Tengo doscientos euros en la cuenta, llevo dos días comiendo yatekomos, y me empiezo a sentir lánguido. En la puta radio, mi única ventana al exterior, no para de sonar Omar Montes, qué lache. Estoy enamorado de Kylie Minogue y me quedan cuatro asignaturas para acabar una carrera que ni se describir.
Trabajo en una empresa de seguros y no estoy seguro de cuál es mi función. Descuelgo el teléfono y al otro lado solo hay gente enfadada. Me imagino a esa gente nada más colgar seguir con sus asuntos de manera normal, decirle cariño a su mujer, decirle te quiero a sus hijos, los mismos que acaban de escuchar: estoy hasta los cojones de esperar por el parte, hijo de la gran puta, llevo dos horas hablando por teléfono, me cago en tus muertos, sic.
Estoy tomando sertralina, cuando voy caminando a la oficina, un call center kafkiano donde el segurita parece un replicante, me tiemblan las manos que es una saineta, lo que me tiemblan las manos como leproso rayando queso, y es del miedo, el miedo que tengo a seguir adelante que es un bochorno vivir una vida contemporánea con la que está cayendo, que no puede uno hacer nada.
Quedo con mi novia y me lía un plantel que ni lo sé describir, que si soy un foráneo, que si no me entero, que estoy ausente. Tiene unas tetas mi novia, de gordas y bonitas, que estoy soportando su afición al esoterismo fascicular que no me aguanto, pero cuando chupo esas tetas, soy Wagner con la llegada de los Dioses al Valahalla. Pero me dice que se acabó, que lo nuestro no arranca, que estoy lelo, ensimismado. Le toco una teta por última vez, se va.
En el acto de tocarle la teta me doy cuenta de la clase de persona que soy, un arribista, un falsario carnal.
Y al poco me entero que está con un youtuber de temática sci-fi, paranormal. Sororidad.
El casero de mi habitación, ¿eso es real? arrendar una puta habitación me dice que me lo sube a 500 euros.
Joder, si tengo que limpiar la caca del viejo con el que comparto piso del fondo de la taza.
Total que me armo de valor y le escribo a una scort de lujo. Una con las tetas grandes.
Nada más llegar le meto la polla en la boca. Me corro en su frente.
Me voy.
Con los veinte euros que me quedan compro una botella de Cutty Shark.
Me alongo a un puente.
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Debería poder suicidarme, pero quien recibiría los gritos en el call center, quien pagaría los 500 por habitación, quien soportaría ver los streams de su ex con un reptiliano terraplanista.
Asumo mi lugar, enjugo la maquinaria.