El perro y el gato de Roma
Había una vez un perro y un gato que vivían en Roma, la ciudad eterna. El perro se llamaba Bruno y el gato se llamaba Mimi. Eran amigos desde que eran cachorros y se habían escapado de sus dueños para explorar la ciudad.
Un día, decidieron ir a ver la famosa Fontana di Trevi, una fuente monumental que según la leyenda, si lanzas una moneda al agua, volverás a Roma algún día. Bruno y Mimi se acercaron a la fuente con curiosidad y admiración. Vieron a muchos turistas haciendo fotos y lanzando monedas.
¿Qué hacen? - preguntó Bruno.
Creo que piden deseos - respondió Mimi.
¿Qué deseos? - insistió Bruno.
No lo sé, quizás quieren viajar, encontrar el amor, tener suerte… - especuló Mimi.
¿Y tú qué deseas? - quiso saber Bruno.
Yo… yo deseo ser libre - confesó Mimi.
¿Libre? ¿No lo somos ya? - se extrañó Bruno.
Sí, pero me refiero a ser libre de verdad, sin tener que depender de nadie, sin tener que escondernos, sin tener que temer a los perros malos o a los gatos callejeros… - explicó Mimi.
Ah, ya veo… - dijo Bruno pensativo.
Entonces, tuvieron una idea. ¿Por qué no lanzar ellos también una moneda y pedir su deseo? Así que buscaron entre la basura y encontraron una moneda de un euro. La cogieron con cuidado y se acercaron al borde de la fuente.
¿Estás listo? - preguntó Mimi.
Sí, vamos - respondió Bruno.
Y al unísono, lanzaron la moneda al agua. La moneda hizo un pequeño chapoteo y se hundió en el fondo. Bruno y Mimi se miraron con esperanza y sonrieron.
Pero lo que no sabían era que la moneda tenía un poder mágico. Al tocar el agua, activó un hechizo que les concedió su deseo de una forma inesperada. De repente, sintieron una sensación extraña en sus cuerpos. Se encogieron, se aligeraron, se mojaron…
¡Ahhhh! - gritaron al mismo tiempo.
Se habían convertido en peces. Un pez perro y un pez gato. Y ahora nadaban en la fuente junto a otros peces de colores.
¿Qué nos ha pasado? - exclamó Bruno asustado.
No lo sé, pero creo que hemos pedido mal nuestro deseo - dijo Mimi angustiada.
¿Y ahora qué hacemos? - preguntó Bruno desesperado.
No lo sé, pero creo que no podemos volver atrás - respondió Mimi resignada.
Y así fue como el perro y el gato de Roma se quedaron para siempre en la Fontana di Trevi, nadando felices y libres, pero sin poder salir nunca más de allí.
Fin.