta escuela para hombres distinguidos. Se identificó, muy a su disgusto, como Altoresso el scatto y en seguida el maestro bibliotecario puso a su disposición a uno de los archiveros para complacerlo en sus peticiones. Lo llevaron a una cámara separada, dónde ardía un acogedor fuego y había sillones de piel y una mesa destinada para refrigerios. Pidió un libro de botánica, otro de ciclos lunares del profesor Thën, y por último el De benedicta nocte. El archivero dio un respingo al escuchar el tercer título y comentó que ese libro precisaba de dispensa magistral, estaba clasificado como libros hostiles al imperio. Altoresso pidió que llamara al maestro bibliotecario y al poco acudió éste, arrastrando su pesado cuerpo, con la cabeza calva perlada de sudor.

  • Excelente scatto, no puedo proporcionarle acceso al libro…

Altoresso rebuscó en el interior de su camisa y sacó el pergamino, lo ojeó, le dio la vuelta y con voz trémula leyó: “El poseedor de éste salvoconducto se encuentra de facto habilitado como agente del magistrado Dhenys, tendrá libre circulación por cualquier lugar del vasto imperio, incluyendo dependencias oficiales, con la salvedad de la cámara del Emperador y sus baños anejos, pero, con total seguridad, podrá entrar en la Biblioteca Rial y pedir cualquier clase de libro, incluido claro está el De benedicta nocte…”.

  • No hace falta que siga leyendo ¿verdad?

  • ¿Puedo cotejarlo, para anotarlo en mi registro?

  • Está escrito en….Alto Ghenedio…, antiguo alto Ghenedio oscuro tardío….-

  • Tenemos un especialista.

  • Pero la letra es muy pequeña, se va a fatigar la vista, el adjunto de Dhenys escribe con la letra muy pegada, se lo enseñaré…-

Altoresso se levantó fugazmente y pasó por la cara del maestro bibliotecario el pergamino a toda velocidad, completando la exhibición y retornando a su asiento en menos de un segundo.

  • No hay respeto por los miopes en este imperio.

  • Le tengo mucho respeto, Altoresso, es por eso que voy a darle unos minutos para que se marche serenamente, sin empleo de ninguna fuerza…

  • Se identificar por mí mismo una aporía, tenga buenos días.

Altoresso se marchó con un paso muy lento, afectado, deteniéndose algunos segundos a contemplar insignificancias decorativas. Se giró y vio el duro semblante del maestro bibliotecario y comprobó la magnitud de la caja torácica del guardia privado que había detrás de él. Aceleró perceptiblemente el paso y cuando ya quedaban pocos metros para alcanzar el pórtico, arrojó al suelo un cuadro del gran salón de Lectura, un jarrón que se rompió al tocar el suelo y unos cuantos cuadernos hacinados en la entrada. Entonces empezó a correr, obviando los gritos de rabia que lo alcanzaban por detrás.

                                                       ***

El declive del gran astro coloreó de rosado los edificios de piedra y madera, sombreando al tiempo recovecos, tornando el aire en una infusión agradable a la respiración.

Altoresso estaba algo abatido, pero estar abatido era su estado connatural, así que se mantenía cómodo en su franja de pesar. Quería arreglar los asuntos y encaminarse por la gran calzada hacia el norte, comprar buenos pertrechos, un carro por lo menos para el trayecto adoquinado, descansar unos días en el interior de Tubal, degustar sus maravillas y la atmosfera salutífera y la confidencialidad de sus atribulados campesinos. Lo que fuera con tal de abandonar Thara Imperial y todo ese olor a procedimientos y sobre-planificación y destino nacional.

Siguiendo algunas indicaciones accedió a la ancha calzada que terminaba, en una suerte de callejón cerrado por una antigua muralla, al mamotreto de tres plantas, piedra amarilla y buena madera de cedro arriba, con un imponente tejado a dos aguas algo descuidado, que tenía por nombre La Buffa. Un lugar perfecto para intercambiar metal por placer y en ocasiones metal por metal y metal por dolor, a tenor de las incontables reyertas que se orquestaban tanto dentro como fuera de la casona.

Pensaba en eso mientras se acercaba y notó el primer aviso en su espina dorsal, como un sobresalto, una centella. Tras unos cuantos pasos más, al oír la contundencia de la música que bramaba por salir a las calles, concluyó que había sido demasiada mala idea dejar a Bhont con tanto dinero. Un soldado con la sombra de la horca en el cuello, liberado casi por decreto divino y enviado a una misión abisal, de buen seguro buscará emborracharse y cometer toda clase de disparates para encontrar a tientas las paredes del sentido.

Un desmadre de violines desafinados, gritos y risotadas; y cuando Altoresso iba a cruzar la puerta un hombre atajó volando por la ventana, rompiéndola con la cabeza, ignorando las restricciones gravitatorias para aterrizar con sus huesos en el suelo, estirado por completo, preparado para una larga siesta. Un presentimiento hizo a Altoresso acercarse hasta el accidentado, y tras comprobar que no era Bhont, entró en La buffa.

Ahí estaba Bhont, con las piernas bien abiertas pero afirmadas, y los brazos componiendo el gesto que queda cuando lanzas a alguien varios metros por el aire. La cara desencajada de alcohol y los ojos tirados por el espíritu de la bebida. En su misma mesa, dos hombres encogidos de hombros, la cabeza en los asuntos del trago y la mirada fiera. Bhont volvió a sentarse o a intentarlo. Empleó varios segundos en mirar confundido a sus compañeros, luego a la mesa, luego al techo y por último a su copa. Estaba más allá.

Altoresso los rodeó por un costado, se apoyó en la barra y pidió un Clarete ambarino, pero el tabernero por todas le entregó una jarra de madera rebosante de hidromiel especiada. Altoresso buscaba desesperadamente la bolsa de oro. Se le volcó el corazón a ver el despliegue de monedas de oro menor y plata sobre la mesa, amontonadas. Algunas mujeres se aproximaron y una de ellas se sentó sobre los muslos de Bhont. Estaba claro lo que querían, los ojos se les iban a los montones.

Los compañeros de Bhont sonrieron ante las veleidades femeninas. Sin embargo Bhont, tras hacer una seña que debería significar otra copa, apartó con bastante fuerza a la mujer que se le había sentado encima. Ella se indignó sobremanera, llevando su enfado a niveles de espectáculo. Atrajo así la atención de buena parte de los parroquianos, que jugaban naipes y trasegaban. Como la mujer, pellirroja y con los ojos violáceos, advirtió Altoresso asombrado, se creciera ante el público, su público, arrojó una bofetada contra Bhont.

Bhont tenía que haber recibido en su vida muchas tentativas de tortazo. Conocía bien el mecanismo y su naturaleza. Sin mirarla detuvo el golpe asiendo con precisión su muñeca, se incorporó y giró sus caderas con fuerza, bajó algo la espalda y estiró su musculado brazo. De resultas de tan coordinado movimiento la joven pellirroja salió proyectada por el mismo canal aéreo que recorriera el anterior viajante de ventanas. Con el impulso, el vestido se plegó y muchos se alegraron, como así atestiguaron sus waooooo, ante la visión de su culete juvenil.

Altoresso estaba maravillado. El tabernero entró en un cuartucho pegado a la barra, dejó la desvencijada puerta abierta y, como pudo escuchar Altoresso, dijo:

  • Un veterano, se le nota recio, no sé quién es pero está en la mesa con Dhone, es la segunda persona que tira por la ventana, y ahora ha sido a Jennesandra.

Una voz grave y cavernosa dijo:

  • Vaya, ¿Dhone por aquí? Llama a Henny y a sus chicos, están arriba bebiendo, ya salgo yo también.

Altoresso hizo sus cálculos. Imaginó que clase de cuello podría dar cobijo a aquella voz atronadora, y luego continuó imaginando los formidables hombros que debían recibir un cuello de ese tamaño pero dejó de imaginar cuando su jarra de hidromiel tembló al ponerse en pie el hombre de la voz estentórea.

Altoresso corrió hasta la mesa de Bhont, alarmado y nervioso, y justo cuando se acercaba notó como el brazo de uno de los acompañantes de Bhont se tensó y la mano se dirigió al cinturón. Pero, el acompañante lo escrutó en una milésima por el rabillo del ojo, sin girarse, y sus dedos se alargaron hasta apartar una silla libre, ofreciéndosela a Altoresso. En un segundo estaba sentado ante Bhont, ignorando que suerte de magia produjo aquel desenlace.

  • Estamos en serios apuros, hay una bestia ahí dentro y bajan no sé cuántos hombres de arriba….señor Bhont… ¿qué ha hecho?

  • Perfecto, ahora cállate y déjanos hacer.

A esa distancia se dio cuenta de que, a pesar de que Bhont no había parado de beber desde que entró, no estaba ni la mitad de borracho de lo que daba a entender. Claro, pensó Altoresso, esa destreza arrojando gente por la venta…

Como Altoresso estaba sentado de frente a las escaleras pudo ver que unos seis hombres, bien provistos de metal elaborado, bajaban despacio las escaleras. Tenían las mismas miradas y andares que Bhont y sus chicos. El tabernero hizo señas al que iba en cabeza, mostrándole la mesa en la que Altoresso estaba. Se le escaparon unos gases, dicen que el cuerpo aligera cuando se prepara para la huida, y, bueno, Altoresso no era un bravucón.

El sonido de la música bajó y las conversaciones antes a gritos se desenvolvían ahora en cuchicheos. Las pisadas, elefantinas, se acercaron, Altoresso no se atrevía a mirar hacia el presunto gigante, y se conformó con verse sepultado por su sombra.

  • ¿Es éste que viene Dhone? – preguntó Bhont.

  • No, está con los otros, seguro, gasta un buen bigote como te dije…

El gigante poso uno de puños sobre la mesa y Altoresso comprobó como la mesa se doblaba por el peso. Debía medir algo más de dos metros y era el tipo más corpulento que había visto jamás, pensó en la tortuosa vida de su sastre y en las dificultades para reponerse de un puñetazo suyo.

  • Tengo que pedirles que abandonen La Buffa, además deberán abonar los costes de la ventana y una indemnización para Jennesandra.

  • ¿Éste quién es Dhone? - Inquirió Bhont.

En un torneo de perplejidad Altoresso y el gigante compartirían primer premio. Se le notaba en la cara que nunca le había hablado nadie así, y sin hablarle además.

El grupo de matones se acercó a la mesa, por detrás, formando una medialuna. Altoresso no estaba pasándolo especialmente bien ante los escenarios que podrían concluirse allí mismo. El que parecía liderar el grupo, más adelantado, portaba un grueso bigote y tenía la cara esquirlada de costurones. Sonreía con sorna y le faltaba algún que otro diente. Cruzó unas palabras con el gigante. Luego dijo:

  • Señoritas, acompañadnos fuera, ahora mismo.

Bhont se giró levemente desde su silla. Dhone asintió con la barbilla. Entonces Bhont se llevó la mano a la bota y en lo que tarda la luz en llenar una habitación, agarró al bigotudo por la pechera y le cubrió el cuello de puñaladas con un cuchillo ancho, corto y macabro. El matón se desplomó a los pies del veterano. Altoresso no pudo ver sus facciones, solo veía su espalda, pero incluso el gigante estaba petrificado. Nadie hizo un movimiento.

La calma se quebró cuando el gigante se abalanzó contra Bhont. Pero el compañero de su izquierda, el mismo que había sentado a Altoresso, trastabilló los pies del grandullón y acompañando su desequilibro con la mano sobre la nuca lo condujo hasta el borde de la mesa con violencia, hasta golpearle severamente la frente con el filo. La mesa se partió con el impacto y el gigante se derrumbó si no muerto bien servido.

  • Damos por resarcida la honra de la hija de Dhone.

Ninguno de los bravucones hizo nada. Las manos que se tensaron antes sobre las armas ahora yacían laxas en los costados. Apuraron las copas, Bhont recogió el montón de monedas y los tres amigos se incorporaron. El veterano miró a Altoresso y le dijo:

  • Mi parte está hecha.

Salieron de La Buffa. La noche estaba cerrada en el negro y las leves luces de los farolillos apenas impugnaban su hechizo. El otro compañero, al que llamaban Fhen, sacó una botella del coleto. Altoresso la reconoció. Era un vino endiabladamente caro. Todos bebieron.

El viejo soldado se apoyó contra un murete. Los demás se pararon. Vomitó.

  • Los nervios.
                                                         ***

Acabaron en una fonda fuera de las murallas. Fhen había susurrado en dos ocasiones que los estaban siguiendo y pese a que Altoresso no percibía nada, Bhont tomó muy en serio sus advertencias. En la pensión La vera había un fuego comunal y una retahíla de jergones en el amplio salón. El aspecto de la mayoría de los hospedados era lamentable y sólo había hombres, macilentos y desvencijados. Jornaleros emigrantes, no encontrarían trabajo allí tampoco, ya no había trabajo en ningún sitio. Bhont le pidió a la regenta, una señora muy gruesa y ciega, una habitación separada para ellos. Dijo que La vera no era una casa de ricos, allí todos dormían en el mismo suelo, a excepción de su alcoba personal, no había otro lugar. Los soldados asintieron, bastante cansados y buscaron un hueco donde echar la cabeza, esquivando cuerpos diseminados al albur. Sin embargo, Altoresso pidió a la anciana compartir su habitación, argumentando que no podría dormir de otro modo. Los veteranos se volvieron y le miraron extrañados, dejaron de interesarse en seguida cuando estiraron sus mantas. La anciana se acercó al scatto y le pasó las manos por la cara, luego clavó la nariz en el cuello y aspiró profundo. Sus cejas se enarcaron y se quedó en suspenso durante largos segundos, luego como si recordara algo secreto, sonrió y dijo:

  • Ronco y sufro de flatulencia.

Cuando Altoresso percibió que la anciana había logrado el sueño se desvistió con mucha lentitud. De sus desgastadas botas altas sacó un pañuelo que de tan apretado había adquirido rigidez. Lo desenvolvió y tras suspirar tomó una de las piedritas amarillas, como un gránulo, que estaba hecho de raíz de cus y campanilla y que tenía un fortísimo efecto contra los dolores.

Al retirarse los pantalones, que eran de buen cuero y lo acompañaban desde hacía años, comprobó el estado de las vendas que tenía apretadas contra el muslo derecho. Llevaba días sin poder prestarles atención. Había tomado la precaución de agenciarse unas buenas tiras de tela que le valdrían para renovar el vendaje y un poco de tinta de mala calidad y una cañita afilada para escribir. Desenrolló el vendaje, que tenía escritos unos glifos en las cuatro esquinas y levantó la vista para mirar a la vieja posadera. Su barriga subía y bajaba con lentitud.

La raíz de cus inició sus efectos, en unos quince minutos estaría sedado por completo, tenía que terminar rápido.

Un tajo de unos diez centímetros, perfectamente cicatrizado pero sin cerrar, en su centro una depresión algo más de un centímetro, al modo de un gran ombligo, pero ennegrecido permanentemente. Renovó las vendas. Y, como hacía algunas veces, se ejercitó en recordar los detalles, la manera en que había empezado todo, buscando siempre la posibilidad de una explicación. Era lo único que podía hacer.

Le había salido hacia cinco años de la nada. Comenzó con unas súbitas fiebres y alucinaciones, su cuerpo desde aquel día ando por otros caminos, no volvió a reconocerlo ni a sentirlo propio. Uno de los scatto Uldreb, había examinado la herida. Señaló a Altoresso que aquello tenía un aspecto turbio y que, en su opinión, nadie debía saber lo que tenía hasta que se arrojara luz, al poco falleció para fortuna de Altoresso y se llevó el secreto a la tumba. Le recomendó visitar un curandero retirado, que había viajado lejos, al Allende e incluso a los desiertos remotos y que conocía otras formas de curar.

Cuando las fiebres remitieron se dirigió hasta su casa, que estaba cerca de Tharas Imperial, en una

......

zErOx

Joder qué movida no?

s3niK

#1
Consejo:
Créate un pdf, súbelo para que la gente lo descargue y lo pueda leer mucho mas cómodo con sus paginitas, royo leerlo en el móvil, o en el ebook. Porque da mucha pereza leer tu arranque en la web. Asi usas el hilo para contar un poco la idea del libro y contar que intención tienes con él. Que luego la gente vaya al PDF y lo baje si le interesa.

PD: He leído un poco y tiene cosas interesantes.

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