Love, Death & Robots - 1ª Temporada

La gracia de Zima Blue radica en cómo esa máquina, mejorada a lo largo del tiempo, pasando de ser un mecanismo increíblemente simple hasta llegar a ser una completa mente humana, aliena cada vez más su búsqueda de la felicidad, de sentirse completo. Zima, cuando se convierte en un artista renombrado, termina encontrando que aquello que más le llenaba, era precisamente la tarea más simple que había realizado jamás, y aquella para la que había sido diseñado inicialmente: limpiar la piscina y dejar los azulejos limpios (cuyo color ideal era el famoso Zima Blue).

Esto tiene bastante sentido incluso si nos metemos a hablar de forma técnica sobre las inteligencias artificiales: Zima probablemente fue programado al inicio para identificar esa tonalidad concreta de azul en los azulejos, o al menos, en algún punto de su evolución. Ese azul debe ser el color que tienen los azulejos cuando están perfectamente limpios, entonces, la función de coste que validará sus acciones (que se halla al final de la red neuronal artificial que a su vez interpreta una red convolucional diseñada para interpretar imágenes), encontrará una tasa de error nula cuando visualiza ese azul. Entonces, para él, ese azul es el color perfecto, ya que es literalmente una muestra de la perfección de su trabajo inicial.

Con el tiempo, Zima se da cuenta de que quiere volver a sentirse completo volviendo a realizar ese simple trabajo cuya función de coste es fácil de satisfacer. La idea detrás de esto trae muchas reflexiones: sobre hasta qué punto la ilusión de la vida humana y la sociedad guardan relación con la idea primitiva de "felicidad", o cómo su inherente complejidad puede amargarnos enormemente al cada vez ser más difícil encontrar una "decisión perfecta". Nuestras neuronas están constantemente aprendiendo porque las funciones de coste de nuestras heurísticas y métodos cognitivos nunca llegan a dar un error 0; el mundo y nuestra ilusoria realidad humana son extremadamente complejas para ello.

Por tanto, Zima en su última obra decide volver a ese estado inicial y simple, que para él es la felicidad más plena y plasmable que ha sentido jamás.