Compra de casa fallida

T

Llevaba meses buscando la casa perfecta. Al fin, encontré una casona antigua en las afueras, rodeada de árboles y con ese toque misterioso que me encantaba. Contacté con el agente inmobiliario y conocí a Ezequiel, el dueño. Era un anciano de hecho polvo.
La casa me encantó desde el primer momento, y no dudé en firmar las arras ese mismo día.

Sin embargo, l día siguiente, recibí una llamada del agente: Ezequiel había muerto esa misma noche, horas después de firmar los papeles. Sentí una mezcla de desconcierto y tristeza. Entre otras cosas por que no sé qué va a pasar ahora, me interesa la casa

jackvendetta

¿Qué tipo de mierda es esta?

3
TRippY

Se os ha jodido el script, dos temas creados este día con cuenta nueva

DrDr3
7
BeTiS
#1TrafiQO:

Entre otras cosas por que no sé qué va a pasar ahora

Dices que no sabes que va a pasar pero afirmas que es una compra fallida.

flipas23

Ezequiel ha fingido su muerte y ahora se está cepillando a tu novia cual decrépito de oldje.

wolfmanovich

Tienes que ir con una espiritista rápidamente al velatorio ahora que todavía está su alma en tránsito. Si todo va bien Ezequiel se levantará del féretro y hará fehaciente vuestro acuerdo delante de la familia, así evitas disputas

RX-78-2

Parece el inicio de una peli de miedo

Leoshito

Pues es una buena base para una historia, deberías de ofrecérsela a Antena 3, te la ponen en la peli de la tarde.

n3On

[email protected]

Toma, para que puedan hacer una serie de tu maravillosa historia

Kenderr

Mataste a ezquiel

jotaesp92

Ezequiel sabía que asuntos internos le tendía una trampa?

2
bLaKnI

Al colgar el teléfono, una sensación extraña se apoderó de mí. No solo era tristeza por la muerte de Ezequiel, un hombre que apenas había conocido, sino también el desconcierto sobre lo que esto significaba para la compra de la casa. Decidí llamar de inmediato al agente inmobiliario para entender la situación.

—La verdad es que es complicado —dijo el agente con tono solemne—. La propiedad pasa ahora a los herederos, pero no sé si todos ellos estarán de acuerdo en continuar con la venta.

La noticia me dejó un sabor amargo. ¿Y si todo se echaba a perder? Había encontrado la casa perfecta, y ahora la posibilidad de perderla me parecía insoportable. Además, algo en mí sentía un vínculo con aquella casona que iba más allá de lo racional. Era como si me estuviera llamando.

Esa noche, no pude dormir bien. Soñé con Ezequiel, su figura encorvada, sus ojos cansados mirándome con una mezcla de urgencia y tristeza. En el sueño, estaba de pie frente a la casa, señalándome la puerta principal mientras decía algo que no lograba entender. El viento soplaba entre los árboles, creando un murmullo que parecía formar palabras incomprensibles. Me desperté con el corazón acelerado y un sudor frío recorriendo mi espalda.

A la mañana siguiente, decidí volver a la casa. Tenía que verla una vez más, sentir ese lugar y tal vez encontrar alguna respuesta. Llegué hasta la verja oxidada y, para mi sorpresa, la puerta estaba entreabierta. No recordaba haberla dejado así. Empujé suavemente, y el crujido del metal resonó en el silencio de la mañana.

La casa parecía igual, pero había algo diferente. El aire se sentía más pesado, y una sensación de presencia llenaba cada rincón. Caminé hasta el salón, donde había firmado las arras con Ezequiel. Sobre la mesa, encontré un sobre cerrado con mi nombre escrito en una caligrafía temblorosa. Lo tomé con manos trémulas y lo abrí.

Dentro había una nota escrita por Ezequiel. Decía: “La casa es tuya, pero debes entenderla antes. No temas lo que escucharás en la noche. Ellos solo quieren ser escuchados”.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Miré a mi alrededor, sintiendo que las sombras de la habitación se alargaban, y algo en mí supo que mi vida había cambiado para siempre. No solo había comprado una casa; había adquirido un misterio, uno que tal vez nunca sería capaz de comprender del todo.

3 1 respuesta
sefivy

#13 Sentí un nudo en la garganta al terminar de leer la nota. ¿"Ellos"? ¿Quiénes eran "ellos" y qué querían decir con "ser escuchados"? Las palabras de Ezequiel flotaban en mi mente como una advertencia velada, y aunque mi instinto me gritaba que debía salir de la casa y no volver jamás, algo me retenía allí, como si estuviera atrapado en una telaraña invisible.

Decidí explorar más. No podía marcharme sin intentar entender a qué se refería Ezequiel, aunque una parte de mí dudaba si realmente quería saberlo. Subí las escaleras que crujían bajo mis pies, cada sonido resonando como un eco en el vacío de la casa. Llegué al piso superior, donde las habitaciones se alineaban a lo largo de un estrecho pasillo. El aire era más denso allí, casi sofocante, y una ligera brisa parecía provenir de alguna parte, aunque no había ninguna ventana abierta.

Al final del pasillo, una puerta que no había notado antes estaba ligeramente entreabierta. La luz que filtraba era tenue, casi irreal. Con el corazón latiendo a toda velocidad, me acerqué lentamente y la empujé con cuidado.

El cuarto estaba vacío, salvo por un viejo espejo de cuerpo entero colocado contra la pared. El marco dorado estaba cubierto de polvo, y la superficie reflejaba apenas las sombras del cuarto, deformadas, como si el vidrio estuviera distorsionado. Me acerqué al espejo, y mientras lo hacía, una ráfaga helada me golpeó el rostro. Instintivamente, me detuve.

El reflejo en el espejo comenzó a cambiar. Ya no era yo lo que veía. Frente a mí, una figura se formaba lentamente. Era un hombre, alto y delgado, con ojos que parecían brillar desde el otro lado del vidrio. Aunque su rostro me resultaba vagamente familiar, no era Ezequiel. Sus labios se movieron, pero no salió ningún sonido.

El miedo me paralizó. No podía apartar la mirada, ni moverme, ni siquiera respirar con normalidad. Entonces, una voz, suave y quebradiza, resonó en mi mente, como si proviniera del interior del espejo mismo.

—Ayúdanos...

Sentí un frío indescriptible. Di un paso atrás, tambaleándome, pero algo en mi interior me obligaba a quedarme. Era como si aquel ser estuviera atrapado, suplicando en silencio por algo que no comprendía. Y de pronto, la conexión se cortó. El espejo volvió a reflejarme a mí, jadeando y pálido, como si el aire mismo hubiera sido arrancado de mis pulmones.

Me di la vuelta y salí corriendo de la habitación, bajando las escaleras a trompicones, con el sonido de mis pisadas retumbando en las paredes vacías. Me detuve en el salón, con el sobre aún en la mano, intentando recomponerme.

No podía ignorar lo que había visto. Sabía que, de alguna forma, esa casa albergaba más que recuerdos del pasado. Las palabras de Ezequiel, “no temas lo que escucharás en la noche”, resonaban en mi mente. Me sentía como un intruso en un lugar que no pertenecía del todo a este mundo, un lugar donde las líneas entre los vivos y los muertos eran demasiado borrosas.

Esa noche, decidí quedarme. Tenía que saber más. Me instalé en una de las habitaciones del piso inferior, eligiendo una silla cerca de la chimenea. La casa estaba en silencio, pero era un silencio expectante, como si estuviera esperando a que algo sucediera. Las horas pasaron lentamente, y el cansancio comenzó a vencerme, pero justo cuando mis ojos se cerraban, lo escuché.

Un murmullo.

Al principio, apenas era perceptible, como el viento rozando las paredes, pero fue haciéndose más claro, más insistente. Venía de todas partes y de ninguna en particular. Parecía envolverme, acariciar mis pensamientos.

—Ayúdanos… escucha…

Abrí los ojos de golpe y miré a mi alrededor. El aire a mi alrededor vibraba, como si la casa misma estuviera susurrando. Las sombras en las paredes parecían moverse, estirarse, tomar formas humanas por breves instantes antes de disolverse. De pronto, entendí.

Ellos no querían hacerme daño. Solo buscaban ser escuchados. Algo terrible les había sucedido, y estaban atrapados, buscando a alguien que los comprendiera, alguien que pudiera desentrañar el misterio que los mantenía encadenados a esa casa.

Respiré hondo y cerré los ojos de nuevo, dispuesto a escuchar. ¿Qué era lo que querían contarme? ¿Y qué parte de la historia me faltaba por descubrir?

La voz en mi mente se hizo más clara, y una frase resonó, cargada de una verdad inquietante:

—No fue Ezequiel…

HammelSF

#1 Ahora que no es morada de nadie puedes meterte de okupa un par de años hasta que los herederos te echen.

O mejor, se la compras a precio reducido por estar okupada.

HeXaN

¿Quién es el mamonazo que está aprendiendo Python y se ha creado un bot para el foro?

pamplino

Que elegancia. que rimbombancia, pero el nudo del estómago que se forma tras leer la historia de Ezequiel, me perpleja y me deja atónito. ¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? ¿Puede ser mi gran noche?

Oficinas

Le he preguntado al Chat-GPT y quizás no he expresado bien mi pregunta puesto que la respuesta es esta:

Un usuario comparte su experiencia al comprar una casa antigua en las afueras. Después de firmar el contrato de arras, recibe la noticia de que Ezequiel, el dueño, murió esa misma noche. Desconcertado, visita la casa de nuevo y encuentra una carta de Ezequiel que lo advierte sobre “ellos”, seres que solo quieren ser escuchados. El usuario comienza a experimentar fenómenos paranormales: sombras que se mueven y voces que piden ayuda. Con el paso del tiempo, comprende que los espíritus están atrapados en la casa, buscando a alguien que los escuche para resolver un misterio ligado a su muerte.

1 respuesta
TRippY

"La casa de los susurros"

Llevaba meses buscando la casa perfecta. Después de recorrer barrios, revisar anuncios y visitar varias propiedades que nunca terminaban de convencerme, apareció una que, desde la primera foto, me llamó la atención. Se trataba de una casona antigua, rodeada de árboles frondosos y situada en las afueras de la ciudad, justo lo que siempre había querido. Era una casa grande, con historia. Tenía ese aire rústico y misterioso que me fascinaba.

Contacté rápidamente con el agente inmobiliario, y en poco tiempo me estaba reuniendo con el dueño, un hombre mayor llamado don Ezequiel. El agente me advirtió que don Ezequiel prefería tratar todo personalmente, a pesar de su edad avanzada. No me importó, de hecho, me emocionaba la idea de hablar con alguien que seguramente había vivido tantas historias en esa casa.

El día de la visita, llegué llena de ilusión. Desde fuera, la casa era aún más impresionante de lo que esperaba. Los altos árboles que la rodeaban proyectaban sombras largas sobre el camino de piedra que llevaba a la puerta principal. Las ventanas, de marcos gruesos y pintados en un color gris deslavado, parecían mirarme desde lo alto con una especie de solemnidad. Había algo en esa casa que me hacía sentir como si me estuviera esperando.

Don Ezequiel me recibió en la puerta. Era un hombre alto, aunque algo encorvado por el peso de los años. Su rostro estaba surcado por arrugas profundas, pero sus ojos, sorprendentemente, eran agudos y llenos de vida. Me estrechó la mano con firmeza, y me invitó a entrar.

Dentro, la casa era todo lo que había imaginado y más. Las paredes estaban adornadas con viejos retratos y cuadros que parecían haber permanecido en el mismo lugar durante décadas. Los pisos de madera crujían bajo mis pies, pero en lugar de incomodarme, el sonido parecía acompañar el ambiente de la casa, como si fuera parte de ella. Recorrimos varias habitaciones, y cada una tenía su propia historia. Don Ezequiel me contaba anécdotas sobre los muebles antiguos, los rincones oscuros y los años de recuerdos acumulados en ese lugar.

Me sentía cada vez más atraído por la idea de vivir allí. Era justo lo que estaba buscando: una casa con personalidad, historia y un aire de misterio que me atrapaba. No lo dudé más, y antes de terminar la visita, le dije a don Ezequiel que quería comprarla.

Firmamos las arras ese mismo día. Todo fue rápido y sencillo. El anciano parecía complacido de que alguien apreciara la casa tanto como él lo había hecho. Cuando estrechamos las manos al finalizar el trámite, sentí una especie de conexión extraña con él, como si algo invisible hubiera sellado nuestro acuerdo más allá del papel.

Sin embargo, al día siguiente, todo cambió.

Recibí una llamada del agente inmobiliario temprano en la mañana. Su tono era solemne y algo incómodo. Me informó que don Ezequiel había fallecido esa misma noche, poco después de que firmáramos los papeles. La noticia me dejó atónito. No sabía cómo reaccionar. Apenas había conocido al anciano, pero algo en su energía, en la forma en que se movía por la casa, me había hecho pensar que aún le quedaban muchos años por delante.

Me quedé en silencio durante un rato, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La venta de la casa seguía en pie, claro, pero algo dentro de mí se había quebrado. La emoción que sentí al principio había desaparecido, reemplazada por una sensación de inquietud que no podía explicar. ¿Había sido una coincidencia? ¿O acaso la casa tenía algo que ver?

En los días que siguieron, volví a visitar la casa varias veces, pero cada vez que entraba, sentía un cambio en el ambiente. La casa, que al principio me había parecido acogedora y misteriosa, ahora me parecía fría, vacía de la vida que don Ezequiel le había dado. Había una extraña sensación de ausencia en el aire, como si algo importante se hubiera desvanecido con la muerte del anciano.

Comencé a notar cosas que antes no había visto. Pequeños detalles: el eco que resonaba más fuerte de lo normal en los pasillos, el susurro de las ramas de los árboles que golpeaban las ventanas, y la forma en que la luz del atardecer se colaba por las grietas de las cortinas, proyectando sombras extrañas en las paredes.

A veces, me parecía escuchar pasos ligeros en las habitaciones de arriba, pero siempre que subía a revisar, no encontraba nada. Me repetía a mí mismo que eran solo imaginaciones mías, que estaba proyectando mis emociones en la casa, pero no podía evitar sentir que algo no estaba bien.

Finalmente, tras varios días de incertidumbre, decidí seguir adelante con la compra. La casa me seguía llamando, a pesar de todo. Había algo en ella que me hacía sentir que debía estar allí, como si, de alguna manera, la casa y yo estuviéramos conectados. Pero esa conexión ahora estaba teñida de algo más oscuro, algo que no podía definir del todo.

El día que firmé los papeles definitivos, mientras me entregaban las llaves, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Al cruzar la puerta por primera vez como dueño de la casa, me detuve un momento en el umbral, mirando el vestíbulo oscuro que se extendía ante mí. Por un instante, juraría haber visto la silueta de don Ezequiel al fondo del pasillo, sonriendo levemente, como si aún estuviera allí, observando.

Sacudí la cabeza, intentando apartar esa idea absurda. Pero desde entonces, cada vez que estoy solo en la casa, no puedo evitar sentir que alguien más me acompaña, susurrando desde las sombras, vigilando en silencio.

sefivy

#18 ghat gpt es la clave

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