Es un texto que no receta cura ni tratamiento, pero sí hace observaciones interesantes a la hora de diagnosticar. El que lo redacta es un articulista mexicano y refiere algunos hechos propios de su país para ejemplificar, pero son meramente ilustrativos e innecesarios para entender las ideas que pretende trasladarnos.
Esforzándome mucho por resumirlo en unos pocos puntos:
- Realmente no se persigue el debate, sino la ridiculización del adversario.
(...) hay que invertir todas las energías no en llegar a algún lado, tener una buena pelea, ni siquiera en alzarse con una victoria justa, sino en dejar en ridículo al oponente. En el terreno de las discusiones, no se trata de continuar un debate –es decir, hacerlo más preciso, más matizado, más abierto– sino de ser eficaz para darlo por terminado: con el mínimo espacio, la máxima visibilidad, en este preciso instante. Ese modelo de discusión ha dado lugar a comportamientos de sobra llamativos, como los que propiciaban las maquinitas en los noventa: con gente que golpeaba con desesperación una palanca y seis botones e intentaba disimular el nivel de intimidación que sentía debido a la veintena de intrusos que se habían reunido a su alrededor.
- La desconfianza hacia la persuasión. «Convencer a otros, el cometido fundamental del oficio político, es algo que guarda un cierto parecido con engañarles, y de ahí que pueda ser tomado por lo segundo». Coge esta cita de Daniel Innerarity y la utiliza para explicar la desconfianza que hay en Internet hacia la persuasión.
No es infrecuente observar que, en las discusiones que involucran reclamos de justicia social, ceder o ser convencidos puede ser interpretado como falta de compromiso o miopía ante las desigualdades. En las controversias de internet todo puede reducirse a tomar partido o adoptar posturas tan rígidas que cualquier leve desviación se considera un acto de incongruencia o un ejemplo de doble discurso.
La desconfianza hacia la persuasión significa una confianza excesiva en la verdad, que tiene que ser simple, espontánea y molesta.
Así, una buena cantidad de nuestro tiempo y sagacidad en redes se dirigen a redactar verdades que tengan forma de revelación y que, a la par, sean “incómodas”, entendida la incomodidad como el enfado que despertará en algunas personas en concreto. El problema es que no resulta tan difícil hacerse de una verdad molesta en una plataforma que, en sus debates más sonados, parece privilegiar el encono. Las estrategias van desde las indirectas protagonizadas por un “ellos” que puede ser un grupo tan amplio que resulte borroso –como los “fachos”, los “intelectuales” o la “izquierda”– o muy específico –como las feministas pop en oposición al feminismo académico.
(...) Que la verdad debe ser simple, espontánea y molesta tiene su imagen más potente en aquel cuento popular sobre el traje nuevo del emperador.
Todo esto va a resonar enseguida, especialmente con nosotros, los que estamos registrados y participamos activamente en un foro. Muy pocos –nadie– se libran de haber incurrido en las prácticas que el articulista detalla. ¿De qué sirven, al final? Creo que no me equivoco si afirmo que todos acabamos agotados después de intercambiar posts con adversarios ideológicos en el foro, azuzados por el resto de usuarios (menos mal que se tomó la decisión de eliminar las manitas en los hilos de Política). Por eso me encanta la metáfora de los recreativos de los 90 que utiliza.
¿Creéis que lo que hacemos aquí sirve para algo? ¿Llegáis a considerar alguna vez los argumentos o, al menos, los discursos opuestos al vuestro?
EDIT: Ah, a raíz de esto, quería poneros aquí una web diseñada específicamente para tener debates sanos y racionales, por si queréis echarle un vistazo:
https://www.kialo.com
Por ejemplo, sobre Cataluña: https://www.kialo.com/should-spain-allow-catalonia-to-be-an-independent-country-if-its-people-choose-so-9097/9097.0=9097.1/=9097.1
