Pido respeto para ellos, comprension y ayuda.
Hoy lo he presenciado y es triste, realmente triste.
Estaba en casa de una buena mujer arreglando su ordenador, mientras que el marido, ingeniero industrial con varios años de experiencia y notable puesto de trabajo con parejo sueldo estaba en la cocina preparandose su almuerzo de media mañana.
Zumo de pomelo y naranja, dos tostadas con miel, un sandwich de jamon y queso y un vaso de te.
Estaba el hombre ajetreado, resuelto en su cocina, desenvolviendose con la seguridad de quien sabe lo que hace en cada momento.
Era todo dinamismo culinario, pero en mitad de la elaboracion del sandwich vi que empezaba a manipular nervioso el tranchette.
Lo ponia de un lado, de otro, lo miraba de perfil, le rascaba la superficie buscando la apertura, la cogia, tiraba, empezaba a despegar el plastico rompiendo el tranchete por un lado, se paraba, pensaba. Y me detengo y recalco este termino: Pensaba. Estaba examinando con su fria cabeza de ingeniero, capaz de resolver complejos problemas de tension de estructuras, de cargas, de temperaturas, la composicion, dureza y consistencia del tranchette, y tras unos segundos empezaba a jalar del otro lado.
Rompió el tranchette por el otro lado y se detuvo de nuevo.
"Joé con el queso de los cojones", masculló.
Cogió el tranchette con dos dedos por el centro, presionado, para darse cuenta demasiado tarde de que estaba aplastandolo.
En ese punto tiró el tranchette a la basura y cogió otro del paquete.
Lo puso sobre su mano, agil, tomo de nuevo el plastico de la abertura, empezó a tirar, esta vez con decision, con firmeza, para presenciar como arrancaba de cuajo la parte a descubrir del tranchette y se la llevaba pegada al plastico.
De repente veo que tira con desprecio el queso a la mesa con la mala suerte de golpear el plato de las tostadas tirando una al suelo (por el lado de la miel, of course) y haciendo que el vaso de zumo de pomelo y naranja, cuidadosamente extraido minutos antes, tambien fuera al suelo.
Juro que lo vi aguantar un sollozo.
Me levanté y acudi en su socorro, sabedor de estar tratando con una persona que esta al filo de entrar en una crisis nerviosa.
Le dije "Son un coñazo las lonchas estas ¿verdad?" intentando quitarle hierro al asunto bajo una falsa mascara de empatica torpeza masculina, mientras cogía uno de los tranchettes y lo abría delante suya depositandolo sobre el jamon del sandwich, volviendo acto seguido a la reparacion del ordenador.
El tomó la fregona, recogío el zumo, los cristales y la tostada, vertió el té en un termo, se comío la tostada que quedaba, guardó el sandwich en la tartera y se fué al trabajo.
Cabizbajo, silencioso.
Terminé mi reparacion y la mujer me dijo, no sin cierto rubor en sus mejillas, si podía cambiarle una lampara del cuarto.
"Es que mi marido no sabe", me dijo.