Partida de Sucesión CKIII (Mediavida edition)

Si algo puede describir mi reinado, ha sido el libro y la espada. No he pasado demasiado tiempo en el campo de batalla, es cierto, pero he dirigido mis ejércitos desde la silla de mi despacho tan diligentemente como aquellos que lo hacen desde la silla de su caballo.

Cuando murió mi padre, Emperador Philipp II von Habsburg del Sacro Imperio, me extrañó la decisión de capturar el condado de Bizancio. No vi más razón aparente que la de mostrar la superioridad de los legítimos herederos del Imperio Romano sobre los solicitantes griegos. Pero entonces comprendí la meta que perseguía mi padre. La conquista de Bizancio no era más que la piedra fundacional de un gran proyecto, la resurrección del Imperio Romano y la unión de toda la cristiandad bajo el faro de Roma y la protectora mano de nuestra dinastía. Desde entonces no he dado un paso en mi reinado con otro objetivo en mi mente.

Los inicios de mi reinado fueron tiempos turbulentos. Mientras me encontraba guerreando contra infieles en las tierras de Siria algunos vasallos exigieron que fuese más laxo en sus obligaciones. Cedí, aunque posiblemente pudiese haberles hecho frente, porque consideré adecuado que durante mis primeros años de gobierno estuviesen felices creyéndose independientes mientras yo fortalecía mis posiciones. Además, siempre podría imponer mi autoridad más adelante. La Cruzada fue exitosa, aunque el Reino Cruzado de Siria no tuvo tanta suerte.

Mientras repasaba antiguos derechos y reclamaciones de mis súbditos caí en la cuenta de que uno de mis primos, miembro de nuestra gloriosa casa, tenía razones para reclamar como suyo la totalidad del Imperio de los Griegos. Nervioso, me apresuré a dejar todo preparado y planeé el matrimonio de su heredera con el de mi primogénito.

Tras unos años de ahorro y planificación, lanzamos nuestras exigencias al emperador. La guerra fue rápida y sencilla. Lanzamos el ataque mientras se encontraban debilitados por largas guerras, y nuestra posición en el corazón del imperio nos permitió golpear al enemigo sin darle siquiera tiempo a agruparse.

Pero, oh Dios, los siguientes 10 años en los territorios conquistados fueron un auténtico remolino de guerras, levantamientos y revueltas ortodoxas. Ingentes cantidades de oro y hombres fueron derrochados. Creedme cuando digo que defendí estas posesiones como si mías se tratasen, pues aunque escuchase susurros a mis espaldas en la corte nunca dejé de tener en mi mente mi objetivo. Todo esfuerzo al final obtiene su recompensa, y finalmente tu suegro consiguió estabilizar sus tierras. No solo eso, si no que empezó a extenderse hacia las bárbaras tierras al norte del Mar Negro y más allá del Mar Caspio.

He de decir que pasé verdadero miedo cuando vi las locuras fanáticas en las que caía tu esposa, golpeándose día tras día con el flagelo. Llegué a creer que moriría sin descendencia y que todo aquello a lo que había dedicado más de la mitad de mi vida no iba a servir para nada. Pero gracias a los cielos, a la edad de 30 años te dio un hijo, que unirá los dos tronos para siempre.

En fin, a partir de entonces me dediqué a hundir mi nariz entre los libros y a conquistar los reinos del norte de África. Con mis conocimientos, logré convencer a los vasallos que sin una herencia fuerte seríamos devorados e instauramos la primogenitura. A su vez, el Sacro Imperio Romano ya no sería un título electivo, ahora quedará atado a nuestra casa para siempre.

Gracias a mis batallas contra infieles, mi piedad y devoción, y mis luchas en las tierras de los griegos, conseguí que la gente santa reconociese mi linaje como sagrado. Seguro que muchos de ellos ahora se preguntan qué hago, excomulgado y al borde de la muerte, golpeando las puertas de Roma.

Solo espero que, una vez me reúna con el Altísimo, entienda que solamente actuaba buscando la gloria eterna de la Iglesia.

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Escribo en este diario como así escribieron mis antiguos antepasados, cuya tradición se remonta hace ya centenares de años, mi reinado comienza tras la muerte de mi padre, heinrich IV, en mitad de una guerra contra el papado y en una situación relativamente delicada para mi esposa, la emperatriz del imperio Bizantino.

Consigo rápidamente acabar con la guerra del papado que inicio mi padre, pero a causa de ello, debido a mi codicia, comienzo a tener pequeños ataques de ansiedad, ya que por desgracia, mis vasallos no ven bien que quiera adueñarme de todo, pero ¿Quiénes se creen para cuestionar los deseos del mismísimo káiser? aun así, debo de mantener una actitud piadosa ante mis vasallos, evitando ante todo una situación que pueda desencadenar en una desgracia para mi reinado.

Gracias a un breve apoyo, logro calmar la situación política en la desdicha que se encuentra mi queridísima esposa.

Tras un corto periodo de tiempo, se levanta una nueva cruzada, esta vez, en la liberación de Hungría, como buen hombre de familia, decido que mi hermano sea el favorecido de esta cruzada, así tratare además de entablar una mejor amistad con mi propio hermano.

Como ya es costumbre familiar, no suelo decir un no como respuesta ante los festines a los que me invitan, y por ello acaba gustándome más de lo que esperaba.

Y por fin, se inicia mi primera cruzada.

tras mi ferviente ayuda y múltiples logros, no solo en conquistas, si no también en batallas, especialmente las mayores que hubo en la cruzada, logramos ganar la cruzada y por supuesto, que mi hermano sea el nuevo dueño de Hungría.

Debido a varios problemas de heridas antiguas y posiblemente del resultado de la revuelta que hubo, mi mujer acaba sucumbiendo, no por ello decido vivir una vida de soledad, pues a los pocos meses de su muerte, decido prometerme con mi sobrina, la cual a pesar de 3 años, tiene una inteligencia casi comparable a la mía, definitivamente será una gran mujer cuando crezca, yo me encargare de que lo sea.

Logré encontrar una buena mujer para mí hijo, pero el estrés causado por múltiples razones, principalmente por mi compasividad, me están llevando lentamente a la locura, no importa lo mucho que lo intente, pero tratar de mantener una buena relación con mis vasallos esta dejando mella en mi mente...

Cada mañana me levanto con cada vez mas cargas en mis hombros, pues debo de seguir contentando a mis vasallos mientras intento salvar a mi hijo de sus constantes revueltas internas, la situación del imperio bizantino me esta llevando a la locura, y por si fuera poco, cada vez tengo ataques de ansiedad mas frecuentes...

Espero que mi hijo cuando logre establecer correctamente su imperio, y en un futuro muy cercano, el mío, sea capaz de lograr proclamar lo que tanto yo, como su abuelo soñamos, el gran imperio romano, pues su caída aun pesa en mi corazón en cada lectura de los antiguos documentos que leo, pero aun con mi deseo, casi a las manos, tan cerca de mi... noto como los gritos y llantos de todos los enemigos que cayeron a manos de mi dinastía me llaman en sueños, pero aun así debo de mantenerme firme, no quiero mostrar ningún tipo de flaqueza, aunque... levemente me siento cada vez mas y mas cansado, debo de seguir luchando.

tras un intento de independencia dentro del imperio bizantino, comienza también un ataque hacia nuestra fe católica desde los malditos ortodoxos, como se atreven a intentar dañar a mi hijo, hare todo lo que en mi mano este para poder ayudarle... pero... y si tal vez... ¿acabase con todo? no, no, no debo sucumbir a la tentación, a... la locura...

cada vez el peso de la responsabilidad, el temor, la desdicha, los infortunios, las muertes de mis fieles amigos y sirvientes, el descontento de mis sirvientes y los de mis hijos son mas pesados que nunca, si tan solo pudiera acabar con todo de alguna forma... creo que esta será mi ultima contienda, pues cada vez veo con mas tentación ese veneno que guardo con tanto apego desde la muerte de mi esposa, no se lo que será de mi, pero espero que este diario, quizás sirva de algo para mi próximo heredero, el cual es mi único orgullo y el único brillo de luz a lo poco que queda de cordura dentro de mi.