Como cada segundo miércoles del mes voy a ver a mi peluquero.
En un saloncito de apenas doce metros cuadrados despacha a lo más granado del barrio. No ha variado los precios desde el 2000 y no te pregunta como lo quieres.
Pero si te hace preguntas, demasiadas.
Los últimos interrogatorios, mientras me hace el corte marcial de siempre, van orientados hacia el aprovechamiento de mis estudios ( económicas y derecho) y como sabe que he estado mareando una tesina demasiado tiempo, más allá de seguir preguntando, empieza a señalar.
"Ya deberías ir sentando un poco, esa novia tuya que va y viene, darle un piso, darle los hijos, hacerse hombre".
Él por contra es soltero, buen bebedor nocturno y charlatán político. Cincuentón.
Los colegachos que saludo en la barriada siempre están hablando del peluquero y sus influencias, coches caros que paran en su puerta, gente influyente que se deja caer de extranjis.
Toma algo de confianza, pues uno de esos miércoles voy algo cansando de los rumbos de mi vida, y me invita a una reunión, algo sencillo, una charla filosófica en un chalet del extrarradio.
No veo mal la propuesta y me persono en un chalet gigante, con mas habitaciones que los permisos de la lógica, y mucha gente de traje, reconozco a un politico influyente. Dan una charla amena y a vuela pluma sobre Santo Tomás, Espinoza y las claves para una vida de servicio a la comunidad. Huele a Dios que tumba pero no se le nombra.
Al final de la velada, todo el mundo fuma, y se bebe champaña, el peluquero me presenta a un hombre.
"Con que estudiaste derecho, tienes ingresos, muchacho, óyeme una pregunta, crees en Dios o al menos en un Hacedor...crees en el orden..." y se tumba para atrás, echándome el humo en la cara cuando pronuncia el orden.
Titubeo y eso le basta.
Me manda a introducirme, pues cumplo el juvenil perfil, en una charla de autodeterminación y feminismo, semana después. Me hago amigo de estos radicales de acera de bar, pues conecto con su desencanto y unos días después, el interlocutor que conocí en el chalet me llama, y me hace una serie de preguntas, entra a saco y yo, por cierta simpatía, sintiéndome algo sucio, le cuento de arriba a abajo el organigrama.
Al día recibo una transferencia del Inem por valor de mil euros en concepto de subvención estudios multidisciplinares.
Me da un huelco el corazón. Estoy metido en una mierda fea y soy cómplice.
Unos días mas tarde, miércoles, voy al peluquero y me da un fuerte abrazo, me rapa, no me cobra, me llama hermano y me dice que está muy orgulloso de mi. Me da un móvil prepago y me dice que aguarde.
Me llama un notas extraño y me da dos encargos, verme con uno de los alternativos del grupo estudios feministas, un tal XXXX, me señalan que le coma la cabeza y lo saque del grupo. Que utilice mi persuasión.
Total que voy a tomarme unas birras con él, pues trabé cierta amistad, él tiene cerca de los treinta y yo algo más y le suelto una sermonada, como si fuera su padre, sobre aprovechar la vida y sembrar dónde llueve. Al tal que me lo llevo al huerto y me da la razón y seguimos viéndonos un tiempos después, intercambiamos libros, y acabamos hasta leyendo juntos al Gustavo Bueno y todo es un Chesterton que tira para atrás de orden y lógica.
Resulta que es el primogénito de un potentado. Recibo diez mil euros.
Y empiezo a conocer a mucha más gente, todo relacionado con hijos descarriados y chivatazos, e informes. Cada poco me visitan, y recibo llamadas y encargos variopintos.
Pero entonces conozco a Mariola. Hija de un grande.
Y me dan una pistola y el nombre de un noviete de verano.
Y.....
