Un padre y su hijo, ambos marroquís, llegan a España y el padre le dice:
- Hijo mío, España es un lugar muy difícil. Así que tendrás que integrarte lo antes posible.
- Si papa, lo haré.
Al cabo de 6 meses, el chaval habla, lee y escribe perfectamente el español, se ha depilado el entrecejo y esta estudiando para las oposiciones a funcionario de correos.
Decide que un paso más sería cambiarse el nombre. Va al registro y le dice a una señorita: - Quisiera cambiarme el nombre.
- ¿como?
- Si, el nombre.
- ¿Cómo te llamas?
- Mohammed.
- ¿y como quieres llamarte?
- Fernando.
- ¿Fernando?
- Sí, Fernando.
- Muy bien, a partir de ahora te llamas Fernando.
El chaval, muy contento, va hacia casa a toda prisa para contarle a su padre como se esta integrando. - Papa, papa, ¿sabes que he hecho hoy para integrarme un poco mas?
- ¿Qué?
- Que he cambiado el nombre.
- ¿Que has hecho que?
- Si, el nombre. Ahora me llamo Fernando.
El padre cuando lo oye, le pega una leche que la oyen en Tánger. - ¡Pero como has hecho eso! ¡Que deshonra para toda nuestra familia y su tradición!
- ¡Pero papa! ¡Me dijiste que me integrara!
- ¿Cómo has dicho que te vas a llamar entonces?
- Fernando.
Nuevamente, el padre le pega otro lechazo que lo oyen en fez y Casablanca.
El chaval se gira y dice: - ¡Joder, hace 10 minutos que soy español y ya tengo problemas con los putos moros!