Ser pobre es una basura. Tener en una cuenta corriente doscientos euros mediado el día quince del mes es ser pobre. Si tienes hijos, casa, mujer y no tienes dinero…, imagina que de pronto caes en depresión o estallas o no puedes cerrar bien esa puerta y te vuelves loco bebiendo sin parar y no tienes apoyo médico ni psicológico ni asesoramiento y pierdes el trabajo, el penoso trabajo que tenías. ¿Cómo se sale de la miseria?
No hay ángeles de guardia.
Para empezar, me despierto una mañana cualquiera, no se crea una efeméride. La resaca te achica, te oprime, te anula. Miras al horizonte y pesa, no puedes sostenerle la mirada. La calle es una bestia, espera que salgas, para devorarte.
Pero me pongo algo de ropa ligera y unas viejas zapatillas de correr. Y salgo por la puerta, y empiezo a correr, y salgo a una avenida y veo el mar, extendido y tranquilo, no puedo abarcarlo, tengo que mirarlo por partes. Lo tengo a trescientos metros de mí, quizá un poco más, hay una bajada pronunciada, cursa por un barranco de desagüe.
Me acuerdo de la pareja de ancianos que conocí en el trabajo, perdieron a un hijo de cuarenta años por un infarto, su ex mujer le hizo la vida imposible, reventó. Me da un vértigo terrible, me atenaza, tengo que pararme, apoyo las manos en las rodillas y vomito. No quiero ser destruido, no quiero ser víctima ni victimario. La única no binariedad que me interesa es salirme del samsara.
Oigo una voz, suave, me hace pensar en una alfombra, tupida y llena de polvo. “Ven”. Como imantado, desciendo por el barranco, llegó a la arena mojada, se me hunden los pies, tropiezo con una piedra y de rodillas tengo al mar en mi justa línea de visión. La marea está subiendo, creo, y modestas olas estallan cerca de mi. Huele a salvación, me dan ganas de llorar.
“Acércate” me dice la voz. Y entonces veo un fardo en el cercano remolino. “Sácame del agua”. Me asusto porque entiendo que hay un muerto, no un cadáver, un muerto en el agua y además me habla.
Empieza a llover, y estoy calado y tengo los ojos anegados de lágrimas. Pero me meto en el agua y me acerco al cuerpo, al difunto. “Tengo algo para ti pero se sólo te lo daré si me sacas del mar”. No te voy a sacar, es una locura, no tiene sentido….no; pero un pensamiento nace en mi interior y muere y sobre él crece una emoción, que le da una patada a las perezosas hormonas del optimismo y me armo de valor y saco al muerto del agua y me siento bien y lo llevo hasta la orilla.
Es un pobre muerto.
“Vuelve mañana, saca a otro muerto, escucha, te servirá…casi todas las personas creen que los malos son los otros, que el enemigo está fuera, pero los ladrones roban dentro de las casas, no busques fuera, y no te acongojes si te señalan como el mal o el problema de otros….todos los hacen, tú no, tú no lo harás más”.