El archivero de mi orden me destinó a Tenerife. Una misión de una duración de dos años, en las que a parte de un estudio de los mitos guanches, debía infiltrarme en una pequeña organización política y seguirla hasta las elecciones, momento que está a punto de cumplirse.
Las sospechas eran un posible uso de brujería Yoruba, una alianza con fuerzas muy antiguas. Así que me instalé en un bloque de viviendas, en Chimisay, e hice mi día a día entre marujas y pensionistas, haciéndome pasar por un muchacho que acaba de ocupar un puesto de comercial en una firma de artículos cosméticos.
Dediqué una habitación para mis ensalmos, conjuros, decretos y pactos y dispuse mis libros, mis artefactos y mis cuadernos de notas. Bajé al colmado, al poco de establecerme, una ventita que cubre desde los cables de freno para bici como la leche en polvo, para hacerme con vino barato, una marca muy común entre magos ( que empieza por Don) y tabaco. Me sorprendió ver a una señora mayor, con acento cubano, apoderarse de todo el tinto en brick y en seguida tuve mis sospechas declaradas.
Invoqué al peque djing que la orden Hispana utiliza para rastreros y luego de hacerme el remolon y pedirme un pellizco de hash como tributo lo envié por planos etéreos a investigar a la maruja del vino.
En seguida comprobó que era la sierva de un poderoso mago que tenia fletada la casa de panfletos de Nueva Canarias. Hacía graves sacrificios, incluso una cabra agonizaba degollada, ensangrentando las fotos de los candidatos para asegurar sus exitos. Un fajo de billetes reposaba sobre una mata enrollada de las siete potencias.
Aficionados.
Cuando dieron las doce de la noche me atavíe con mi levita de protección y mis avalorios de la Santa Catalina, protectora de los buscadores de mi orden, además de esto, agarré mi revolver del 32, compacto y chitón. Subi las escaleras y repetí las palabras de la letania propicia pero la puerta del decimo piso, 2º A, no hizo por abrirse. Sin duda había ahi un poderoso contra conjuro.
Insisti e insisti, y en ese tiempo un grupo aleatorio de chavales entraban y salían de la puerta contigua, pidiendo lo de siempre y diciendo cosas como "está mierda si te reblandece el hipocampo".
Desisti de mi intento y decidí pasar a un segundo plano y asistir a los mitines del partido en ciernes. Cuando volví a mi habitación me sobresaltó un olor a vainilla y pelos de oraguntan y salté debajo de la cama, justo a tiempo para que un Egremauser lanzara contra mi un cartón de leche congelado.
Solicite la intervención de la Paloma Blanca y quedé en paz por unos momentos, los cuales aproveché para pedir auxilio de los Interventores, el cuerpo de Elite de mi orden; sabedor de que se encontraban en Madrid luchando contra los resplandecientes Ayusinos.
Empecé a cavilar con mi gorro de mago y mis pantuflas y llegué a la conclusión de que mi Archivero me había enviado a Tenerife a una causa menor, para mantenerme apartado. No en vano mi apodo "Non Potest Facere Magia" me seguía.
A la mañana siguiente por las noticias retransmitían una ponencia del lider de NC en la que había congregada una nutrida masa de fervorosos, demasiadas para un partido incipiente. Al tiempo escuché la risa del cubano.
Invoqué al Djing pero no quiso venir.
Hastiado de mi sino, me fajé con la replica del cinto de Merlin y le di fuertes patadas al 2º A del decimo piso. Sin embargo la pesada puerta no cedía. Abrió la sirvienta y saqué el revolver, disparé y sonó como una pistola de mixtos infantiles, no salió proyectil y fui derrumbado con un brick de leche congelada.
Mi doctor de la seguridad social me da dos semanas interno por las lesiones. No podré sabotear la campaña.
Escribo esto para preveniros.
