21 días sin masturbarse 8.0: A la octava va la vencida

Él siguió trabajando con el mismo mimo con que degustaba el interior del muslo.
Con el deseo acumulado ella sólo podía pensar en esa boca de fuego.
Cuando dejó de acercar la cadera él dio 3 chupetones largos.
El último lo completó succionando mientras levantaba la cabeza un poco, haciendo que ella acompañase levantando la cadera.
Entonces dejó una pequeña pausa para que ella bajase de nuevo, y pasó a recorrer los labios mayores con la lengua.
Cuando notó que ella se abría deseando más, empezó a usar la punta de la lengua, hundiendola por los huecos entre los labios mayores y menores. Lamiendo un lado cada vez al subir, y el borde del labio menor del lado contrario al bajar.
Ella retorcía las sábanas con las manos, aun cruzadas por encima de la cabeza.
Empezó a no poder contenerse apenas, y empujaba sus caderas hacia su boca, asique él pasó a lamer de abajo a arriba, cada vez más profundo.
Él lamía cada vez más marcado, terminando cada pasada de forma intensa.
Comenzó el vaiven de cadera, que él acompañaba pasando la lengua por el clítoris cuando ella llegaba arriba.
Aprovechó para meter las manos por debajo para poder amasarle el culo acompañando el ritmo, estrujando cuando ella subía, y soltando cuando ella bajaba.

Cuando notó que ella empezaba a normalizar el ritmo demasiado, usó una succión más intensa cuando la cadera estaba terminando de subir, y mantuvo la presión de las manos, lo que hizo que ella se mantuviese arriba un momento y soltase un gemido más intenso.
Abrió las manos y paró con la boca un momento, asique ella pudo bajar de nuevo.
Él aprovechó para ir intercalando lamentazos marcados con penetraciones de lengua.

Ella ya no podía más, ni muñecas ni nada, agarró su cabeza con las manos y la empujó hacia ella.
De modo que él apoyó la boca abierta y aceleró el ritmo de la lengua, más profundo cada vez.
Durante unos minutos marcaba el ritmo con las manos y las caderas, entonces soltó y empezó a tocarse el pecho. Él pasó al clítoris con la boca e introdujo un par de dedos, curvandolos al entrar, buscando con las yemas una zona más rugosa en el interior.
La notaba jadear cada vez más fuerte, estaba dando en el centro mientras ella se tocaba a su gusto.
Y no mucho después llegó el gran orgasmo.
Durante los espasmos no sacó los dedos, los movía muy despacio, rectos, y disfrutaba viendola retorcerse y estremecer.
Entonces él se recostó bocarriba a su lado.

Pasados unos segundos y tras recuperar el control de la respiración, ella se echó sobre su pecho y cerró los ojos.
Quería relajarse unos minutos notando su calor y escuchando sus latidos.
Pero no por mucho, quedaba noche y tenía deudas pendientes, un momento de calma antes de pasar al ataque.