Pos una vez se nos apareció en el rancho serrano un wey de esos, bien gringo con su bici cargada hasta arriba. Y yo que aunque sea medio cabrón cuando cuido mis terrenos, también es siervo de Dios y le di cobijo al vato.
Y oigan, qué creen? Pos no se fumó todos los cigarros de marihuana y vació media botella de sotol el pinchi gringo? Ahí parecía que no le entraba, pero chinga quedito se aventó todo el convivio!
No, pues nos cayó a todo dar el gringo bicicletero, así que al día siguiente le regalamos un paquetito que apenas cabía en sus alforjas y le escribí una carta para que si se topaba con raza pesada en la sierra le dieran pase.
Qué chingados, lo rudo y salvaje no quita lo cristiano y justo!