En el verano de 2000 estábamos unos colegas en las verbenas del pueblo. Entre ellos, vamos a llamarlo Jaime, era un chaval friki, mantenido por su madre ( abogada) había empezado varias carreras, tipo ingeniería y cosas así, pero no terminaba nada.
Bastante gordito, lo conocíamos desde el instituto y su compañía era buena, aunque anodino era amigable y se reía tímidamente.
Aparece a eso de las tres de la mañana, un menda bastante lumpen, de estos que se han criado en reformatorios y carecen de estructura familiar y se la han servido en la calle. Va algo pasado el menda, con la mandíbula desbaratada, y cruza cerca de nosotros, con tan mala suerte que Jaime hace un movimiento y se choca con el menda. El menda se gira como un demonio y le arroja un codazo instantáneo que tumba a Jaime, demolido, ya en el suelo le grita gordo de mierda y le escupe. Le da un par de patadas, nosotros intervenimos, reconozco que achantados como estábamos poco hicimos por Jaime, y lo deja pues uno de sus arrabaleros secuaces le sugiere que lo deje.
Desde esa noche no volvemos a ver a Jaime, todo lo que sabemos de él es que está en seguimiento por psiquiatras pues quedó muy marcado por el evento, rozando una especie de catatonia severa.
Yo me voy unos años fuera y al tiempo vuelvo a visitar a la familia, un domingo salgo a dar un paseo por las pequeñas montañas circundantes y me encuentro a un notas, de mi quinta, con una barba larguísima corriendo con una piedra gigante en la espalda, me paro a mirarlo de la impresión, es un tipo hercúleo y veo en él algo familiar, pero no ato cabos y lo pierdo de vista.
Doy el tema por olvidado.
Sigue pasando el tiempo, yo acabo opositando a la guardia civil, consigo buenas puntuaciones y tras otro par de años me pido la plaza en mi pueblo, porque es mi lugar y bueno, me caso con una chica de allí. He estado muchos años fuera.
Pronto me hago un sitio en la comandancia y tengo cierto éxito, pues conozco a la gente y cumplo. Acabo siendo ascendido y tengo un hijo.
Una mañana me llaman del cuartel, han encontrado a un tipo descuartizado. Es decir, la cabeza está a dos metros del cuerpo y las cuatro extremidades lo mismo, es un trabajo brutal y es tal el escándalo y por qué no decirlo el misterio y lo sórdido que nos vemos superados. Por suerte el aparato estatal se pone en marcha y mandan a un tipo de Madrid, y me ponen a su servicio.
Entonces, como del cielo, me viene el recuerdo del tipo de la piedra. Hago dos preguntas y me dan la dirección de una casita en unas lomas.
Voy hasta allí con el 4x4, y me encuentro al tipo desnudo, absolutamente musculado, en posición de loto, meditando en mitad de la huerta. Hay un montón de perros atados. Lleva una cruz gigante tatuada en el torso.
En ese momento sucede otra revelación y caigo, tarde, en que estoy ante Jaime. Él si me reconoce, me saluda, como si hubieran pasado cinco minutos desde lo de la verbena. No puedo evitar ver el miembro que gasta. Me invita a pasar, a lo que se presenta como una cabaña minimalista llena de libros.
Le pregunto por su vida y me cuenta su madre falleció y el heredo esa tierra y un dinero, y después de viajar un par de años por el sur de Asia volvió y se construyó la casucha. Indago por su trabajo o fuente de ingresos, se ríe y me dice que de todo un poco: algunas peleas clandestinas, ñapas, compra ventas, traducciones de literatura asiática, pero que en general vivía con poco.
Entonces toco el tema de la verbena y observo como se quiebra una máscara.
No sé porque cojones lo hice, pero desde que llegué a la finca, o mejor desde me acordé de él todo fue fruto de un chivatazo cósmico, una corazonada.
Llevaba la pistola suelta y, bueno, no fui lo suficientemente rápido como para evitar, que una hachuela que llevaba ¿Cómo diablos? oculta cercenara mi mano izquierda del brazo, limpiamente, pero si tuve la sangre fría y el aplomo para no desmayarme y asestarle varios disparos en el pecho.
No murió. Y tampoco se resolvió el asunto del menda asesinado. Ni se pudo relacionar a Jaime.
Cumplió unos cuantos años por la agresión, no muchos, pues la defensa fue bastante hábil como para sacar a colación un trauma de juventud que yo activé. Me dieron una buena indemnización.
Me divorcié y me fui lejos.