21 días sin masturbarse 15.0: Calipo de leche Edition

Esta noche no ángeles míos.

Hoy he vuelto al Callejón de los Deseos. Otra vez. Como cada noche, me juré no venir, como cada noche, aquí estoy. Pensé que esta vez sería diferente. Por el Juramento, por la Hermandad. Fue el día anterior cuando mis hermanos y yo estábamos golpeándonos el pecho, recitando nuestro mantra "Mi cuerpo, mi vida, mi voluntad". Pero toda la determinación que conseguí durante la reunión se ha diluido como una pintura trazada en la calle mediante tiza de colores ante una tormenta de primavera. Los hermanos se me antojan extraños hoy y las palabras de poder meras majaderías.

Contemplo pues esos ojos vidriosos, sin vida, pero perfectos y hermosos que me miran desde el escaparate. Sus miradas me llaman. Mis ángeles; diseñados para el placer, para tentar, para hacer que un hombre, o mujer, sucumba a sus más bajos instintos. Una y otra vez, una y otra vez. Estoy cansado de ir en círculos; deseo, necesidad, satisfacción, arrepentimiento. Pena.

Su placer es hueco y el vacío que dejan estos ángeles en mí tras compartir una noche no hace más que agrandar el vacío que hay en mí. Se cuentan historias de pobres demonios cuya psique ha sido absorvida por estos ángeles de neón para siempre, convirtiendo a las personas en cascarones vacíos, en yonquis de sus propios cuerpos y estímulos.

Por eso me uní a la Hermandad. Valientes, como yo, que decidieron enfrentar sus propios deseos, los cuales son alimentados por la mercadotecnia, la publicidad y un deseo aún más poderoso; el de hacer dinero.
Es duro. Algunos de mis hermanos ya han caído. ¿Cómo culparles cuando yo tantas veces he fallado? ¿Cómo culparles cuando estoy aquí, con el ferviente deseo palpitando en mis sienes y mi mano en el pomo de la tienda de ángeles virtuales?

Me detengo entonces y pienso en los caídos, esos pobres diablos que, como yo, son incapaces de controlar sus impulsos y eso los hace débiles. Débiles ante la manipulación de los cuerpos y el marketing. Estoy cansado. Alguna vez hay que salirse del círculo solo para ver a donde lleva el nuevo camino. Aunque sea a otro círculo. Aunque sea a ninguna parte.

Día a día, dice la hermandad. Me sonrió. Mis hermanos no están ahí pero siento su apoyo, igual que siento sus dudas y sus tentaciones. Son, como yo, meros hombres y mujeres que solo quieren conseguir un poco de control sobre si mismos, algo cada vez más complicado en esta distópica sociedad donde hasta la televisión te dice como debes vestir o que debes comer.
Y me sonrió. Libero el pomo de mi agarre de hierro, hasta ahora no me había dado cuenta de lo tenso que estaba, y ante las miradas atentas de mis ángeles, me marcho. Hoy será diferente. No me siento triunfante, es solo un pequeño logro. Puede que marque un nuevo comienzo o puede que no signifique nada. En cualquier caso esta noche soy libre, y no sé si esto me hace feliz. Solo sé que me da miedo.

Me interno por los oscuros callejones de la ciudad, las luces del escaparate de princesas artificiales brilla a mis espaldas. Me reclama, pero ya no escucho. Cuando me giro, soy yo el que susurra esta vez "Esta noche no ángeles míos".