Ayer estábamos jugando a futbol, césped, once contra once. Los chavales del equipo contrario: Valdemillas Futbolistica, estaban mazados y el más pequeño debía medir 1,90. Nos impresiona el asunto, yo de hecho tengo barriga y una de mis rodillas tiende a salirse.
Se lo comento a mi amigo, Lewis, y me dice que si que son gente de Las rozas, bien comidos todos y de gimnasio, gente además del opus algunos. Joder le digo Lewis y Osvaldo se nos une, y nos mira como diciendo que bichos son esos, nosotros somos gentes de la construcción pero vamos, fuerza tenemos pero….
Empieza el partido y en uno de los encontronazos el delantero rival, rubio y angelical, sale a robar el balón a Braulio y chocan las espinillas ( jugamos con protección ) y le ha partido la tibia siete pedazos, le ha salido el hueso por la media y hemos tenido que parar el juego. EL número 11, el rival, ni se ha resentido del golpe y ha sonreído y lo peor ha sido que ni siquiera se tendió ayudar a nuestro colega, Braulio.
Mientras viene la ambulancia el hermano de Braulio, Rogelio, nuestro portero ha corrido como una chispa desde la portería y ha saltado con una patada voladora al pecho del 11 incrustándole los tacos, pero el rubiales ni ha sentido el golpe y le ha devuelto un codo perfecto que le ha borrado la ceja del rostro llamando a la sangre. Va, le digo a Lewis, esto no es ni medio normal. La gente se queda flipando, menos los de Valdemillas que ni parecen tener estómago ni nada que decir con respecto al asesino que tienen por delantero. El arbitro se ha quedado blanco y se ha desplomado.
El padre de Rogelio y Braulio ( ellos rondan los veinticinco y el padre es un pureta ) ha salido corriendo con un arma improvisada ( el herraje de una silla de la grada?) y gritando como un becerro a medio morir, alcanza al once, que ya tiene a sus colegas en formación de combate alrededor, y yo flipando, diciéndole a Lewis vámonos de aquí, pues cuando el padre de Rogelio ha descargado el golpe contra la cabeza del número 11, el herraje se ha partido y el notas se ha reido y le ha cogido el brazo y se lo ha llevado contra su rodilla, como una rama, partiéndole el brazo a la altura del codo.
Yo escuche el crack a unos cien metros que ya tenía puesto el culo en el coche mientras le abría la puerta a Lewis y nada. Aparece el rubiales por la ventana y descarga un puñetazo que nos rompe la mandibula a mi y mi amigo de una vez, gritos y cristales.
Entonces ha gritado: muerte al machupichu, vivavox.
Nos hemos federado al pingpong.