Me hallaba yo gestionando las celdas que obcecaban un ocaso blanquiazul cuando encontré la llave. Ella tomó vida, aprisionando los resquicios de brillante serenidad que recorrian venas con peaje. El planeta no hizo caso y decidió seguir su ruta habitual, parando en las mismas estaciones que todos los días.
Por eso yo lo supe.
Un humilde servidor, al amanecer anterior al de ayer, estaba presente cual anonadado predisgitador, sentado en mi yurbe, vi a un individuo al fondo de mi estrecha calle. Había vuelto el pregonero.
Y por un momento las gotas de lluvia parecieron detenerse en el aire flotando a mi alrrededor , estabamos volando al unisono, yo en mi jetpack y ellas atraidas por la gravedad
