Vallete [Relato]

Filippo

Y ahi estaba yo, fumando y conversando con alguien al que acababa de conocer hace pocas semanas y con quien rápidamente decidí ir a vivir. Compartíamos una vida retirada dedicada a la lectura, tanto de artículos jornalísticos como de novelas u obras poéticas. Él hacía varios meses que vivía en esa situación, era un viejo aristócrata que tras haber perdido todos sus bienes tan sólo mantenía aquella vieja casa y una mísera pensión que empeñaba en su afición a la narrativa y algún que otro capricho que raramente tenía. Nuestra relación se limitaba a breves comentarios que criticaban a la actual sociedad y como no, sobre nuestras lecturas.

Corría el año 1889, había llegado a Londres hacía ya varios días por cuestiones de trabajo, me dirigía de camino a mi reunión cuando por casualidad pasé por delante de una antigua librería, y como buen aficionado a la lectura que era no dudé un segundo en entrar, estaba interesado en El anticristo, el nuevo libro que Nietzsche acababa de publicar. Tras entrar en el establecimiento y preguntar por el libro en cuestión me dirigí al lugar que el encargado me indicó, cual fue mi sorpresa cuando observe que el último ejemplar de dicho libro acababa de caer en manos de otro cliente.

  • Disculpe, ¿va a comprar el libro? - pregunté.
  • Si, ¿Por qué?
  • Tengo un gran interés en él y me gustaría comprarlo.
  • No abundan por estas tierras los aficionados a Nietzsche. - respondió.
  • No soy inglés, soy francés. Tan solo estoy de paso.
  • Lleveselo usted pues, en Londres no tendré muchos problemas para encontrarlo.
  • Gracias.

Después de pagar el libro me dirigía a abandonar la tienda cuando oigo a mis espaldas.

  • Perdone caballero, ¿su nombre?
  • Vincent - respondí yo - Vincent Valette

Tras esta breve pausa en el camino, me dirigía hacia el lugar de reunión, me sentía dichoso tras haber tenido tanta suerte en la compra del libro, aún así, no podía sacar de mi cabeza a aquel hombre con quien compartí mis primeras palabras en Londres, no es fácil olvidar a alguien así, una persona muy curiosa y aunque sus ropas no permitían imaginar que clase de persona era, yo, tras esa breve conversación, no tardé en llegar a la conclusión de que seguramente fuese miembro de la nobleza, sus gestos, su bigote y su hablar le delataban, así mismo su interés por la literatura, algo nada común en la época. Hasta el día de hoy había pasado el resto del tiempo preparando la cita que en breves tendría lugar y aún no había tenido tiempo a relacionarme ni a conocer la capital londinense la cual a primera vista parecía más que interesante.
Después de la aburrida aunque exitosa reunión procedí a regresar a mi lugar de alojamiento, el único sitio que me podía permitir con el mísero sueldo que tenía, una vieja posada llena de borrachos y gente de mala vida, nada de esto me preocupaba mientras no interrumpiesen mis horas de descanso y preparación de la empresa que estaba llevando a cabo. Por desgracia, disponía de poco tiempo para dedicarme a mi amada lectura.

Desperté con la primera luz del día, había dormido bien aunque el sitio no fuera a priori el más propicio para mi descanso. Tenía aún un par de días antes de abandonar Londres por lo que decidí conocer la ciudad, algo que como dije, aún no había tenido tiempo de hacer. Por tanto me vestí rápidamente, tomé un vaso de vino y salí a la calle. Me encontraba en la que para muchos era la mejor ciudad del mundo tanto social como económicamente, por desgracia, a mi alrededor no veía nada que justificase esas afirmaciones, solo veía suciedad, mendigos y pese a estar a pleno día muchas, muchas prostitutas. Estas últimas tras los diversos asesinatos cometidos el pasado año por alguien al que llamaban Jack el Destripador comenzaban a ejercer con más cautela, de todos modos, esto no me libraba ni a mi de sus ofertas ni a ellas de mis rechazos. Caminé por East End a ver que había y nada, seguía viendo, como ya dije, prostitutas y mendigos. Continué andando a ver si mejoraba mi suerte y encontraba algun sitio en condiciones donde comer y beber algo. Finalmente tras varios intentos mi suerte cambió y encontré lo que estaba buscando un sitio en el que, al parecer, podía consumir algo y con aparente higiene.
Abrí la puerta con cierta intriga por lo que me podía encontrar dentro y cual fue mi sorpresa cuando, tras mirar a los lados, le encontré a él, si, estaba seguro de que no me equivocaba, una persona así no se olvida fácilmente, su sombrero, su bastón y su capa le delataban, era el londinense aficionado a Nietzsche que había conociodo el día anterior.

  • Tabernero, pan y vino, por favor

No me hizo falta moverme del sitio ya que el hombre no tardo ni un segundo en acudir donde yo estaba.

  • Hombre, Vallete, menuda coincidencia - dijo de camino a mi.
    -Ya ve, me apetecía tomar un trago.
    -No pudo venir usted a mejor sitio -añadió- aqui sirven uno de los mejores vinos de la ciudad y como pudo comprobar, tenemos la suerte de que sea también uno de los lugares más tranquilos, no son bien recibidos los borrachos por estos lares. Y bien, ¿Ha conocido ya la ciudad?

  • No crea... lo que hay de la posada a este lugar

  • ¿Está usted en una posada? -preguntó sorprendido-
    -Si, así es.

  • Debería haberlo dicho usted antes, si quiere tiene sitio en mi casa, una posada no es lugar para alguien como usted. ¿ Le gustaría pasar la noche allí?
    Callé-
    -Venga, no tenga vergüenza -insistió-
    Finalmente y tras su insistencia, accedí a pasar la noche en su casa. Fui a la posada a recoger mis pertenencias e iniciamos una charla de camino a su casa.

  • Disculpe mi mala educación, con tanto lío no le pregunté su nombre -le dije-

  • Jules Weming
    -Un placer señor Weming –respondí riendo-
    -Llámeme Jules –añadió-

Y así, entre breves intercambios de palabras llegamos a su casa, aunque a mí el tiempo se me había pasado muy rápidamente pude observar en un reloj como había pasado cerca de una hora. Anochecía y Londres no era un buen sitio donde estar de noche.

Era una casa espectacular, muy grande, su exterior era de madera y tenía indicios del paso del tiempo, había también numerosas ventanas, el tejado de la casa, aunque con alguna que otra imperfección estaba en perfecta harmonía con el resto del conjunto asimismo, finalizaba en unas espléndidas gárgolas que mantenían el agua alejada de las fachadas del edificio. Tras entrar en ella pude observar su mobiliario entre el que destacaban varios muebles de época así como unos tapices muy logrados.

-Disculpa el desorden -me dijo tras abrir la puerta- he estado un poco ocupado estos últimos días
-No se preocupe - ¡y qué más me daba a mi el desorden! esa casa era espléndida, muy amplia, luminosa, yo no estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, tan solo era un mísero asalariado que cobraba cuatro duros, alguien que no se podía prácticamente permitir ningún capricho aún trabajando diez horas al día al cien por cien, eso sí, tenía la suerte de poder viajar aunque por desgracia no por motivos de ocio.

Y así, tras instalarme Jules y yo comenzamos una relación que se limitaba a breves comentarios, aún teniendo los mismos gustos y aunque permanecíamos juntos la mayor parte del día nuestras conversaciones eran muy limitadas y reservadas. Rápidamente tomé una decisión drástica, dejar mi trabajo, ahora tenía la vida que siempre había deseado, sin preocupaciones ni ataduras, no tenía que pagar alojamiento, tan solo mi sustento y era algo que pagábamos a medias entre los dos, así, para mantenerme tan solo tenía que escribir poemas o breves ensayos (algo que siempre me interesó y se me daba bastante bien) y que vendíamos a un periódico de poca monta por una irrisoria cantidad de dinero.

Pasaron varias semanas y uno de tantos días en los que estábamos juntos en el salón a la luz de la chimenea comenzamos a repasar los periódicos del día cuando llegó a mi manos el London Herald, me sorprendió la portada que tenía ante mi, salía la imagen de un callejón oscuro, según ponía el artículo de North End, se podía apreciar un cadáver cubierto con una especie de manta, probablemente para resguardarlo de las curiosas miradas de los transeúntes.

25 de Octubre de 1889

De una forma horrible y brutal ha sido asesinado un hombre negro la madrugada de hoy, hasta el momento de identidad desconocida cuando este caminaba por las calles londinenses de North End, al parecer le asestaron una paliza, le dieron varias puñaladas en el pecho y posteriormente le degollaron. Hipótesis policiales barajan la presencia de más de un asesino por la brutalidad de los actos. El cadáver fue descubierto poco después del suceso por un hombre que se dirigía a su hogar, este tras escuchar gritos “un tanto extraños” se asomó al callejón y vio la dura escena.
La policía ha comenzado sus investigaciones y no han querido dar más información al respecto.

Jules y yo no le dimos, en un principio, la más mínima importancia a lo ocurrido en sí pues era algo común en esta ciudad, lo único que en ese asesinato había algo que no encajaba, algo que me hacía intuir que había algo raro pues no es muy usual que se le diesen a alguien varias puñaladas y para degollarle o viceversa.
A la mañana siguiente y tras haberlo pensado mientras descansaba le comenté a Jules lo extraño del suceso.

-Leíste ayer el London Herald -le pregunté a Jules-
-Si, lo dices por lo del asesinato ¿no?
-En efecto, ¿Cómo lo sabías? –pregunté sorprendido-
-En cuanto leíste el periódico me di cuenta de que hubo algo que te sorprendió no menos que a mi, muy extraño lo sucedido ¿verdad?, aunque, lo que a mi más me sorprende es que el transeúnte oyese gritos y no viera a nadie en el callejón, según parecía no había escapatoria alguna.
Asentí absorto.
-Eso sin olvidarnos también de que el cadáver estaba degollado, ¿Por qué iban a cortarle la cabeza a alguien para después darle unas puñaladas o darle unas puñaladas para después degollarlo? Algo muy raro si.
-De acuerdo contigo. Por cierto, tengo aquí el London Herald de hoy.

26 de Octubre de 1889

La policía sigue sin conseguir información concluyente acerca de lo sucedido la noche del 24 de Octubre. Hemos recibido información de que la víctima se llamaba Marsellus Whitman directivo del comité de inmigrantes de Londres, el fallecido estaba casado y no tenía hijos. Probablemente lo inusual de la hora se deba a una reunión ilegal que tuvo la víctima con los miembros del comité. La reunión según presentes en esta concluyó a la 1 de la madrugada mientras que el asesinato se produjo sobre las tres y media.
La policía sigue investigando el caso.

-¿ Qué crees que hizo el hombre entre la conclusión de la reunión y el asesinato?
-No sé, probablemente hubiera ido a beber. –contesté con lo primero que me vino a la cabeza-.

  • ¿Y si hubiese quedado con alguien? ¿Y si hubiese quedado con su asesino?
  • Anda Jules, no me tomes el pelo.
    -No, en serio, las puñaladas en la parte frontal se las tendría que haber dado alguien con quien tuviera confianza, alguien del que no se esperara algo así. ¿Qué harías si alguien te saca un cuchullo para clavártelo? Escaparías ¿verdad? Y si te lo saco por ejemplo ahora yo, ¿escaparías corriendo?
    -Lo dudo
    -Eso es, probablemente fuese alguien de su confianza.

Mantuvimos a lo largo del día varias charlas sobre el suceso que a los dos no inquietaba, no conseguíamos concebir como podía haber pasado algo así. Finalmente, y viendo que esto iba para largo, decidimos investigar por nuestra cuenta lo sucedido.
Tras prepararnos, nos dirigimos al lugar de los hechos, por suerte, no había ningún curioso, todavía se podían ver restos de sangre en el pavimento. Miramos a los lados y no vimos salida posible para el asesino.

-¿Por dónde pudo haber escapado?-pregunté mientras meditaba posibilidades-
-No sé, es muy extraño que el que encontró el cadáver no viese a nadie.
-¿Y si le arrojaron desde el balcón?
-Pero el testigo no oyó nada. –contestó intentando tirar mi hipótesis-
-El testigo estaría borracho. –contesté respaldando mi idea-
-Buena idea –me dijo finalmente- enterémonos pues de quien vive en estos edificios.

Tras mucho preguntar nos enteramos que vivía un amigo suyo, un trabajador de color llamado Buch MacKenna , probablemente este hubiera quedado con Marsellus para después asesinarlo pero… ¿Por qué?
Cada repuesta que encontrábamos nos llevaba a una nueva pregunta algo que aún ponía el asunto más interesante y así, seguimos investigando en el caso hasta saber, después de muchas preguntas y tras meternos en los bajos fondos de la ciudad, algo más del tal Butch. Según nuestra información trabajaba en una fábrica siderúrgica a las afueras de Londres, no tenía muchos amigos aunque, eso si, muchos enemigos, gente que le odiaba, que decía que era un esquirol y demás. Llegó a nuestro saber también que había venido de Ámerica hace algo más de un año, venía de una explotación de algodón que había cerrado.
Toda esta información que habíamos conseguido no nos había conducido a ninguna parte, con nuestros ánimos mermados seguimos investigando y ampliamos nuestras charlas con sus compañeros de trabajo.
Nos comentaron finalmente que a Butch le habían llamado últimamente varias veces de la directiva de la empresa, esas visitas eran cada vez más usuales y más prolongadas.
-¿Qué piensas Jules? –pregunté decepcionado-
-Pues no sé, quizá esos directivos estuviesen tramando algo.
-¿Y qué podrían estar tramando?
-Acabar con la organización de Marsellus. Piensa que en esa fábrica eran numerosos los inmigrantes asimismo, últimamente hay cierto ambiente de crispación entre los trabajadores, ¿Qué pensarías si te dijese que fueron los directivos quienes mandaron asesinar a Marcellus?
-Pues no me parecería muy raro pero… ¿Por qué Butch iba a hacer algo así?
-La diferencia de razas, lo que está bien visto y lo que no, la gente piensa que los negros son inferiores, la mayoría de los blancos trazan un círculo con gente de su misma condición, y todos creen que por estar ahí ya son algo, creen que consiguiendo entrar en ese circulo lo tienen todo, y Butch creería que matando a Marsellus podría entrar dentro del círculo.

Jules me había dado una explicación muy convincente del asunto, nuestra investigación comenzaba a cobrar sentido, y decidimos ir a ver a Butch.

No nos costó encontrar su casa puesto que ya habíamos recorrido la zona y el edificio en concreto en numerosas ocasiones para obtener información.
Llamamos a la puerta, no contesta nadie. Jules y yo nos miramos e intentamos abrir la puerta, por casualidad no estaba echado el cerrojo.

  • ¡Butch, Butch ¡
    Nadie contestaba, comenzamos a buscar por la casa cuando de repente algo sobresaltó a mi compañero, acudí corriendo y vi el cadáver de Butch. Asustados, Jules y yo nos miramos y salimos de la casa. De pronto algo golpeo a Jules y cayó al suelo luego me tocó a mi.
    Habíamos investigado demasiado.

Tiene algún que otro fallo.

Muchas gracias a los que lo lean

;)

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