Ven guerrero.
Desembarázate de tu pesado yelmo y de la loriga, que el herrumbeo sudor platina tus
mientes, donde va el dolor de tu pensamiento a crepitar.
He dispuesto una hoguera para que te calientes en el parapeto de esta derruida muralla
y están asándose con buen tiento unas perdices salvajes
sabrás también que tengo dos buenas redomas de vino joven
del que corre por las venas primaverosas de las mujercitas que suspiran en secreto.
Sí, si me preguntas por Dios lo he visto
tengo añeja correspondencia que pende de tu nombre y hay buenos miramientos
para considerarte reforzado
pues es tu camino sudor, esfuerzo, derrota y temblores
al raso y a los témpanos del frio y al crisol del agostado astro que remata
los escasos denuedos que nos restan.
La familia esta bien, te respetan y admira.
Toma, bebe de de este caldo que te ofrezco, para que el risueño Baco
confabule sus artes con las del reposado Morfeo.
No tengas prisas por las guerras que siempre las hay
y siempre las habrá como los pobres, como los torturados y los heridos del corazón
la mente y el espíritu.
Siente el viento de la noche que mece una luna terrible que no esconde sus intenciones
he urdido un pacto con su restañido y hoy podrás dormir tranquilo
en mi mecido canto con que ahora te embrujo.
Reposa, mi querido guerrero,
pues aún te restan duros lances
y no podrás seguramente contar con mi agasajo, con mi favor.
Que el diablo no da dos ocasiones de descanso.
Bebe tu vino y saborea la carne destas aves.
Mañana se alzará el ardiente céfiro
y su ruido.