Imbuidos

Himaginario

Buenas a todos, os presento mi primera novela, se llama Imbuidos.

Es una novela en la que he estado pensando muchísimos años y ahora que gracias al trabajo tengo por las tardes poquitas horas libres intentare vomitar en el teclado todos pensamientos y narraciones. No quiero destripar el argumento porque me gusta que la sorpresa y la complejidad vayan surgiendo, pero dejare una mini-sinopsis

"Te despiertas cambiado y no sabes donde estas, todo es desconocido ¿y ahora qué?..."

Os iré colgando poquito a poco las páginas (a poder ser diariamente) ya que las haré cada día mas o menos, el objetivo es expulsar todo lo que tengo dentro y espero que os guste. Importantísimo que no os cortéis con las críticas, de hecho algunas irán posiblemente cambiando hasta cosas de la historia principal.

Os dejo el link en dropbox;

https://www.dropbox.com/s/bll51rj7tthqyji/Imbuidos_cons.docx?dl=0

Y a continuación, os dejaré las siguientes páginas en los próximos Posts.

Muchas gracias y un saludo a todos.

1
Himaginario

Página1;

Un recorrido nevado alumbraba la vivienda construida de madera en la que un niño zarandeaba de los pelos a un animalillo, con toda su fuerza lo lanzó a través del umbral de un viejo portón lleno de arañazos y profundos golpes.

Al llegar al jardín, el niño no encontró rastro del mamífero, ni siquiera de los largos pelos que con asiduidad soltaba el roedor. El joven no paraba de rascar, escarbar y patalear en el terreno nevado, pero el resultado era inútil, el animal ya no estaba allí.

La nieve a su alrededor, empezó derretirse con una lentitud que el joven no pudo apreciar, hasta que en el cielo irrumpió un estallido de colores jamás apreciados por los habitantes de aquella casa. Los colores variaron continuamente y cada vez a mayor velocidad siendo acompañado por sonidos cada vez más detonantes y molestos.

Sintió congelación, y no por miedo, si no por otra sensación más poderosa casi mecánica, y de la que no era capaz de deshacerse. Las luces celestes, cada vez más penetrantes y dispares fueron hundiéndose en su pupila, ennegreciendo su visión paulatinamente hasta no ver más que una oscuridad completa y su grito, se ahogó.

De nuevo luz, pero lo que aquel chico vislumbró no era ya su invernal paisaje, sino una maraña de tubos y agujas que incurrían en su piel y atravesaban su musculatura. En su pecho se encontraba lo que parecía dos grandes tuercas de acero que giraban de manera inversa a una velocidad incalculable para él. Dentro de aquellos mecanismos se vislumbraba un haz de luz el cual aumentaba su intensidad al son del incremento de la velocidad del extraño mecanismo.

Nuevas inyecciones aparecieron e incidieron de total improvisto contra su garganta y ceño, sintiendo el mayor dolor que jamás había sentido en su breve vida, para su sorpresa aquellas inyecciones extraían fluidos azulados de aspecto cristalino, aquella situación se agravó al ver por el rabillo del ojo a un ser cetrino. Este tenía una forma inferior ovalada hasta donde él podía apreciar y una parte superior verdosa con dos grandes garras que no paraban de presionar los tubos rítmicamente, más allá de sus hombros una cabeza enana con una pequeña trompa y ojos rojos miraron al muchacho.

Himaginario

Página 2;

Volvió a abrirlos, agujas unidas a tubos y nadie alrededor, el centro de su pecho había cambiado, los mecanismos fueron sustituidos por discos, y la luz había sido sustituida por una semiesfera palpitante. Los latidos de la semiesfera eran tan audibles como los de su propio corazón sonando descompasados entre ambos. La mirada al techo no era más tranquilizadora pues poco se veía este salvo una oscuridad que no delataba su altura.

Su primera visión fueron solo dos agujas, la de su ceño y una nueva intrusa clavada en el centro de la semiesfera, que ahora era de color granate. Mayor sorpresa fue su piel, esta había sido sustituida por una capa azul ennegrecida eliminando sus uñas tapándole por completo, salvo su rostro.
El siguiente despertar reveló por fin un dolor persistente, lacerado y expansivo, sus ojos permanecieron estáticos, sus impulsos no le permitieron moverse, y aquella oscuridad que inundaba la habitación, se vio disuelta por un haz de luz, ruido y vibraciones.

Al espabilarse pudo mover sus ojos, la semiesfera estaba allí, como su piel y como lo que parecía en la lejanía miles planchas con seres tan estáticos como el, pero de descripción insólita y al momento oscuridad.

Le sacudieron insólitos sonidos y ruidos ensordecedores pudo levantarse y ver. El ruido provenía de todas las camillas, miró a su derecha y próximo a él distinguió a un ser cubierto de su antigua capa azul, con rasgos que unían su barbilla y nariz en un bloque sólido, el miedo volvió.

Lo primero que pudo observar fue al raptor cerúleo acercársele, uno de sus pequeños brazos toco su hemisferio rojo, golpeándolo titilantemente con una uña tan larga como la mano del joven, sus miradas se cruzaron y el ser parece que sonrió, no pudo manifestar su sobresalto, ni el terror que volvió a sentir. Aquel ser poseía tres dedos y tenía un aspecto superior similar a un reptil. Una cosa arácnida se acercó a la llamada del raptor, poseía tres patas a cada lado y dos grandes pinzas, su pinza derecha se irguió para entregar al lagarto una vara de acero negra. Aquella vara era tan fina como una aguja, envuelto en pánico, su boca obedeció a una extraña fuerza y se abrió sola, procediendo el saurio a hundir la vara hasta la amígdala mientras sonreía, el dolor solo le dejó ver como el lagarto envuelto en un huevo se alejó volando.

Himaginario

Página 3;

Nueva luz intensa del pecho le despertó, diversas náuseas le sacudieron y cayó al suelo, vomitó un fluido celeste, golpeándose la nariz con cada arcada, la superficie era metálica, de aspecto plomizo y atestada de hendiduras. Nueva luz surgió de su pecho rodeandole, mejorando su visión del área, y reafirmando que estaba rodeado de camillas grises. La semiesfera pectoral cambió a una tonalidad cálida, y por fin noto que sus extremidades eran diferentes, así como su cabello, todo él, había crecido, entonces cayó en la cuenta que sus dormitaciones no fueron continuas, si no espaciadas, lejanas.

No pudo moverse, por fuerza desconocida o por el súbito terror. El resplandor de su pecho disminuyo su intensidad, pudiendo arrodillarse y comprobar que no estaba solo. Aquella sala estaba cubierta de seres desconocidos de aspecto inerte y suspendido en una infinidad de placas metálicas, era imposible calcular el tamaño de la estancia. El fulgor que irradiaba su torso se sincronizó con la luminiscencia desprendida por el suelo causándole un mareo que le obligó a apoyarse en la especie de cama de operaciones relajándole, a pesar de la sensación de calor recién adquirida seguía sin poder apreciar por donde huir si es que recuperaba su autocontrol.

Con todo ello se armó de valor para caminar al ser tumbado de morro desproporcionado. Dos pasos fueron suficientes para demostrarle que era incapaz de continuar, cayó de boca. Reptando hasta aquel ser, se situó enfrente suya, y pudo ver que no había ni labios ni nariz, solo una carcasa anaranjada que cubría de su cuello a una cavidad horizontal que hacía de límite superior. La conmoción fue demasiado fuerte, y he instantáneamente vómito fluidos azules encima del abdomen de aquel ser.

El horror se acrecentó pensando en una posible represalia del engendro, pero nada sucedió, cuando intentó tocar la esfera de la criatura, retrocedió rápidamente, se sorprendió al ver que sus manos habían engrandecido desproporcionadamente, ya no eran aquellas que sujetaba al pequeño mamífero.
Observó con más tranquilidad la esfera de su propio torso y la del ser inerte, había una evidente diferencia de tamaño, la suya sobresalía con mayor intensidad y a pesar de que su pecho se había ampliado, no eran comparables con la de aquella bestia que la doblaba.

Al volver a pestañear, se encontraba tumbado en la camilla, pudo incorporarse, la habitación estaba ligeramente más iluminada, en la lejanía atisbo que se acercaba aquel ser ingrávido, bamboleándose en su dirección. Aterrado, buscó maneras de huir, pero más seres semejantes bamboleaban en todas las direcciones, todos se acercaban a las miles de camillas, todas ellas con individuos tendidos. Les tocaban, o inyectaban, mientras que el esclavo arácnido corría raudo de un reptil a otro provisionándoles de diversos aparatajes que se clavaban en los sujetos experimentales.

Le agarraron de la muñeca, tres dedos le presionaron hasta retorcerlo y tumbarle boca abajo. Un lagarto se acercó para encararse al joven, su membrana ocular se deslizó lentamente y sus ojos amarillos le traspasaron.

Usuarios habituales

  • Himaginario