Patch Notes (Oriana) , Aspectos y Rebajas

Observación

El taller es un desastre. Hay piezas tiradas de cualquier manera en medio del equipo de fabricación. Las sustancias místicas y los materiales están esparcidos por todas partes. Platos de comida a medio terminar generan moho en las esquinas.

Si hubiese espejos, Corin se asustaría de su propio reflejo. Despeinado, con los ojos desorbitados y aspecto de maníaco, está afanado con lo que parecen ser los últimos toques a su creación. Es bella y compleja, una réplica de una chica con un elegante mecanismo de relojería.

Tan solo queda darle vida. Sin embargo, el encantamiento de un engranaje infinito es meramente teórico. Corin es el primero que consigue estar tan cerca de hacerlo realidad. Con cuidado, retira el engranaje del fluido catalizador. Palpita de energía. Una sonrisa demasiado amplia se expande por su cara cuando lo coloca dentro de su creación. La reacción es inmediata.

Los engranajes dentro de la muñeca mecánica empiezan a girar, lentamente al principio. Su creación comienza a sacudirse mientras la vida se expande por todos sus miembros. Es como ver un espasmo de muerte, pero al revés.

Mientras observa, con lágrimas en los ojos, Corin aprieta contra su pecho la fotografía de una chica joven.

Reflexión

La muñeca mecánica no era la primera criatura creada artificialmente en entrar en la Academia de la Guerra. El gran gólem de vapor ya había estado allí años antes. Sin embargo, había algo noble en el modo en que Blitzcrank se movía y se expresaba, algo vivo.

Esta cosa parecía estar muerta por dentro. Parecía un autómata que intentaba actuar como si estuviese vivo. El efecto era desconcertante.

El invocador sénior Montrose evaluó a la cosa que se había presentado a sí misma como Orianna. Se estiró, con una flexibilidad nada natural, para girar la llave gigante de su espalda. No es que no tuviese expresiones faciales… Es que eran erróneas. En todo lo que hacía había algo que parecía fuera de lugar, lo bastante desconcertante como para estar a punto de ser completamente incomprensible.

Y luego estaba La Bola. Podría darse por sentado que era su mascota, pero la relación que mantenían era más profunda que eso. Era como si mantuviesen una relación simbiótica. La Bola era, simplemente, eso: una bola flotante, que fusionaba un mecanismo de reloj con algún tipo de tecmaturgia eléctrica. De vez en cuando, aparecía un ojo extraño del interior de la esfera que examinaba el entorno.

“Deseo ser una campeona. Será divertido”, dijo Orianna, con una voz que se aproximaba a algo humano.

La invocadora Carin miró al invocador sénior Montrose. “¿Esto va a funcionar?”

El cuerpo de Orianna se giró, mientras su cabeza seguía mirándolos fascinada. “Por supuesto que funcionará. Seré una buena campeona”.

Montrose respondió. “Orianna, para admitirte en la Liga de Leyendas deberemos explorar tu mente. Nos preguntamos si tienes un tipo de mente que podamos explorar”.

Se volvió a colocar en la orientación correcta y la falda de la muñeca mecánica empezó a hacer tic-tac. “Mi padre dice que sí. Tengo una mente. Hacedlo. Si La Bola está de acuerdo”. La Bola repica y chasquea, pero no realiza movimientos hostiles.

Hubo una ráfaga de lo que parecía ser viento, luego oscuridad y luego luz. Había una niña pequeña, vestida de bailarina. Estaba bailando delante del público. Tenía bastante talento. Sin embargo, este recuerdo era silencioso, inconexo emocionalmente.

Los colores se hicieron borrosos. La imagen volvió a la Academia de la Guerra.

“Orianna, ¿son esos tus recuerdos?”, preguntó el invocador sénior Montrose.

La muñeca mecánica rió. No era una risa divertida. Era fría y mecánica. “Esos son los recuerdos de Orianna. Yo soy Orianna. Es lo que dice mi padre”.

La joven invocadora miró a Montrose esperando sus indicaciones. Este, sin perder la compostura, asintió con la cabeza. “Pues lo volveremos a intentar”.

Sombras, luces, colores. Alguien había construido lo que parecía ser una calle de la Grieta del Invocador. Ahora la chica era mucho mayor, y bastante ágil. Parecía estar entrenándose como campeona. Había una torre y parecía estar muy bien armada.

El entrenador de un ojo la persuadía con una voz áspera. “Venga, Orianna. Es hora de aprender a defender la torre. He reducido su potencia, pero te hará daño si te acierta”.

La chica sonrió ingenuamente. Se preparó, una imagen de agilidad y elegancia. Empezó a correr mientras la torre disparaba. Se hizo evidente al instante que algo iba mal. Los disparos de la torre no parecían ser benignos, ya que destrozaban el suelo a su alrededor. Su garbo natural le permitía estar un paso por delante, al menos de momento, ya que los disparos eran cada vez más frecuentes. El entrenador aporreaba los controles, intentando desesperadamente apagarla, gritándole todo el tiempo. Pero Orianna estaba tan concentrada en el ejercicio que ni se enteró de ello.

El primer disparo la hizo perder el equilibrio, tirándola al suelo. Sin aliento, intentó levantarse. El segundo disparo no tardó en llegar. Intentó, débilmente, ponerse en pie mientras la sangre goteaba por las comisuras de su boca. Tras el tercer disparo, no se volvió a levantar.

Los colores se hicieron borrosos. La imagen volvió a la Academia de la Guerra.

“Sí, morí", dijo Orianna.

Carin, siempre tan formal, replicó: “Orianna, hemos entrado en tu mente. ¿Cómo te hace sentir eso?”

La muñeca mecánica rió de manera inhumana. “Ha sido divertido. Me gustan los recuerdos. ¿A ti no?”

El invocador sénior Montrose se aclaró la garganta. “¿Por qué quieres unirte a la Liga de Leyendas?”

“Porque es lo que siempre he querido. Porque mi padre me ha diseñado para ello. Porque La Bola está impaciente por jugar en los Campos de la Justicia”. Como si fuese una respuesta, se giró para acariciar a La Bola, la cual empezó a crepitar de energía.

Montrose continuó. “¿Y comprendes las condiciones de dicha admisión?”

“Sí”, respondió Orianna. “Jugaré siguiendo las reglas de vuestra Academia. Seré una chica buena”.
La Bola zumbó y chasqueó. Orianna añadió: “Y La Bola también. Sé una buena bola, eso es”.

Claramente incómoda con la experiencia, la invocadora Carin permaneció en silencio. El invocador sénior Montrose, por incómodo que estuviese, mantuvo su aire autoritario. “Entonces serás una campeona, muñeca mecánica. Se harán los preparativos necesarios”.

Orianna emitió un sonido que, supuestamente, pretendía ser un grito de alegría de una niña y abrazó a La Bola. Esa escena debería haber sido emotiva, pero, desgraciadamente, solo fue terrorífica.