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La muerte de Sofi en el ascensor mientras el protagonista apenas puede ver lo que ha sucedido, cómo de repente se da cuenta y cómo está filmado me parece un golpe al espectador tremendo.
La escena final saliendo por una puerta haciendo alusión a otra escena donde Sofi le dice que sólo podrá ver más allá de la puerta si abre la mente y realmente quiere cruzarla.
La niña poniéndose a gritar y echándose a llorar y abrazándolo cuando ve que tienen que bajar por el ascensor dando así el golpe perfecto al protagonista para confirmar que no es sencillamente que la niña haya acertado un poco por encima del azar del TEST sino que efectivamente se ha producido un cambio de alma dando así a entender la teoría de la reencarnación y es cuando realmente se derriba el muro de la cabezonería científica del protagonista.

Las aventuras del barón Münchausen (1988)

Para mi era una obra semidesconocida: no recuerdo haberla visto de pequeño pero la portada y el título me eran muy familiares. Finalmente me decidí a verla, y vaya locurón de peli. La película se pasó de presupuesto, pasando de 23,5 millones ​a 46,63 millones​ y fue un fracaso de taquilla. Debe añadirse que en Estados Unidos el film no fue bien distribuido por problemas financieros en Columbia Pictures, que estaba en proceso de venta en el momento.
El gran Terry Giliam creó una película de aventuras tan grandiosa como íntima. Hay momentos donde el preciosismo se vuelve el único motivo para componer una obra cinematográfica, y esto fue lo que hizo Terry Gillian al enfrentarse a contar una historia que es fascinante a la par que sorprendente.

Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchausen, un personaje real, que desde su humilde origen llega a combatir en dos ocasiones contra las invasiones Turcas, y es al regresar, cuando ostenta un título nobiliario, posición y reconocimiento, que supuestamente narró sus historias y vivencias.
Es difícil distinguir si realmente sus historias fueron así de fantásticas, o si fueron creciendo por su leyenda y su fama, llegando a narrarse que viajó de forma frecuente a la luna, donde conoció al rey y la reina, o que consiguió eludir los horrores de una ciénaga usando su propia coleta para salir de ella.
A medio camino entre lo quijotesco y la riqueza de decorados que se narran en Los Viajes de Gulliver, donde la descripción del personaje pasa de la comedia burlesca al más puro romanticismo, donde no hay lugar para el racionalismo, encarnando a un heroico bufón, que inspira ternura y fascinación a partes iguales. Gilliam nos muestra a un Barón de Münchausen en el ocaso de sus días, decrepito, y rodeado por una corriente racional que deja sin sitio a todo lo que el representa, que aparta y no considera la fantasía, que no cree posible lo que sencillamente es imposible.

Las aventuras del Barón Münchausen sigue un orden argumental completamente anárquico, sobre todo porque se aleja de la historia de los cuentos infantiles, como el guion mezcla a personajes reales con supuestos personajes imaginarios, llegando un momento donde el espectador no es capaz de distinguir, ¿y a quien le importa? En realidad creo que a nadie, pues no soy capaz de imaginar a nadie buscando explicaciones en esta historia.

Un plantel de actores que encarnan a los sirvientes del Barón, Gustavus, Albrecht, Berthold y Adolphus, así como actores que dieron momentos memorables para la historia del cine, como fue Uma Thurman interpretando el nacimiento de Venus. John Neville esta increíble, encarnando la más cómica interpretación del personaje, dotado de su aspecto aguerrido, su comida y desproporcionada nariz, y siendo todo lo que se le puede pedir a este patético héroe.

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