Este fin de semana pasado he tenido la suerte de no salir porque no tenia pasta ya que ha ocurrido algo que en una ciudad como esta no vemos todos los digas ni mucho menos, un portero por practicamente toda la juventud conocido es tiroteado al negarle la entrada a un tipo, no sabia como abrir el thread y explicarlo ya que no se como fue exactamente pero hay alguien que si lo ha hecho y con su permiso voy a poner aqui su relato.
Ciudad Real. Noche del Sabado16 de febrero al domingo 17 de febrero de 2008.
2:20 de la madrugada.
Salimos del bar “El Perro” un poco afectados Juan y yo. Nos habíamos bebido ya cinco cervezas y un par de tequilas. Decidimos recordar viejos tiempos escuchando buena música y el local apropiado para ello en la noche ciudadrealeña era éste. Cuando llevábamos un par de horas, pensamos en ir a tomar una copa al Torreón y para ello le propuse que nos acercáramos a la “Antigua Estación”, le expliqué que allí estaríamos tranquilos puesto que hay mucha gente de nuestra edad y el ambiente está bien.
Al cruzar la calle de la Mata, nos encontramos con Valen y Pedro, dos compañeros de trabajo, que nos comentaron que había habido una trifulca entre los porteros de la “Antigua Estación” y un chalado que iba bastante ebrio y que quería entrar. Juan y yo sonreímos, es habitual que los porteros de los locales actúen así, de hecho, en alguna ocasión hace bastante tiempo, a mí también me habían negado el paso a algún que otro local, y debo reconocer que, razón no les ha faltado, porque en ocasiones, cuando vamos mal sin darnos cuenta, lo que hacemos es meter la pata e incomodar a la gente que lo único que quiere es tomar una copa tranquilamente,.
Nos acercamos a la puerta de la discoteca. A la izquierda, subiendo los peldaños de la entrada, estaban los porteros habituales, sobretodo Paco, un veterano en ese local, lo recuerdo de toda mi vida pues siempre ha trabajado allí a pesar de los continuos cambios de dueño que ha sufrido ese sitio, desde “Rodeo Drive”, pasando por “Ameridium” hasta ahora. Paco es un tipo alto, mayor, tiene unos cincuenta y seis años, fuerte, y muy serio. Todos lo conocemos por el portero del bigote, pues era su seña de identidad después de tantos años. No suelo mirar a los ojos de los porteros, debo reconocer que me intimidan, sin embargo, esta vez si le miré, y volví a ver esa cara tan familiar.
Al pasar, aunque había mucha gente, el local no estaba lleno. Frente a la puerta hay una barra en la que trabajan dos chicas morenas, encima de esa barra, está el pinchadiscos, sobre una plataforma metálica donde en ocasiones, se suben go-gos a bailar. A mano izquierda conforme entras, está el guardarropa y los baños. Es el sitio mas tranquilo, normalmente está menos lleno que la zona de la derecha, donde hay una barra al fondo sobre una especie de tarima y otra en paralelo a la de la entrada, solo que un poco mas pequeña y más al fondo. Hacía esta barra es hacia donde nos dirigimos Juan y yo, mas que nada, porque había un grupo de chicas bastante guapas que miraban a mi amigo disimuladamente.
-Un Whisky con Coca-Cola y un Vodka con naranja por favor- pedí al camarero
Justo cuando nos servía, fue cuando se escucharon los disparos.
————————————————————————————–
Gloria y su novio Pepe entraron al local buscando a unos amigos con los que habían quedado para celebrar la fiesta de cumpleaños de uno de ellos. Al entrar en la discoteca, Pepe, que es amigo de Paco, el portero de bigote, lo saluda mientras Gloria se asoma dentro para comprobar si estaban allí sus amigos. Al no verlos en la entrada, le propone a Pepe pasar dentro y buscarlos mas al fondo. Pepe se despide de Paco y al entrar le sugiere a su novia pedir una copa en la barra que hay frente a la puerta, para posteriormente buscar a los del cumpleaños. Ella accede, y en ese momento se escuchan tres golpes secos, y un sonido como de cristales rotos. Ambos se dan la vuelta alarmados para ver de donde procede el ruido. Gloria no sospecha que son disparos, en realidad, nunca ha escuchado ninguno, y piensa que son golpes en la puerta. En ese instante aparece Julio, portero del local, agarrándose el brazo y observando el agujero que tiene en el hombro con la cara desencajada, inmediatamente después, pasa Paco andando con la mano en el vientre mientras mira la enorme herida y se deja caer en el suelo despacio.
——————————————————————————–
Joaquín se disponía a entrar en “La Fontana”. Iba acompañado de Lola y Quique, parte de su pandilla de toda la vida. Al llegar a la puerta del local, había gente haciendo cola. Mientras, el portero les hacía pasar ordenadamente conforme iba saliendo gente para no superar en exceso el aforo del local.
Andaba un poco despistado. No había visto a Bárbara, su chica, en toda la noche. Se preguntaba dónde demonios se había metido y con quién estaría mientras esperaba para pasar al local. Se dio la vuelta para encenderse un cigarrillo cuando observó que un Alfa Romeo negro circulaba a bastante velocidad por la calle y aparcaba bruscamente en doble fila frente a la “Antigua Estación”, el local justo al lado. Es en ese momento cuando ve que se baja un chico con un plumas del que de repente, saca lo que parece una escopeta de caza y descerraja tres tiros hacía la puerta. No dá crédito a lo que están viendo sus ojos, inmediatamente, el portero de “La Fontana”, dándose cuenta de lo sucedido, les grita a los que están en la puerta esperando para entrar, que se tiren al suelo mientras decidido, sale corriendo hacía la discoteca donde en ese momento suceden los hechos.
Joaquín es el único que se mantiene en pié. No ha podido reaccionar. Mientras, sus ojos ven como el joven que ha disparado el arma, monta en el coche apresuradamente y huye a toda velocidad casi atropellando a dos chicas que en ese momento cruzaban la calle.
————————————————————————————–
A los pocos segundos de escuchar los disparos, un barullo de gente se abalanzó corriendo en auténtico caos y con caras de pánico hacía la puerta de emergencia que hay al fondo del local a la derecha. La gente corría hacía ese extremo y se cruzaban con nosotros con la cara desencajada. Se escuchaban gritos y algún que otro llanto. Preso de la curiosidad y aún no siendo realmente consciente de que lo que había escuchado eran disparos, avancé hacia la puerta principal entre empellones, haciéndome sitio entre la gente que iba en dirección contraria dando algún que otro empujón. De repente apareció un amplio hueco en la puerta y una imagen dantesca.
En el suelo de la entrada se observaba un rastro de sangre y al portero, Paco, tumbado en el suelo con una mascarilla de oxígeno que probablemente tenían ya allí. El hombre permanecía en el suelo, observando el techo con la mirada vacía, no hacía gestos vehementes, no se movía. A su lado alguien pedía un médico mientras otro parecía darle ánimos.
Me acerqué preso del miedo, pero con la inconciencia de alguien que realmente no se cree lo que está sucediendo. Es justo en ese preciso momento cuando ato cabos, los tres golpes fuertes, el ruido que parecían petardos, han sido disparos pienso, mientras miro atónito cómo, en el costado izquierdo del portero tendido, asoma del boquete de la cazadora de cuero, una masa de intestinos hinchados que le ha provocado el disparo.
No sangra por la herida. Tampoco grita, ni llora, ni se lamenta. Parece sereno o incrédulo por lo que le acaba de suceder. Tal vez es la misma serenidad que a mí me asalta, la serenidad del que no se puede creer que aquello que está sucediendo está ocurriendo realmente. De vez en cuando aprieta los dientes, seguramente del dolor, o puede que le asalte la rabia de pensar que, un niñato drogado, de esos que en tantas ocasiones se le han puesto chulo y le han amenazado, quizá haya acabado definitivamente con su vida. Paco es consciente de su situación, pero mantiene la compostura.
Mientras me acerco, compruebo extrañado lo cinematográfico del momento. La música sigue sonando, no será hasta pasados varios minutos y cuando casi todo el mundo ha sido desalojado cuando cesa. Al fondo, cerca de los servicios, hay un grupo observando la escena desde lejos. La oscuridad del local, solo rota por los vaivenes de las luces típicas de discoteca, el ambiente lleno de humo y el olor a alcohol típico de estos locales. Sin embargo, hay un estruendoso silencio. Solo se escucha la música, nadie habla, todos observamos la escena anonadados. De repente, se escuchan los gritos de Pepe, el novio de Gloria, preguntando dónde demonios hay un médico, y las voces del portero de la vecina “Fontana” pidiendo a gritos que la gente se fuera de allí. A mi lado, pasa alguien que me empuja. Es un tipo con un teléfono móvil en la mano, creo que va a echar alguna foto al herido. Me parece obsceno, así que cruzo una mirada de odio con él. Se dá cuenta de la mirada y de lo estúpido de sus intenciones y guarda el teléfono despacio en el bolsillo derecho del pantalón. Muy posiblemente se hubiera llevado un puñetazo, no por mi parte, aunque debo confesar que se lo hubiera propinado encantado.
En ese instante se apaga la música. El herido se tiende sobre su costado derecho, dejando ver la enorme herida que el disparo le ha producido. Junto a él, hay compañeros hablándole y uno de ellos le da la mano. Me desespero, han pasado diez minutos y aún no ha llegado ni la ambulancia ni la policía.
Miro hacía mi derecha, a la barra que está frente a la puerta de entrada. En ella está un chico y dos camareras morenas abrazadas, la cara con gesto espantado y mirando la escena con ojos vidriosos.
Cuando me doy cuenta de que allí, lo único que hago es estorbar, me giro y contemplo cómo en la columna tras de mí hay una chica apoyada, como abrazándola. Mantiene la boca abierta y mira con ojos perdidos, asustada, hacía el suelo. Es Gloria, la novia de Pepe. Me acerco a ella y la abrazo, le pregunto si está sola y ella me responde que su novio se llama Pepe y que está allí, señalando a los que acompañan al portero. Mientras llamo a gritos a su novio, nos acercamos despacio a la puerta de emergencia que hay al fondo.
Me doy cuenta, en ese mismo instante, de que aún conservo en mi mano derecha el vaso de whisky con Coca Cola que había pedido momentos antes del suceso, así que me lo acerco a los labios y lo bebo de un trago. El vaso se lo dejo al chico que nos abre la puerta.
Ya no se escucha nada. Ya nadie grita dentro de la “Antigua Estación”. Sólo hay una chica joven en la barra donde pedí mi copa, tirada en el suelo víctima de un ataque de ansiedad, a la que unas amigas intentan tranquilizarla dándole agua.
Salimos a la calle. Está abarrotada de gente sorprendida. La noticia ha corrido como la pólvora. Observo cómo por la puerta principal sacan a Paco en camilla y lo meten en la ambulancia, mientras la policía local y la policía nacional acordonan la entrada de la “Antigua Estación”.
Entre la gente que hay en la calle todo son nervios, Gloria se separa de mí y se acerca a su novio. No ha comentado nada en ningún momento. Le parece inaudito lo que ha sucedido:
- Esto es Ciudad Real, éste es un sitio tranquilo….-piensa.
A lo lejos, se monta una trifulca entre un chico y varios policías, éstos lo meten en un coche junto a su novia y se lo llevan rápido a comisaría.
Todos son miradas atónitas, las caras de la gente son rostros sorprendidos que muestran interrogaciones y sorpresa, una de ellas parece un “¿qué es esto?”, otra se asemeja a un “¿por qué?” y otra expresa un “no me lo puedo creer…”
En ese momento miro a mi amigo Juan y es cuando me doy cuenta de que estoy tiritando. No es frío. Es miedo.
Fuente: http://azucarmode.wordpress.com/2008/02/19/tres-disparos-relato-real/
PD: He sabido que Paco finalmente ha fallecido, desde aquí quiero enviar un apoyo enorme a su familia, ánimo :/
