Buen amigos adefederos, ahí va la mía:
Situación: Cementerio de Mourtente
Personajes principales: M_1 (mi chica de aquella), un servidor, un enterrador.
Arco principal: A follar, a follar. ¡Oh, aparece el enterrador!
Eran los principios del nuevo milenio, quizás el 2003, el que escribe vivía una revolución hormonal propia de la adolescencia. Además integraba parte de un grupo un tanto... digamos extravagante y en donde había bastante libertinaje. El punto: conocer y hacer cosas nuevas, por ejemplo sexo al aire libre. La propuesta... un cementerio. Mi chica de aquella, M_1 (porque posteriormente hubo una M_2) convino.
Eran, si no recuerdo mal, en torno a las 19:00. Un genial momento para pinchar, como cualquier otro. Llegamos al lugar, un cementerio casi de pueblo (la ciudad de Pontevedra lleva el nombre de ciudad por, más bien, un devenir histórico. Se encuentra en ella una capital de provincia por la gestión y papeleo que realiza antes que por riqueza o productividad, contrapunto de lo puede ser Vigo). Excitados y juguetones buscamos algún recoveco entre las hileras de tumbas. Encontramos lo que pareció un sitio bueno, una suerte de claustro hecho por muros de nichos que guardaban una fosa vacía en su centro.
Nos pusimos suave y duramente al tema. Nos gustaba y nos divertíamos, pues el sexo a mi modo de ver necesariamente ha de ser placentero y divertido. Aquello estaba suponiendo un oxímoron precioso: pese a que no buscábamos la fecundación, era una bonita alegoría del sentido de la vida. El follar entre muertos.
Al punto llegaba aquel personaje, el enterrador que vigilante también, persona de suyo estigmatizada en la sociedad por su labor (de hecho creo que tienen una clausula especial en sus nóminas a tenor de esto). Venía hacia nosotros, de tal suerte que M_1 se llegó a dar cuenta de él antes de que él se diese cuenta. Nos recogimos. Me quité el preservativo (sexo sí, protección siempre; ya sea chubasquero, anillo u hormonas), no recuerdo qué hice con él. Con los pantalones subidos y rápidamente adecentados ya ambos, nos preguntamos qué hacer. Tuvimos una idea:
—Tú haz que lloras, M_1. Piensa que aquí yace tu abuela —Le dije medio en broma.
Al poco, cuando por fin aquél llego a nosotros, hacíamos nosotros que estábamos tristes, aquejados del dolor de quien ha perdido a un familiar y lo rememora presentando sus respetos ante su lápida.
—Hola chicos, ¿por dónde habéis entrado? —Dijo el enterrador con plena normalidad.
—Buenas tardes, pues por la puerta principal —Contesté.
—Pues debéis iros, el cementerio lleva un rato cerrado, cierra a las 20. —Comentó como si no fuera la primera vez que le pasa, la gente se debe quedar obnubilada cuando visita a sus difuntos parientes y se olvida de que hasta los cementerios cierran. —¿Dónde habéis dejado el coche?
—Lo aparcamos en la parte de atrás. —Respondí casi mecánicamente, sin ser consciente de que es un poco raro que hubiésemos aparcado en la parte de atrás empero entrado en el cementerio por la puerta principal. Hay gracia en esto, pues aún a día de hoy sigo sin coche o carnet incluso.
—Bueno, pues salid por la puerta principal, se puede abrir desde dentro.
M_1 y yo nos despedimos alegremente y nos fuimos, no sin antes pasar por el baño que había cerca del acceso principal. El aseo siempre es bueno, y nosotros sudorosos y regados en flujos debíamos pasarnos un agua.
FIN.
RPVFui con mi novia a follar a un cementerio, nos pilló el enterrador. Nos marchamos.