Vacunas y resistencia a los antibióticos

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La resistencia a los antibióticos es un problema ya muy serio. Se estima que en Europa mueren cada año unas 25.000 personas por infecciones por bacterias que se han hecho resistentes a los antibióticos. Si no hacemos nada para evitarlo, se calcula que para el año 2050 pueden llegar a ser 390.000 muertes. La OMS ya nos alerta de que si seguimos así, podemos volver a situaciones similares a cuando no existían los antibióticos, cuando la que la gente se moría de infecciones comunes o pequeñas heridas para las que no había tratamiento.

Las vacunas reducen la resistencia a los antibióticos

Entre las medidas que se proponen para reducir las resistencia a los antibióticos está la vacunación. Una razón es que las vacunas pueden reducir el uso de antibióticos al prevenir las infecciones bacterianas. Con las vacunas hay menos infecciones bacterianas y, por lo tanto, disminuye el uso de antibióticos, y como una de las causas del aumento de resistencia es el abuso de antibióticos, con las vacunas se contribuye a disminuir la aparición de resistencias. También disminuye el número de portadores, individuos sanos pero colonizados por la bacteria y que la puede trasmitir a otros. Por ejemplo, se ha comprobado que el uso de las vacunas conjugadas contra el neumococo ha reducido el número de infecciones por Streptococcus pneumoniae, no solo en las personas vacunadas sino también en los no vacunados, por el efecto rebaño o inmunidad de grupo de las vacunas. Además, las vacunas disminuyen el número de cepas circulantes que sean resistes a los antibióticos. La vacuna contra el neumococo también ha reducido la incidencia de infecciones por neumococo resistente a los antibióticos, y la vacuna Hib (contra Haemophilus influenza tipo b) prácticamente ha eliminado las infecciones por cepas resistentes a la ampicilina.

La vacuna contra la gripe reduce el uso de antibióticos en un 64% en las personas vacunadas

Los antibióticos no hacen nada contra los virus, pero muchas veces una infección viral se complica con infecciones secundarias bacterianas para las que se necesitan antibióticos. Hasta un 65% de las gripes en personas mayores se pueden complicar con neumonías (en muchos casos mortales) por infecciones secundarias por Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenza o Staphylococcus aureus, para las que hay que usar antibióticos. En Europa, se prescriben antibióticos hasta en un 55% de las gripes infantiles. Vacunando contra la gripe se puede reducir también el mal uso de los antibióticos. Y algo similar ocurre con las infecciones por el virus de la varicela, que fácilmente se complican con infecciones bacterianas (cada año ocurren 150.00 infecciones por Staphylococcus aureus tras una varicela). Por eso, otro efecto de las vacunas es la reducción de infecciones virales y de las infecciones bacterianas secundarias, que suelen requerir tratamiento antibiótico. Reducir el número total de infecciones secundarias bacterianas lleva consigo reducir el uso de antimicrobianos.

La vacunación es fundamente para luchar contra la resistencia a los antibióticos

Otro problema relacionado con la extensión de la resistencia a los antibióticos son las infecciones hospitalarias. Cada año ingresan en los hospitales unos 35 millones de personas mayores (en Europa y EE.UU.), un grupo de población especialmente susceptible a las infecciones hospitalarias por bacterias resistentes a los antibióticos. Pues las vacunas también puede reducir significativamente la extensión de estas bacterias en el ambiente hospitalario, como por ejemplo la vacuna contra Bordetella pertussis. Pero además, al reducir las hospitalizaciones, las vacunas también contribuyen a disminuir estas infecciones hospitalarias, como la vacuna contra el rotavirus en niños.

Retos pendientes para reducir el abuso de antibióticos a través de la vacunación

¿Qué más podemos hacer para contribuir a reducir el problema de la resistencia a los antibióticos desde la vacunación? Un tema pendiente es la vacunación de adultos. En la mayoría de los países europeos menos del 50% de la población adulta se vacuna contra la gripe o el neumococo, y reducir la gripe puede reducir a su vez el uso de antibióticos, como hemos comentado. También existen casos de tétanos y difteria en adultos por baja tasas de administración de las dosis de recuerdo de estas vacunas.

En una situación en la que la población NO está vacunada (a), la mayoría es susceptible de infectarse y de transmitir el patógeno a otros individuos, que emplean antibióticos para curarse. El uso y abuso de antibióticos acaba generando resistencias que rápidamente se extiende por todo el planeta. Sin embargo, si gran parte de la población está vacunada (b) contra ese patógeno, se previene la transmisión de la enfermedad. Como resultado se emplean menos antibióticos y se disminuye la posibilidad aparición de resistencias. (Fuente: ref. 2).

Otra tarea pendiente es la vacunación del personal sanitario. Debido al amplio uso de antibióticos, el ambiente hospitalario es un excelente “caldo de cultivo” para algunas bacterias resistentes, como es el caso de Clostridium difficile, Pseudomonas aeruginosa, E. coli y otras Enterobacterias resistentes a los carbapenems, por ejemplo, y para las que las opciones de tratamiento son muy limitadas. El personal sanitario está en contacto con muchos pacientes y pueden jugar un papel muy importante en la transmisión cruzada de enfermedades y bacterias resistentes entre ellos. Cortar esa cadena de transmisión es esencial y por eso la OMS recomienda la vacunación de los trabajadores sanitarios. Desgraciadamente los datos indican que esta práctica no está del todo extendida entre ellos.

Por último, es necesario el desarrollo de nuevas vacunas específicas contra las bacterias resistentes a los antibióticos. Desarrollar nuevas vacunas es un proceso largo, complejo, con muchos requerimientos regulatorios y muy costoso. Sin embargo, ya existen algunos desarrollos en fase clínica de vacunas contra las principales bacterias resistentes: Clostridium difficile, E. coli, Haemophilus influenza, Mycobacterium tuberculosis, Staphylococcus aureus, Pseudomonas aeruginosa, Streptococcus pneumoniae y Streptococcus del grupo B.

En conclusión, el uso de las vacunas existentes y el desarrollo de nuevas vacunas pueden contribuir a reducir el grave problema de las infecciones por bacterias resistentes a los antibióticos, probablemente el mayor problema de salud al que nos enfrentamos y del que no somos todavía muy conscientes.

Para saber más:

(1) The role of vaccination in reducing antimicrobial resistance (AMR). Vaccines Europe. http://www.vaccineseurope.eu/wp-content/uploads/2016/11/VE-policy-paper-on-the-role-of-vaccines-in-reducing-AMR-2016-FIN.pdf

(2) The role of vaccines in preventing bacterial antimicrobial resistance. Kathrin U Jansen, y col. Nature Medicine. 2018. 24: 10–19. doi:10.1038/nm.4465 https://www.nature.com/articles/nm.4465

(3) ¿Funcionan las vacunas?

https://microbioun.blogspot.com.es/2018/04/vacunas-y-resistencia-los-antibioticos.html

Esta claro que la vacunación contra algunos tipos de bacterias multirresistentes puramente patógenos sería muy eficaz, el problema es que hay bacterias saprofitas, típicas de nuestra microbiota , que pueden ser multirresistentes y provocar infecciones en distintos situaciones, principalmente en inmunodeprimidos, supongo que contra esas bacterias no se podrá vacunar o solo se vacunarán ciertas cepas, las cuales son más peligrosas y patógenas.

De todas formas me parece un remedio muy eficaz contra la crisis de las bacterias multirresistentes, de todas formas , esto no debe detener el descubrimiento de nuevos antibióticos.

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